Las huelgas han caído con fuerza este 2023. Si bien el año pasado fue un año significativo en términos de conflictividad laboral, con los días perdidos por paros alcanzando máximos no vistos desde 2012, este año los trabajadores han relajado la presión que venían ejerciendo. En lo que va de año, los días perdidos por huelgas han caído un 20% frente al mismo periodo del año anterior, hasta los 332.000 días, y en dichas huelgas han participado 43.200 empleados menos (un 40% menos) que entre enero y julio del pasado año.
La caída muestra cómo los conflictos laborales están perdiendo fuerza como herramienta para conseguir mejoras salariales, pese al ritmo que venían manteniendo en 2022 y pese a la fuerte inflación que mella los bolsillos de las familias, ya que no se está viendo compensada con aumentos de sueldo similares. Además, este pinchazo de las protestas no solo tiene que ver con la firma del acuerdo marco salarial entre sindicatos y empresarios (AENC) que tuvo lugar en primavera, puesto que el resto de meses de año también mostraron cifras bajas en comparación con los de 2022.
En mayo, UGT, CCOO y las organizaciones de empresarios CEOE y Cepyme acordaron lo que consideraron un incremento salarial justo y razonable para ambas partes: un 4% este año, un 3% en 2024 y otro 3% en 2025. También se pactó que si la inflación media anual sube más que esos porcentajes, los salarios habrían de incrementarse hasta un 1% más. Finalmente el año 2022 quedó fuera del acuerdo, aunque durante el año los precios aumentaron un 8,5%, más de lo que nunca lo han hecho en los últimos 36 años, mientras que los salarios solo aumentaron un 2,8%. Es decir, que los trabajadores perdieron en solo un ejercicio casi seis puntos de poder adquisitivo.
En ese marco, los conflictos laborales alcanzaron el año pasado cifras récord que este año no tienen visos de repetirse. Han caído los días de huelga registrados, los de huelga total y los de huelga parcial, los trabajadores que protestan, independientemente del tipo de contrato, y lo han hecho en todos los sectores y en la mayoría de comunidades autónomas, tanto si se mide el conflicto por el número de participantes como si se atiende a las jornadas de paro, todo según consta en las estadísticas al respecto del Ministerio de Trabajo.
A pesar de todo, cuando se analiza serie histórica se concluye que la conflictividad laboral continúa en niveles altos, puesto que el número de jornadas perdidas durante la primera mitad de este año equivale o supera a las de los años 2014, 2015, 2016, 2017 y 2020 al completo. Así que es previsible que este año termine superando a todos ellos, pese a la caída de los conflictos en comparación con el ejercicio pasado.
Este año, los datos (aún preliminares) del Ministerio recogen que se han llevado a cabo 332.211 días de huelga por parte de 130.421 trabajadores en total, y que sobre todo se han concentrado en el sector servicios. Si se atiende al número de huelgas generales, el balance es que, al igual que durante 2022 y 2021, solo se ha convocado una, la del 8 de marzo. En cambio, otros ejercicios de gran conflictividad incluyeron hasta cuatro convocatorias de huelga general acumulando casi medio millón de días de huelga (así sucedió en 2019) o incluso más de millón y medio (2012).
¿Qué ha llevado a contener la conflictividad laboral en un momento de enorme pérdida del poder adquisitivo provocada por la inflación? Los economistas apuntan a que en esta ocasión el mantenimiento del empleo ha relajado las protestas, a diferencia de lo sucedido durante otras crisis. En lo que va de año, España ha creado casi medio millón de empleos y, aunque se mantiene con 2,7 millones de parados, la tasa de paro ha caído 11,6%, la más baja desde 2008. Son factores que influyen en mantener la calle sosegada, lo que, junto a la firma del acuerdo por el empleo y la negociación colectiva (AENC) hacen augurar un 2023 más tranquilo en lo laboral.
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