Fue una hazaña que hoy cuesta imaginar cómo se ejecutó. Se ideó hace 67 años y se hizo realidad en 1961. Aquellas dos moles de acero se levantaban como dos gigantes, una a cada extremo de la bahía de Cádiz. Sus 150 metros de altura, separadas por casi dos kilómetros de mar y unidas por una autovía de cableado, las convertía en las más altas infraestructuras eléctricas del mundo. Hubo quien las calificó como un milagro de la ingeniería. Incluso uno de sus ingenieros jefes lo aseguraba.

El secreto de la casi inmortalidad que auguraba a aquellas torres radicaba en su diseño y en su base, pero también en la intercesión divina. Así al menos lo afirmó Remo Scalla, ingeniero de las Torres de Cádiz. Bajo los cimientos de una de ellas había colocado una medallita de Santa Rita, patrona de los imposibles, y sobre la otra, una de la Virgen de Fátima. “Por eso siempre decía que durarían para siempre. Porque fueron diseñadas por su amigo Alberto Mario Toscano, y porque en las bases de hormigón armado colocó las medallitas de la Virgen”, recuerda Alberto Scalla, hijo de Remo.

Por ahora, estas torres de Endesa han cumplido 63 años y siguen a pleno rendimiento. La precisión en el diseño y el acierto en la ejecución de una obra de 510 toneladas de acero en condiciones de máximo riesgo, hicieron su parte. La fe, al menos la de su ingeniero, la otra.

'Le due principesse'

Dicen que Santa Rita apuntaba maneras desde muy niña. Nacida en 1381 en Casia, en la provincia italiana de Perugia, cuenta la tradición que su cuna fue rodeada por un avispero sin que ni una sola le picara. También que asesinaron a su marido, que sus dos hijos gemelos murieron un año después y que su condición de viuda de un asesinado dificultó su entrada en el convento al que finalmente accedió.

Tres operarios trabajan en la renovación del cableado en la cima de una de las torres.

Ahora, pese a que junto a la Virgen de Fátima se le asignan la virtud de sostener en pie las dos torres gemelas de Cádiz, -la de Puntales (Cádiz) y la de Matagorda (Puerto Real)-, algo tendrá que ver su inmensa base de hormigón. La estructura desde la que parten las dos torres es de 20 metros de diámetro. Asciende hasta el cielo hasta estrecharse en la cima a apenas 7 metros de diámetro. Culminan con una cruceta a modo de pasarela de 70 metros de largo.

‘Le due pricipesse’, como las llamaba su autor, siguen hoy suministrando energía a Cádiz. Lo hacen a través de este complejo energético que se ideó para evacuar la energía que se generaba en la Central Térmica de Cádiz. Para disfrutar las vistas desde la cima de las mismas primero se debe ascender por una escalera de caracol, con pendiente pronunciada incluida, que obliga a superar el vértigo y el temor que el viento de la cima acentúa.

Un operario trabaja en lo alto en la construcción de una de las torres durante los años 60.

15.000 metros de cable

Imaginarlo hace más de seis décadas asusta. Basta ver imágenes de los operarios trabajando colgados en la parte alta, sin apenas medios, y quién sabe si encomendándose a Sata Rita y todos los santos. Fue precisamente un accidente el que cambió la vida del ingeniero Remo Scalla. Trasladando al hospital a uno de los operarios heridos, conoció a la enfermera que después sería su mujer.

Hace apenas dos años que el cableado tuvo que renovarse. Son casi 15.000 metros que soportan 132 kilovatios, no en vano las llaman ‘Las torres de la luz’. Discurren a más de 50 metros de altura para no interferir en el tráfico marítimo. Un cable especial por su grosor, sus características y su protección contra el impacto salino del aire marino. Este icono de la ingeniería sigue hoy ostentando el título de ser la tercera infraestructura del mundo que comunica torres a más distancia.  

Los seis cables que conectan un lado y otro de la bahía no se volverán a cambiar hasta dentro de 40 años. Es la vida útil que tendrán. En la operación trabajaron hijos de quienes ya lo hicieron en 1981. Hoy el cableado antiguo se estudia en universidades y facultades de ingeniería como una muestra singular de la ingeniería.