Desde que terminó la pandemia, las cifras de empleo han dado grandes alegrías. España ha superado por primera vez en la historia los 21 millones de trabajadores. La tasa de paro está en el 11,6%, su nivel más bajo registrado desde 2008. El ritmo de creación de empleo de este segundo trimestre ha batido su récord histórico, al sumar 600.000 ocupados en solo tres meses, cuando antes de la pandemia la media era de unos 350.000 nuevos ocupados al trimestre. Son hitos del mercado laboral que están desconcertando a los economistas: ¿de dónde sale tanto nuevo trabajador? ¿Se está reduciendo la economía sumergida, y con ella, el empleo irregular? ¿Dónde está el tope?
Esta semana lo resaltaba el Banco de España en su informe trimestral: parece que las empresas, en un momento en el que muchas no consiguen encontrar mano de obra, están “reteniendo a los trabajadores ante desaceleraciones modestas y, en principio, transitorias de la actividad”. Sin duda España continúa teniendo mucho que hacer en materia de empleo: aún hay casi tres millones parados, la tendencia a contratar los lunes y despedir los viernes -y la de despedir a final de mes y de curso escolar- sigue muy presente pese a que la reforma laboral pretendía erradicarla, por no citar los abusos empresariales que desbordan a la Inspección de Trabajo. Pero en términos generales es indudable que situación del mercado de trabajo español es infinitamente más favorable de lo que nadie imaginaba cuando nos encontrábamos inmersos en plena pandemia.
La situación es bien distinta, sin embargo, cuando ponemos el foco en el paro juvenil, el de aquellos que tienen menos de 25 años. Aunque el empleo ha avanzado a mejor ritmo para este colectivo que para el conjunto de la población, aún casi uno de cada tres jóvenes que quiere trabajar no encuentra empleo en España. Representan el 28% del total de activos de esa edad, según datos del INE, una tasa que sitúa a España como el país europeo con una mayor tasa de desempleo joven, incluso por delante de Grecia.
La tasa de paro juvenil está 16 puntos por encima de la general
El país heleno ha experimentado una intensa recuperación durante los últimos años, con efectos especialmente importantes en el empleo joven. Grecia ha bajado su tasa de paro juvenil en 10 puntos, hasta el 23,3%, entre junio de 2019 y junio de 2023 (últimos datos disponibles en Eurostat). En cambio, España lo ha hecho en 5 puntos en el mismo periodo, pese a que los datos de afiliación a la Seguridad Social que proporciona el Ministerio homónimo recogen que la afiliación general ha crecido un 6% en dicho lapso de tiempo, frente al 18% (1,2 millones de jóvenes trabajando más) en el caso de la afiliación de menores de 25 años.
¿Qué ha provocado que el desempleo joven se enquiste en nuestro país, y que no se haya visto tan beneficiado de la recuperación pospandemia como otros países, aun con la reforma laboral? Las razones pueden tener que ver con la cultura mediterránea y, sobre todo, con cómo España ha estructurado la formación superior, pero también con la ausencia de políticas que fomenten el empleo joven desde la base, como explica el reportaje que complementa este artículo. Además, algunos expertos citan cierta dejadez por parte de los diferentes gobiernos, más preocupados en gastar todo lo que sea necesario para mantener el poder adquisitivo de los pensionistas que en remediar el gran drama de España. En parte, porque es difícil predecir qué efectos concretos tendrá en la economía no remediar que el paro juvenil haya ascendido como lo ha hecho en el país.
De hecho, hay que tener en cuenta que la tasa de desempleo joven actualmente sigue siendo superior a la que registrábamos antes del estallido de la crisis de 2008, cuando el desempleo joven estaba en el 21%, siete puntos por debajo de la tasa actual, y pese a siete años de crecimiento económico -interrumpidos en 2020 por el covid-. En comparación con la UE, los datos son desgarradores, porque España no solo dobla la media europea (14%), sino que más que cuatriplica la tasa alemana (5,7%) e incluso registra 10 puntos de diferencia con Portugal (18%). Entre los países europeos con menos paro juvenil están Países Bajos (8,3%) y Letonia (8,8%), en la media se encuentran Francia (16%), Bélgica (14%) y República Checa (13,6%) y en la parte alta de la tabla está Grecia (24%), seguida de Italia (22%), de Eslovaquia (20%) y de Portugal (18%), todos por detrás de España (27%).
En la propia España existen importantes diferencias por territorios que en los más pobres exacerban el drama. En Andalucía el porcentaje de jóvenes sin trabajo (39%) más que duplica el de Cataluña (19%). Pero es que ni siquiera esta última, la región con menos paro juvenil de todo el país, alcanza la media de la Unión Europea. Y solo hay tres comunidades autónomas que bajan del 20%: Cataluña, Baleares y Cantabria, y lo hacen solo por solo unas décimas, mientras que superan el 30% la Comunidad Valenciana, Canarias, Extremadura y Andalucía. De nuevo, no son datos de un momento de crisis, sino de un periodo de fortísima creación de empleo y de cifras históricas, nunca antes vistas.
Es cierto que la brecha territorial del empleo no se limita al mercado laboral de los jóvenes, sí. El sur siempre sufre tasas de desempleo mayores que el norte, sobre todo por la tradición industrial del norte y, a su vez, por la cercanía a Europa. Pero nótese la diferencia: hoy día la tasa general de paro es del 11,6%, y la de Andalucía, que ostenta el primer puesto en cuanto a desempleo, es del 18%, mientras que el País Vasco registra un paro del 7%. En este caso, las diferencias se han reducido de forma importante durante los últimos años (Andalucía contaba con un 20% de paro en 2002, mientras que Aragón tenía un 5%).
¿Se revertirá esta tendencia en el corto, o en el medio plazo? En un escenario ideal, como el que proyectó el Gobierno en su plan España 2050, la tasa de desempleo juvenil debería recortarse hasta el 14% en los próximos 30 años. El documento prometía lograr dicho hito de forma paulatina con diferentes medidas que no especificaba. Por el momento, los Presupuestos Generales del Estado dedican un 3% del total a políticas dirigidas, en general, a los jóvenes. Es 15 veces menos de lo que se dedica a las pensiones, pese a que precisamente recogen que el “principal activo” de “cualquier sociedad” son las personas “y, de manera especial, los jóvenes”.
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