Se ha convertido en un fenómeno de masas. Tras ver la luz en Netflix hace tres años, la serie surcoreana El juego del calamar ha trascendido el mundo de la ficción para convertirse en una manifestación cultural de primer orden.

Sus números asustan. En su primer mes de emisión, la serie se convirtió en lo más visto en cerca de un centenar de países tras atraer a 144 millones de suscriptores y acumular unas 1.600 millones de horas de visionado. A pesar del secretismo que rodea todo lo relacionado con las producciones de Netflix, finalmente Bloomberg filtró el dato: aquel año, El juego del calamar reportó al gigante del streaming beneficios de 900 millones de dólares, unos 860 millones de euros al cambio actual. Eso, tras una inversión que apenas superó los 19 millones.

Con estos ingredientes sobre la mesa, en Netflix no hubo nada que pensar. La compañía de Los Gatos se apresuró ya en 2021 a anunciar una segunda temporada de la serie, que está previsto que vea la luz este mismo jueves. Como colofón, habrá el próximo año una continuación en forma de tercera temporada que, en principio, cerrará la trama.

No obstante, antes cabe preguntarse qué es lo que hace de El juego del calamar una serie tan especial. Porque ficciones de carácter más o menos distópico hay muchas, y la historia creada, escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk no es la primera que plantea competiciones mortales. Ahí están, sin ir más lejos, Los juegos del hambre.

Sin embargo, El juego del calamar tiene un componente más que ha hecho que la serie haya enamorado a millones de espectadores en todo el mundo. Durante la campaña de 1992, la que permitió a Bill Clinton derrotar a George Bush padre, se popularizó el eslogan: "Es la economía, estúpido". Detrás del éxito de El juego del calamar cabría decir algo parecido. Es la economía. Siempre fue la economía.

Corea del Sur, la economía detrás de 'El juego del calamar'

Corea del Sur ha explotado en los últimos 30 años. Con la entrada del siglo XXI, la liberalización económica del país permitió a los surcoreanos pasar de totalizar unos 100 dólares per cápita en los años 60 a registrar 32.000 en 2022, según el Banco de Corea del Sur. Esto los sitúa entre las 15 mayores economías del mundo.

Pero un resultado así no se consigue sin esfuerzo. En Corea del Sur, la jornada laboral de 68 horas semanales ha sido la norma hasta hace apenas unos años. Desde apenas 2018, el límite son 40 horas, pero se le pueden añadir unas 12 horas extra a la semana. Además, trabajar al menos el sábado está bastante aceptado. "Ayudar a la empresa era ayudar al país. Mi semana era lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, viernes y viernes", contaba este verano un alto ejecutivo con 30 años en Samsung al New York Times.

Por otro lado, la explosión económica ha traído consigo desigualdades que, aunque son menores que en países del entorno, hacen sentir a muchos que el avance económico del país no se deja notar en sus vidas. Aunque su índice de Gini (menos desigualdad cuanto más cercano a 0) se mantiene en un razonable 0,3, los empleos a tiempo parcial y, por tanto, más precarios, han aumentado en los últimos tiempos, tal y como refleja el último informe elaborado por la Oficina Económica y Comercial de España en Seúl.

Algo de todo esto hay en El juego del calamar, que parte de la siguiente premisa: Seong Gi-hun, un padre divorciado y con problemas con el juego que vive con su madre y a quien da vida el actor Lee Jung-jae, es invitado a participar en un concurso secreto. Allí, ataviado con su chándal verde, se topa con otros 455 participantes con los que competirá por ganar el equivalente a un premio de más de 30 millones de euros. Solo hay un problema: perder significa morir.

Un detalle importante es que si, entre juego y juego, la mitad más uno de los participantes deciden abandonar, el concurso se acaba. De hecho, en un primer momento, esto es exactamente lo que sucede. Pero el protagonista decide volver. ¿Por qué?

La respuesta es que echa cuentas. Sin tener en cuenta otras variables como las habilidades físicas y mentales de cada cual, el concurso mortal le da un 0,22% de posibilidades de hacerse rico, una cifra que sale de calcular qué porcentaje representa una unidad entre 456. ¿Qué posibilidades le ofrecía de la realidad económica de Corea del Sur?

En 2022, el Global Wealth Report, elaborado entonces por el banco suizo Credit Suisse, cifraba en unas 32.000 el número de personas que en Corea del Sur tenían un patrimonio entre los 10 millones de dólares y los 50 millones. De nuevo, sin tener en cuenta ninguna consideración más, como que buena parte de estos ultrarricos provienen de familias acaudaladas cuyas empresas han crecido al abrigo del estado, esto arroja una escaso 0,06% de posibilidades de formar parte de ese club tan exclusivo. Gi-hun, un hombre además de mediana edad y sin apenas estudios, tenía muchas más posibilidades de triunfar en el concurso que fuera de él.

A ello hay que sumar otros factores. El primero es que el protagonista, ludópata y divorciado, es acreedor, al igual que el resto de participantes del oscuro concurso, de una onerosa deuda. El suyo no es un ni mucho menos un caso singular en Corea del Sur. En 2021, factores como el alto precio de la vivienda llevaron a los hogares surcoreanos a una tasa de endeudamiento privado superior el 102% del PIB. Sin embargo, tras unos años de relativa buena marcha económica, con un crecimiento nominal del PIB superior al 3%, esta tasa se ha moderado algo para quedarse en el 98%. Con todo, los hogares surcoreanos siguen siendo los más endeudados de la OCDE.

Esto trae consigo otra realidad, que también queda reflejada en la serie a través de la participación en el concurso del anciano Oh Il-nam. En Corea del Sur, a pesar de que la edad de jubilación está en los 60 años, aproximadamente una de cada cuatro personas mayores de 70 años trabaja. El motivo, la economía y la demografía: las familias deben seguir pagando sus rentas, y el envejecimiento de la población hace que casi el 19% de los surcoreanos tenga más de 60 años. Como resultado, se da la paradójica situación de que los sindicatos surcoreanos están reclamando retrasar la edad de jubilación para que los trabajadores puedan mantener sus puestos, su antigüedad y su remuneración durante más tiempo antes de tener que buscarse trabajos poco cualificados tras jubilarse. En la serie, el viejo Il-nam compite, en principio, como uno más.

El juego del calamar no se deja un solo detalle por reflejar, ni siquiera el fenómeno demográfico de los desertores norcoreanos que llegan cada año a Corea del Sur a pesar incluso del cierre de fronteras. Su manera descarnada y original de hacerlo conquistó al público. Este jueves se estrena una segunda temporada en la que el protagonista reclamará venganza. Solo el tiempo dirá si vuelven a dar con la clave o si, demasiado apartados de la realidad, sus juegos pierden gracia.