El cambio de rumbo de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), iniciado en julio de 2022 para atajar el crecimiento de la inflación después de varios años con tipos de interés 0 e incluso negativos, ha abierto un periodo de inestabilidad que ha provocado un encarecimiento de la vida: la subida del precio de la cesta de la compra o de las hipotecas reflejan el sobrecoste al que se enfrentan muchos hogares españoles.
Y es que hay una relación de causa y efecto entre inflación y tipos de interés: cuando los precios aumentan con rapidez, una subida de los tipos por parte de los bancos centrales para contener el consumo (las entidades comerciales no influyen en sus decisiones) ayuda a que vuelvan a los niveles objetivo. Los expertos aseguran que una inflación alta persistente es mucho más nociva que un período de enfriamiento económico.
En este contexto, el que sector financiero trata de buscar el difícil equilibrio de proteger a los clientes y, al mismo tiempo, mantener la solvencia, es decir, contar con los recursos propios suficientes para poder asumir los riesgos que se derivan de su actividad y evitar así poner en riesgo la estabilidad del sistema.
Los bancos españoles siempre se han caracterizado por ofrecer créditos muy competitivos. Y destacan también en gestión de riesgos, eficiencia y diversificación, con un modelo de negocio sólido y sencillo, centrado en cubrir las necesidades financieras de empresas y familias. En los últimos veinte años, los tipos medios para hipotecas han sido 0,75 puntos más bajos en nuestro país que en la eurozona, lo que ha favorecido el acceso al mercado hipotecario a muchos segmentos de la población. Y a pesar de las últimas subidas, lo siguen siendo: en el mes de abril, España fue el cuarto país más barato de Europa en créditos a familias y a empresas. En este último caso, la media es del 3,9 % frente al 4,2% en la zona euro.
¿Qué ocurre desde el punto de vista del ahorro? El sector se ha volcado en dar el mejor servicio a sus clientes y ayudarles a tomar las mejores decisiones para rentabilizar sus inversiones. En el momento actual, se está viviendo una fuerte reducción de la demanda de crédito por el aumento de los tipos, que se une al exceso de liquidez como consecuencia de las políticas adoptadas en la crisis financiera y de la COVID 19 para hacer frente al impacto económico de la pandemia. Todo ello dificulta la remuneración de los depósitos de una manera atractiva. Sin embargo, los bancos están compitiendo por ofrecer las mejores rentabilidades en otros productos y asesorando a los clientes para que dirijan sus ahorros hacia una amplia diversidad de alternativas que permitan incrementar el rendimiento. Por ejemplo, los datos muestran que el volumen de los fondos de inversión y de deuda pública en manos de familias está en máximos históricos.
En contra de la idea de que el beneficio de los bancos crece mucho en ciclos alcistas de tipos, lo cierto es que la diferencia entre lo que pagan por los depósitos y lo que cobran por los préstamos no representa el margen de la entidad. La realidad es que hay muchos factores que lo reducen, como los colchones de capital que exige la regulación, los costes de personal, el mantenimiento de los canales de distribución, la comercialización y diseño de productos para adaptarlos a las necesidades de los clientes, las provisiones para hacer frente a impagos, etc. De hecho, los márgenes de la banca son mucho menores que los de la mayoría de los demás sectores.
Si en un contexto de tipos negativos como el que vivido en los últimos años es muy complicado que el negocio bancario sea rentable, una subida rápida como la actual es difícil de digerir por empresas y familias y, por tanto, influye mucho en la demanda de crédito y en la capacidad de los clientes para hacer frente a las deudas. También a los bancos les cuesta más financiarse y les impide recuperar la rentabilidad que han perdido durante tantos años operando en tipos bajos o negativos. Una prueba es que el beneficio en España de las entidades continúa siendo un 23% inferior al que había antes de la crisis financiera.
Prácticamente un tercio de los beneficios se destina a pagar impuestos, otro a retribuir a los accionistas -que son los dueños de la entidad y quienes arriesgan su dinero invirtiendo en ella- y el otro tercio restante se destina a acumular el capital necesario para poder seguir financiando a empresas y familias. Cuanto mejor estén los bancos, mejor pueden cumplir su función de dar crédito y sostener el crecimiento de la economía.
Contar con un sistema bancario sólido y solventes decisivo a la hora de afrontar situaciones de inestabilidad. Sin confianza, el negocio bancario es insostenible. Por ello, las entidades, que también se ven afectadas por el escenario actual, deben mantener un equilibrio entre seguir disponiendo de liquidez y ofrecer a los clientes alternativas de inversión.
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