Sucedió tras la invasión de Ucrania, en el inicio de la guerra. Podría volver a ocurrir en la paz, o en el intento por alcanzarla que ahora se ha puesto sobre el tablero internacional. La inestabilidad y la incertidumbre no son buenas para la economía, tampoco para la energía. A ellas también han contribuido las primeras medidas arancelarias de Donald Trump, sus intentos por modificar las políticas y alianzas de defensa globales o las amenazas de arrinconar a Europa en la toma de decisiones. Desde su llegada a la presidencia de los EEUU el tablero geopolítico ha comenzado a agitarse.
La inesperada sintonía del líder estadounidense con Putin ha sido la gota que amenaza con desbordar la calma energética. Dos superpotencias, una más petrolera y la otra más gasista, estrechando lazos para… ¿condicionar y controlar los mercados de energía de todo el planeta? La autonomía energética española y comunitaria ya sufrió hace tres años con la invasión rusa de Ucrania. ¿Soportará el ‘tsunami’ Trump y el nuevo papel global que podría adquirir Rusia? El gas ruso es una fuente energética muy relevante. Más aún cuando la dependencia de gas es una de las debilidades de Europa.
El continente y España apenas lo producen. La inmensa mayoría del suministro procede de la importación desde multitud de países, entre ellos Rusia. Ahora EEUU también ha anunciado que quiere disparar su producción de petróleo y gas y afianzarse aún más de lo que lo ha hecho en los últimos años.
Hace tiempo que la presión energética se ha demostrado como una potente arma de coacción internacional. También como un elemento estratégico especialmente sensible a las inestabilidades económicas y políticas internacionales.
En este contexto de posibles cambios de ejes y fortalezas, la dependencia del gas exterior abre una incertidumbre. Nuestro país depende del gas procedente de 14 países. También ellos están expuestos a la onda expansiva del juego en el tablero global. En plena transición energética, pese a que las renovables ganan cada vez más peso, para hacer funcionar nuestra economía y la de nuestros hogares el gas fósil sigue siendo esencial. Es una fuente muy relevante en el ‘mix energético’ de nuestro país. El 21% de la energía consumida el año pasado procedía del gas natural. El año pasado España consumió 310.487 GWh de gas y produjo apenas... 510 GWh.
Las importaciones crecen un 23%
¿Está el suministro de gas garantizado en España? ¿Y el de Europa? La respuesta a esa pregunta está en la capacidad para almacenar. Y en eso España está casi blindada. Pese a no ser un país productor, sino importador, los depósitos españoles no sólo suministran gas a la economía del país sino también a la de los socios comunitarios. Y cada vez más. Hasta mediados de este mes de febrero las exportaciones españolas se han disparado un 23% respecto al mismo periodo del año pasado. En el primer mes y medio del año las compañías gasistas españolas exportaron 5,7 TWh de gas, fundamentalmente a Francia y Portugal.
La red de depósitos, subterráneos y en superficie, españoles almacena a día de hoy el equivalente al 35% del total del gas natural licuado (GNL) acumulado en toda la UE. De los 9,96 millones de m3, 3,46 están en almacenes españoles. En el caso del gas regasificado, el porcentajes es del 30%. La clave está en nuestras infraestructuras y logística con una potente red de ‘almacenes’ de gas dispersos por nuestro territorio. Son los que dotan a la economía española del músculo del que otros carecen para afrontar con garantía un posible escenario de problemas de suministro o de tensión internacional. Sólo con el gas acumulado en las plantas subterráneas, las que almacenan un menor volumen en términos globales, estaría garantizado el suministro para todo el país durante alrededor de 23 días.
Y esa es la menor parte. No es en el subsuelo donde se encuentra el volumen de gas más relevante, sino en las plantas en superficie, en los depósitos de la red de plantas regasificadoras. La infraestructura de almacenamiento en nuestro país se compone fundamentalmente de siete plantas regasificadoras –Sagunto, Cartagena, Huelva, Bilbao, Mugardos (La Coruña) y la planta logística de El Musel (Gijón)-. A ellas hay que sumar las plantas subterráneas, algunas submarinas: ‘La Gaviota’ (Bermeo), Serrablo (Huesca) y Yela (Guadalajara), además de otras de menor dimensión como Poseidón (Golfo de Cádiz) y Palancares-Marismas (Huelva).
Todas estas instalaciones de almacenamiento están conectadas a través de una amplia red de gasoductos que permiten no sólo inyectar el gas sino transportarlo a lo largo y ancho del país en función de las necesidades. Una red de conexiones que también nos unen con Europa a través de los gasoductos que en el País Vasco y Navarra nos comunican energéticamente con Francia. Las plantas de regasificación en zonas costeras también son en clave para la carga e importación del GNL por vía marítima.
Reservas al 66%
El conjunto de almacenes subterráneos de toda la UE acumula actualmente 481 TWh de gas. Supone menos de la mitad de su capacidad, apenas un 42% de su capacidad máxima de almacenaje. De ellos, 23,75 TWh se encuentran en España. Los almacenes españoles bajo tierra se encuentran actualmente al 66% de su capacidad, muy por encima de la media comunitaria. En el mes de agosto, antes de que la demanda propia del invierno requiriera de una mayor demanda, los depósitos llegaron a estar al 100% de capacidad.
Una de las plantas más singulares es la ubicada en el Cabo de Matxitxako, a 8 kilómetros de la costa de Bermeo (Bizkaia), en el mar cantábrico. Este antiguo yacimiento, situado a 2.150 metros de profundidad, es un almacén con capacidad para alrededor de 2.000 m3 de gas.
Otro de los almacenes subterráneos es el de Serrableo, en Huesca, entre Jaca y Sabiñánigo. Este yacimiento fue explotado hasta 1989. Después, se reconvirtió en un almacén. En Guadalajara, en la localidad de Brihuega, se encuentra el almacén de Yela. Se trata de un acuífero salino, a 2.300 metros de profundidad con capacidad para cerca de 2.000 m3. La compañía Enagás es la que gestiona estos tres almacenes donde se guardan reservas para posibles picos de demanda o problemas de suministro.
En todo el mundo existen alrededor de 630 almacenes subterráneos. El más singular es el que está ubicado en el subsuelo de la ciudad de Berlín. En 81 casos se trata de acuíferos salados profundos. El primer almacén de este tipo se construyó en los EEUU en 1915. En muchos países europeos estas infraestructuras son más numerosas que en España pero de mucha menor capacidad: Alemania cuentan con más de 60 almacenes subterráneos de gas, Francia con 23, Italia con 14 y Holanda con 9. Se estima que con su capacidad de almacenaje y sus necesidades de gas, países como Alemania podrían aguantar tres meses y Austria incluso un año.
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