El desplome del Deutsche Bank el viernes, arrastrando a toda la banca europea, demostró de forma cruda que los mensajes tranquilizadores lanzados en los últimos días por Christine Lagarde (BCE), Jerome Powell (Reserva Federal), o Janet Yellen (secretaria del Tesoro de EE.UU), no han servido para calmar los nervios provocados por las dudas sobre la solidez de las grandes entidades financieras. El miedo ha cruzado el Atlántico y ha terminado por afectar incluso a algunos de los bancos más sólidos de la Zona Euro, entre los que están las entidades españolas, que terminaron desplomándose un 5,5%. Ayer mismo, Lagarde volvió a insistir, durante la cumbre de presidentes y jefes de gobierno de los países de la zona euro celebrada en Bruselas, en la solidez de la banca europea y advirtió una vez más de que el BCE proporcionaría toda la liquidez que sea necesaria para frenar las maniobras especulativas. Pero, tras quince días de turbulencias, la pregunta es: ¿será suficiente?
La crisis comenzó con la caída del Silicon Valley Bank (SVB), un banco mediano de California especializado en financiar startups. Una entidad de tamaño medio que creció al calor del auge de las empresas tecnológicas y que se vio favorecida por un cambio regulatorio llevado a cabo en 2019 (bajo mandato de Trump), que liberaba a los bancos regionales de ciertos requerimientos para, en teoría, facilitar la concesión de créditos. Lo que los ejecutivos del SVB no valoraron bien fue el efecto de la rápida subida de tipos de interés iniciada por la FED con el objetivo de contener la inflación en EE.UU. Pasar de tipos prácticamente a cero interés a tipos al 5% es un cambio demasiado brusco como para no producir efectos. Como, por ejemplo, que muchos de los clientes del SVB comenzaron a retirar fondos para financiarse más barato. Así, el banco fue perdiendo liquidez. En sus activos había mucha renta fija (hasta nueve veces su capital), pero la subida de tipos había depreciado esos títulos. En lugar de negociar con la FED una colocación temporal de esos activos, los ejecutivos del SVB (animados por Goldman Sachs) pusieron a la venta la cartera de renta fija, lo que disparó las pérdidas de la entidad, abocándolo a una ampliación de capital que fracasó.
Los bancos menos sólidos o que tengan activos menos líquidos en sus balances sufrirán sacudidas en las próximas semanas: habrá una selección natural
Según contaba el viernes Financial Times, en el origen de los problemas del SVB también está la manera en la que sus dos máximos ejecutivos (el CEO, Greg Baker y el Chief Financial Officer, Daniel Beck) orientaron las inversiones de la entidad, siempre con la vista puesta en sus respectivos bonus. Compraron activos a largo plazo, fundamentalmente bonos hipotecarios, con altas rentabilidades, aunque poco líquidos. Ellos ganaron mucho dinero, pero a costa de poner al banco en una situación de grave riesgo.
La caída del SVB y del Signature Bank (otro banco mediano radicado en Nueva York), disparó el temor a la caída, como fichas de dominó, de muchos bancos medianos, cuya solvencia es menor, por razones regulatorias, que la de los grandes bancos.
La tormenta se trasladó a Europa con la caída del Credit Suisse (CS), uno de los dos gigantes suizos con más de 160 años de historia. El CS venía arrastrando una situación difícil desde hacía meses. Sus pérdidas superaron los 7.000 millones de francos suizos en 2022 y para este año las perspectivas no eran mejores. En el último trimestre del año pasado los ahorradores retiraron 125.000 millones de la entidad, lo que dejaba al banco con una débil posición de liquidez. La caída del SVB encendió las alarmas y el consejo se vio obligado a emprender una ampliación de capital de urgencia, que fue rechazada por su principal accionista, el Saudi National Bank. Resultado: la caída irremediable del CS, que ha sido adquirido por su histórico rival, la UBS, por un precio de saldo: 3.000 millones de euros. Y con la garantía del banco central suizo de proporcionar toda la liquidez que se necesite.
En medio de este escenario, con la mayoría de los bancos temblando en Bolsa, el Banco Central Europeo (BCE) subió el pasado día 16 los tipos 0,5 puntos (hasta el 3,5%), porque su objetivo, dijo Lagarde, sigue siendo bajar la elevada inflación de los países de la zona euro (8,5%). Una semana más tarde, la Reserva Federal subió los tipos en EE.UU en 0,25 puntos (hasta el 5%). Bien es verdad que en la rueda de prensa del anuncio, Powell se mostró tenso y preocupado y no transmitió precisamente seguridad.
La suspicacia está a la orden del día en el mundo del dinero. ¿Hacia dónde ir? ¿Cuáles son los bancos que podrían caer?
La banca europea se defiende. "Los gigantes de la UE son más solventes y tienen liquidez más que sobrada para afrontar el pánico", afirma un banquero a preguntas de El Independiente. Además, Lagarde ha insistido en que el BCE utilizará su enorme manguera para acudir allá donde surja un incendio... Y, sin embargo, el Deutsche se convirtió en objetivo a batir el viernes, aunque ya llevaba unos días temblando, junto a otros grandes del viejo continente como el francés Société Générale. "Los bancos que tengan en su balance grandes cantidades de derivados sufrirán mucho en las próximas semanas", según la opinión del presidente de un importante banco de inversión.
Habrá una restricción del crédito tanto en Europa como en Estados Unidos. El enfriamiento hará bajar la inflación y hará menos necesarias nuevas subidas de tipos
El denominador común entre la caída del SVB y la del CS y, consecuentemente, del castigo a otros bancos como el Deutsche Bank, es la subida de tipos de interés tanto en Estados Unidos como en Europa. El dinero barato, con tipos incluso negativos, había recalentado la economía e impulsado la inflación hasta cotas desconocidas desde hacía décadas. Al efecto monetario del dinero barato se unió la subida de los precios de la energía como consecuencia de la invasión de Ucrania por Rusia. Tanto la Reserva Federal como el BCE se vieron obligados a adoptar políticas restrictivas. El BCE no sólo comenzó a seguir la estela de la Reserva Federal, sino que fue dejando de comprar deuda de los países de la zona euro.
La subida de tipos tuvo un efecto inmediato. Los bancos comenzaron a subir en Bolsa porque, al subir el precio del dinero, también aumentaron sus márgenes financieros. Era un negocio redondo. Los depósitos no se retribuían y, al mismo tiempo, las entidades colocaban el dinero en renta fija con tipos al alza. De hecho, 2022 ha sido un año récord de beneficios bancarios.
Pero luego están los efectos perversos. Los depositantes, sobre todo los que tienen grandes cantidades en cuentas, comenzaron a llevarse el dinero a lugares igualmente seguros, pero más rentables, como la deuda pública.
Esa "corrida" bancaria hacia activos como las letras del Tesoro (no olvidemos que ahora el Estado ya no se financia fundamentalmente en el BCE) ha provocado una pérdida de liquidez que se llevará por delante a las entidades menos capitalizadas. Pero, al mismo tiempo otros ahorradores menos sofisticados buscarán refugio en las grandes entidades, en principio más solventes.
El nerviosismo, y no hay nada más inquieto que el dinero, continuará presente en los mercados durante las próximas semanas, lo que provocará, digámoslo así, una selección natural. Sólo se mantendrán los más fuertes, los más sólidos.
Las consecuencias macroeconómicas de esta tormenta financiera son evidentes. Para mantener sus niveles de liquidez, los bancos restringirán el crédito. Tanto en EE.UU. como en la zona euro ya se vuelve a hablar de credit crunch (contracción del crédito). Ese cierre del grifo financiero afectará al crecimiento económico, que será menor de lo previsto por las grandes instituciones (incluido el Banco de España) en sus últimos informes. El enfriamiento económico provocado por ese credit crunch probablemente haga innecesarias mayores subidas de tipos de interés, o, en todo caso, reducirá su ritmo de aumento.
El propio Banco de España advertía en su informe trimestral (publicado antes del desplome del Deutsche Bank) que la incertidumbre va a tener "un cierto efecto adverso sobre el desarrollo de la actividad económica en los próximos trimestres y contribuirá, asimismo, a debilitar la dinámica inflacionista".
El peligro de esta situación es que el tránsito del "calentamiento" al "enfriamiento" sea demasiado brusco y, finalmente, acabe por afectar incluso a los bancos que tienen todos sus deberes hechos.
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