Si está leyendo este reportaje es porque quizá le ha invadido la nostalgia. La de aquellas marcas que nos recuerdan a veranos de nuestra infancia y que han pervivido durante generaciones. Los cuadernos de Rubio son una de esas marcas, de las vinculadas a esta temporada durante años y que han enseñado a millones de españoles a trazar letras y a resolver operaciones matemáticas.

La idea fue de Ramón Rubio, nacido en 1924 en Tarragona y criado en Geldo (Castellón), que había fundado una academia en 1956 en Valencia. Aunque Rubio trabajaba en el Banco de Aragón, cuenta su hijo en el libro Mi mamá me mima que la ambición le llevó a compaginar ambas ocupaciones. Por la academia pasaron más de 3.000 alumnos y después de mucho escribir en la pizarra, nació el producto estrella de lo que hoy sigue siendo una empresa familiar.

Ramón Rubio pensó que si elaboraba unas fichas que pudiera repartir entre los alumnos a los que preparaba para acceder al mercado laboral en cuestiones de contabilidad, se ahorraría mucha tiza y mucho tiempo escribiendo enunciados de problemas. Así, de esas fichas que el fundador hacía manualmente en casa nacieron posteriormente los cuadernos.

Cuadernos Rubio antiguos.

Los primeros los imprimía el hermano de Ramón Rubio en su casa y ahora, según cuenta Enrique, hijo de Ramón y director general de la empresa en la actualidad, todo el proceso se hace en Paterna, donde Rubio tiene su sede. 24 personas se encargan del diseño, la impresión, la encuadernación y la venta de los cuadernos Rubio.

¿Pero cómo llegaron los cuadernos de una academia en Valencia a los hogares de toda España? En el verano de 1968, la familia Rubio se subió al coche para visitar varios colegios religiosos –que seguían dando clase en verano en aquella época– para presentarles los cuadernos. Después de los centros educativos, llegaron las tiendas de papelería, una de ellas le dijo a los Rubio que sus cuadernos no se venderían nunca. Y, efectivamente: se equivocaban. Años después, esa papelería hizo un encargo, pero los Rubio no lo aceptaron.

Los cuadernos costaban 1,50 pesetas en los años 60 y en 1982 costaban 22. En la actualidad, un cuaderno cuesta 1,50 euros. Pero antes, en los 70 y sobre todo durante la transición, el método Rubio se abrió paso en las aulas. “Los profesores, que también tenían ganas de apuntarse a los cambios sociales, necesitaban con urgencia imponer una nueva pedagogía y encontraron en ese método algo más o menos revolucionario”, se explica en el libro.

Y con los 80, llegó la época dorada de los cuadernos. Las madres de los niños de esa generación recordaban esos cuadernillos que ya se usaban en los colegios religiosos en su época y, ahora, los compraban en las papelerías para sus hijos. El reparto de tareas domésticas y de cuidado de los niños ha avanzado desde entonces, pero hay algo que no cambia: “el 90% de nuestras compradoras son mujeres”, asegura Enrique en una conversación con este periódico.

Pese a la competencia que empezó a crecer en los 90, Enrique Rubio confirma que nunca ha recibido una oferta para vender su empresa familiar a otra editorial de mayor tamaño. “Sí nos contactó un fondo de inversión, pero no voy a vender. No es una cuestión económica, para mí es más que un trabajo, es el legado de mi padre y además, también mi hijo está empezando a tomar las riendas”, argumenta.

Con el paso de los años, Rubio ha actualizado el contenido de sus cuadernos, ha eliminado frases que ahora serían catalogadas de racistas o sexistas para adaptarlas a la sociedad actual e incorporar una transmisión de valores universales como el respeto al medio ambiente o la igualdad. Enrique cree que la “innovación continua” es lo que les permite haber llegado hasta aquí. En los 90, se recuperaron los colores míticos para los cuadernos: verde y amarillo. También entonces se lanzaron campañas publicitarias en televisión, nunca antes se habían hecho anuncios para vender los cuadernos.

En 2015 crearon una aplicación para que los niños pudieran rellenar los cuadernos desde una tablet, “fuimos los primeros y fue una pasada”, recuerda el director general. Y con el Covid, Enrique Rubio cree que se recuperó el “interés” por hacer cosas en casa. Rubio también fue pionero en publicar cuadernos para los aficionados a la caligrafía y al lettering y según el director general “ha sido un boom”.

Pese a las “muchas ventajas de la tecnología” y a la digitalización de toda la sociedad, los Rubio se esfuerzan porque la ortografía y la caligrafía manual no se pierdan. Sin haber patentado nunca la tipografía de sus cuadernos, siguen siendo una marca del y para el verano.