La pesadilla comenzó hace un año, con una carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI que la Casa Real marroquí decidió publicar, violando la discreción que exige la diplomacia. Los empresarios españoles con negocios en Argelia aguantaron la respiración entonces. La respuesta a fuego lento de Argel llegó en junio. "Y de la noche a la mañana te das cuenta de que has perdido el empleo que has cuidado durante años", reconoce una empresaria española curtida en un comercio de décadas.
Las compañías afectadas por la suspensión del comercio desde y hacia España, en su mayoría pequeñas y medianas y repartidas por toda la geografía, perdieron la válvula de unas exportaciones que en 2021 llegaron hasta los 2.700 millones de euros. Desde entonces, los puertos argelinos han bloqueado la mercancía llegada de España. "Nos hemos vuelto unos proscritos", lamenta otro de los empresarios. "Ante la mínima sospecha de su origen español, rechazan el cargamento, incluso cuando eso supone que la falta de suministros pueda paralizar fábricas", comenta otro.
Con pérdidas acumuladas de más 800 millones de euros, más de una veintena de firmas españolas han iniciado los trámites para presentar una reclamación patrimonial contra el Estado español por los perjuicios derivados del sorpresivo cambio de posición en el conflicto del Sáhara Occidental, la causa que junto a la palestina el régimen argelino ha convertido en cuestión de Estado. Las exportaciones de productos industriales, tecnología y productos agroalimentarios copaban hasta ahora el comercio con Argelia, otrora socio gasístico clave. Los protagonistas de ese trasiego comercial cerrado a cal y canto desde junio explican las claves de décadas de intercambios congeladas ahora.
Ante la mínima sospecha de su origen español, rechazan el cargamento, incluso cuando eso supone que la falta de suministros pueda paralizar fábricas
El papel que perdió España
Los empresarios recuerdan con cierta nostalgia los años de elecciones en Argelia, cuando la demanda de materia prima para las papeletas hacía subir las exportaciones de papel desde España, cifradas en 171 millones de euros hace apenas tres años. “Y, de repente, un día te levantas por la mañana y te dicen que no puedes volver a trabajar. Todos nuestros clientes son argelinos”, comenta en conversación con El Independiente el gerente de una empresa dedicada a la exportación de papel, cartón y pasta de papel que exige anonimato.
Desde entonces lidia con una parálisis que ha diezmado las cuentas de resultados de las principales empresas papeleras españolas. En su balance de 2022, publicado y comunicado a la CNMV a finales de febrero, el grupo catalán Miquel y Costas cosechó un beneficio de 31,63 millones en 2022, un 37,3 % menos que en 2021. Entre las razones del descenso, figura el bloqueo comercial de Argelia a España. “Las relaciones con Argelia eran excelentes y estaban mejorando. No existe fabricación de papel en el país y se dedican únicamente a transformarlo en las imprentas”, comenta con amargura el dueño de una de las compañías damnificadas. En su caso, en junio envió los últimos contenedores. Desde entonces, el país ha optado por incrementar sus importaciones de Italia o Francia.
“Con todo esto lo único que ha conseguido España es que sus empresas papeleras pierdan facturación. ¿Qué va a ser de esta industria? La situación que viene es terrible y la ruina está en el horizonte. Son empresas que tienen préstamos enormes con bancos y fondos internacionales”, agrega uno de los afectados.
Alimento para piscifactorias y granjas
Hasta que la crisis diplomática estalló en junio pasado, Sergio Guerra mantenía un próspero negocio a caballo entre España y Argelia. Su empresa, Tecnoaditivos Españoles Avanzados TEA, se dedica a la fabricación y comercialización de productos de nutrición animal. Mantiene dos fábricas, una en su cuartel general, en la localidad navarra de Cintruénigo, y otra en la ciudad argelina de Orán. “El 98 por ciento de nuestras ventas se producen en Argelia. Nunca hemos tenido necesidad de abrir otros mercados”, admite Guerra, gerente de la compañía. Hasta ahora su modus operandi resultaba sencillo: las preparaciones se realizaban en tierras navarras y el producto final se remataba en la otra orilla del Mediterráneo, establecida hace una década con un socio local y con una plantilla actual de 45 empleados. La empresa suministraba dos líneas de productos: una encargada de elaborar correctores vitamínicos y otra de aditivos.
Un trasiego que la paralización comercial entre ambos países amenaza ahora con dar al traste, con mercancía por cientos de miles de euros sometida a meses de bloqueos. “La marca España se ha vuelto proscrita en Argelia”, lamenta el empresario, volcado ahora en buscar soluciones temporales como apostar por el mercado latinoamericano o el asiático. “Hay que buscarse la vida y diversificar clientes, pero acceder a otro mercado requiere de tiempo porque los productos precisan de un registro veterinario previo y superar trámites y analíticas de laboratorio”, explica. “La ventaja del mercado argelino es que, cuando tienes presencia física allí, puedes crecer con cierta rapidez y con unos márgenes más jugosos que los que existen en España”.
Guerra se queja de que “una decisión unilateral de Sánchez” haya hecho tambalear su empresa. “En las conversaciones con el ministerio de Industria, lo que ha trasladado en la necesidad de que, si no nos ayudan económicamente a subsistir, que al menos nos ayuden en la apertura de nuevos mercados a través de un plan de aceleración del ICEX, pero la respuesta fue negativa. Yo voy a seguir apostando por el mercado de Argelia pero el Gobierno no puede abocarnos a morir”.
De barcos de madera a catamaranes
Le unen a Argelia décadas de viajes. Una relación que puede contarse también a razón de barcos de madera, aluminio y hasta catamaranes manufacturados, según la década de la que datan los encargos argelinos. El máximo responsable de un taller mecánico naval, que habla con la condición de preservar su anonimato, se jacta de haber auxiliado a otras empresas en la misión de aterrizar en el mercado argelino y amoldarse a su idiosincrasia y su burocracia. “Hicimos de ICEX sin llevarnos ni un solo euro”, recalca.
La relación se forjó con embarcaciones de madera a finales de la década de 1970, en una coyuntura marcada por la privatización del sector en Argelia. “Nos encargábamos de la maquinaria y las instalaciones”, recuerda. Otra riña detuvo en seco el negocio. “Vendimos 17 embarcaciones de madera hasta que en tiempos de Alfonso Guerra hubo un problema por las enormes cantidades de gas natural que España había firmado con Argelia. Hubo un rifirrafe entre gobiernos y Argelia exigió el pago completo. Hubo una ruptura de relaciones y estuvimos siete años sin venderles ni un solo barco”.
Cuando las puertas volvieron a abrirse, el sistema de construcción naval había mudado de piel. Los barcos eran de fibra de vidrio. “Franceses, italianos, turcos y tunecinos se pusieron las botas con el plan de reconversión pesquera”, relata el empresario. En la tarea de agudizar el ingenio, la firma española halló el filón de la acuicultura. “Es primo hermano de la pesca. Arrancamos con la fabricación de catamaranes de aluminio empleados para transportar el alimento y pescar cuando las doradas y las lubinas están ya crecidas. Hoy somos la referencia en Argelia”, esboza. De su mano llegaron también empresas de la península dedicadas al pienso, las redes y los flotadores usados en las piscifactorías. Y los barcos argelinos atracaron en puertos españoles para tareas de cambio de motores e instalación de maquinaria.
Una red de empresas españolas unidas por Argelia que ha quedado ahora en stand by. “Nos sentíamos orgullosos de esa buena vecindad y de esa tradición que habíamos creado”, agrega. “Pero a rey muerto, rey puesto. Teníamos dos contratos por firmar con Argelia y se han caído. Hemos vuelto, de momento, al mercado nacional”, comenta el empresario.
De cerámicas
Concentrado en el Levante español, el gremio cerámico es uno de los que más ha padecido las turbulencias de los últimos nueve meses. “La situación con respecto a Argelia sigue en punto muerto. No tenemos ninguna novedad al respecto”, confirma Manuel Breva, secretario general de ANFFECC, la asociación empresarial que reúne a medio centenar de productores españoles de fritas, esmaltes y colores cerámicos. Un sector especialmente significativo en la Comunidad Valenciana en el que también cunde la prudencia al hablar públicamente de la ruptura diplomática. “El conflicto se está prolongando demasiado en el tiempo. Italia está incrementando su comercio con este país, al igual que está sucediendo con otros países competidores, en detrimento de la industria española”, denuncia.
Es un mercado que se ha perdido y que será muy difícil de recuperar
Desde la asociación, estiman que los números rojos acumulados por las firmas españolas superan ya los 100.000 millones de euros solo en 2022. En los últimos registros de 2019, las exportaciones de productos cerámicos desde los puertos españoles ascendieron a 71 millones de euros. Hasta junio, Argelia era el segundo país en exportaciones del sector.
“Es un mercado que se ha perdido y que será muy difícil de recuperar”, pronostica Breva. “Pensamos que resulta urgente que el Gobierno español solucione cuanto antes sus discrepancias con Argelia. Siendo además uno de los principales proveedores de gas natural, a España no le conviene en absoluto mantener esta tensión diplomática, ni que esta pueda repercutir en las relaciones de la UE con Argelia”.
Kilómetros de carreteras
En los últimos años Argelia ha sido uno de los países que más ha invertido en obra pública en la región. Ha pulverizado registros en construcción de carreteras. Y parte del nuevo asfalto lleva ADN español, al menos por las máquinas empleadas en el proceso. Aecomhel, una empresa radicada en Huesca y dedicada a la fabricación de maquinaria de obra pública, firmó sus primeras ventas en Argel en 1999 y hace una década constituyó una sociedad mixta con una compañía estatal que ha permitido la apertura de una taller en el país árabe.
“Nuestras máquinas sirven para la compactación y el riego asfáltico, básicamente para la construcción de carreteras”, indica a este diario Julio Lebrero, gerente de Aecomhel. En Argelia trabajan alrededor de 40 personas, dedicadas al ensamblaje final de parte de las piezas, que proceden de la península. “Hemos contribuido al desarrollo de la capacidad industrial de Argelia”, presume Lebrero, que guarda fotografías de su encuentro con el ex presidente argelino Abdelaziz Buteflika. El cierre del mercado argelino a las exportaciones españolas ha dibujado una situación dramática.
“A primeros de junio llegaron las últimas mercancías de España. Desde septiembre nos faltan los componentes que llegan de aquí y estamos ya totalmente paralizados. La salida de producto es prácticamente cero”, detalla Lebrero. “Como es una empresa pública, la búsqueda de nuevos proveedores implica tener que hacer públicos concursos y los plazos de entrega que nos dan en estos momentos es de un año y medio”, lamenta el empresario aragonés. Las pérdidas acumuladas oscilan entre los 400.000 y los 600.000 euros. A pesar de la sugerencia del Gobierno español de buscar mercados alternativos, Lebrero confía en el argelino. “Nuestro futuro pasa por allí. Como pequeña y mediana empresa, disponemos de una capacidad limitada de ingeniería y personal. Nuestra apuesta es seguir siendo líderes en España y Argelia”, concluye.
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