En La Finca Hualdo todo se mueve en busca de la excelencia. En la margen izquierda del río Tajo, la vista casi no alcanza para divisar las lindes del paraje toledano de 4.000 hectáreas donde se produce aceite de oliva virgen extra, queso artesano y ahora también fruta y verdura ecológicas. Es el sueño agrícola que hace varias décadas arrancó el empresario Francisco Riberas, fundador de la empresa de componentes del automóvil Gestamp, cuyo testigo cogieron en 2008 sus hijos, los hermanos Riberas -Francisco y Jon-.
Lo que comenzó con apenas unas pocas hectáreas en la zona de El Carpio de Tajo y La Puebla de Montalbán, es ahora un extenso paraje donde todo gira en torno a la agricultura circular. Los residuos de las distintas actividades de la finca usan para alimentar el resto de procesos productivos en los que también se busca recuperar variedades autóctonas de la zona desechadas en su día por el mercado por motivos estéticos o por ofrecer un escaso rendimiento.
Un rebaño de casi 2.000 ovejas surte diariamente de leche a la quesería, situada a escasos metros de los establos. El ganado se alimenta de los cereales y la alfalfa cultivados en la finca. También pastan entre los miles de árboles para mantener la hierba a raya y su estiércol se usa para abonar el extenso olivar y los cultivos del huerto ecológico. En él se aplica la rotación de cultivos y el uso del agua se controla al máximo.
Unos 800 árboles frutales como higueras, melocotoneros, albaricoques, ciruelos, manzanos o perales se reparten en 4,7 hectáreas de un terreno arcilloso y muy fértil. Junto a ellos, un gran invernadero de 1.500 metros cuadrados también sirve para cultivar pepinos, lechugas, tomates, judías verdes o pimientos. Otra zona se dedica a los frutos rojos, como las fresas.
Fuera de la superficie cubierta, en el huerto exterior brotan las acelgas, la remolacha, el brócoli, la coliflor, el repollo, el kale o los guisantes. También hay puerros o cebollas. La fruta y verdura se recoge y entrega cada día a los clientes mediante un modelo de suscripción o a través de pedidos online. Su foco prioritario es Madrid, a apenas 100 kilómetros de distancia.
También apuestan por las hierbas aromáticas como la albahaca, el anís, la menta o la manzanilla, además del comino, el orégano, el perejil o el eneldo. Todo sin usar productos químicos para el control de plagas o la fertilización. Insectos como las mariquitas son las encargadas de comerse a los pulgones.
En la idea de circularidad que impregna todo el proyecto, el hueso de la aceituna cosechada se usa como combustible para las calderas de las instalaciones, que cuentan también con el suministro eléctrico de tres plantas solares. Su energía también sirve para alimentar las máquinas de la almazara abierta en medio del campo en 2009. Toda la aceituna que se procesa en Casas de Hualdo es de los propios olivares que la rodean.
El año pasado se recogieron 3.300 toneladas de aceituna que sirvieron para elaborar 500 toneladas de aceite. Con múltiples galardones internacionales, la joya de la corona del proyecto produce desde monovariatales (picual, cornicabra, manzanilla y arbequina) a coupages (mezcla de varios tipos de aceituna).
Con una facturación total de 4,5 millones de euros el año pasado, un 80% de la producción se exporta a 40 mercados diferentes. "El año pasado se produjeron cerca de 450.000 envases en formatos de 25 centilitros, 50 cl, y 3 litros", explica José Antonio Peche, ingeniero agrónomo y director general de la finca.
Tras el éxito cosechado con el aceite de oliva, hace tres años apostaron por la apertura de la quesería (Quesos de Hualdo), donde combinan los avances tecnológicos con técnicas artesanas para fabricar quesos de mucha personalidad. En pasta semiblanda los hay de corteza lavada y enmohecida. En pasta prensada, producen el manchego tradicional con Denominación de Origen Protegida.
"Nuestra idea era dedicarnos más a especialidades, pero hay una demanda brutal de queso manchego", explica Verónica Ruiz Díez, jefa de Producción y Calidad de la quesería. Todo el proceso se hace a mano; desde el llenado de los moldes al prensado de los quesos, el salado por inmersión y su volteo en la zona de oreo y afinado. Ahora experimentan con un queso de tipo azul que podría ver la luz en unos meses.
Sus responsables reconocen que la finca, en la que también se cultivan pistachos, tiene un innegable potencial turístico aún sin explotar. De momento, solo hacen algunas visitas a las instalaciones en las que en 1995 comenzó la plantación de hasta 300.000 olivos. Al margen del atractivo para posibles visitantes, los responsables del proyecto presumen de contribuir al tejido productivo de la región, fijando población al territorio y generando empleos cualificados.
"Estamos en mitad del campo, donde antes no había nada. Hemos creado una industria, una huerta y exportamos a 45 países con gente muy cualificada con un proyecto con fondo científico para que se asienten en esta zona y creen riqueza", destaca Peche.
En total, la Finca da trabajo a medio centenar de personas, muchas de ellas de la zona. Incluso se llega a las 90 en época de recolección. En la plantilla hay ingenieros agrónomos, licenciados en Ciencia y Tecnología de los Alimentos o comerciales para la exportación.
Los terrenos de la finca también sirven como laboratorio al aire libre. Desde hace más de una década, la empresa colabora con la Universidad Politécnica de Madrid en ensayos agronómicos para estudiar la orientación y geometría de los setos de olivar o la optimización del agua de riego.
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