Durante las últimas semana, el anuncio de la guerra comercial por parte de la Administración Trump ha reavivado el debate sobre los efectos económicos del proteccionismo. Su promesa de imponer barreras comerciales como método de defensa de la industria y el empleo estadounidense recuerda a uno de los episodios más estudiados en el siglo XX: la ley Smoot-Hawley de 1930. Una política arancelaria que dañó el comercio internacioanl y agravó la crisis económica de 1929, conocida como la Gran Depresión. Aunque el contexto actual es diferente, los paralelismos históricos han hecho saltar las alarmas entre economistas y analistas internacionales.
Para entender los riesgos de repetir errores del pasado, conviene volver a las raíces. Tras la I Guerra Mundial (1914-1918), las economías del mundo comenzaron a recuperarse a partir de 1924. El presidente estadounidense, Calvin Coolidge declaraba en 1928 que en "ningún otro momento el Congreso de los Estados Unidos se había reunido en medio de tanta prosperidad". Los felices años veinte. Precios estables gracias a la solidez de las políticas monetarias y al reestablecimiento del patrón oro, elevados niveles de empleo y beneficios empresariales en aumento que retribuían abundantemente a los inversores en las bolsas. Sin embargo, este crecimiento no alcanzó a todos los sectores productivos de la economía por igual.
En concreto, los agricultores se toparon con la llegada al mercado de productos primarios procedentes de países emergentes -con precios más bajos- con los que debían competir. El Partido Republicano quiso rentabilizar estos votos -que ocupaban al 20% de la población- y propuso un aumento drástico de los aranceles a fin de proteger a los agricultores estadounidenses. Tras la victoria electoral de 1928, el candidato republicano Herbert Hoover tuvo que poner en marcha este proyecto pre-electoral. Los senadores Reed Smoot y W.C. Hawley se encargaron de ello.
Simultáneamente, frente a los excelentes rendimientos que la bolsa neoyorquina experimentaba desde 1924 -que preocupó lo suficiente a la Reserva Federal como para subir los tipos de interés solo para frenar la especulación-, las caídas de la bolsa del 24 de octubre de 1929 (Jueves Negro) dieron fin a la prosperidad de los felices años 20. La burbuja especulativa dio paso a la Gran Depresión, lo que tuvo efectos devastadores en casi todos los países. La renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios se derrumbaron. Además, el desempleo en Estados Unidos aumentó desde el 3% a más del 25%.
Los agricultores y ganaderos estadounidenses, que ya antes exigían con urgencia elevar los aranceles, con el nuevo contexto, intensificaron sus demandas. Inicialmente, los aranceles se iban a acotar a los productos agropecuarios. Sin embargo, los senadores ampliaron su alcance a cerca de 20.000 productos en el anteproyecto de ley de marzo de 1930 para proteger a otros sectores, como a la industria. Pese a las numerosas protestas, desde economistas hasta banqueros e industriales que temían que otros países imitasen estas medidas como represalias, el proyecto fue aprobado el 17 de junio de 1930 en la ahora conocida como Ley Smoot-Hawley.
Esta ley de 2.000 páginas hizo que el arancel promedio se situara del 40% al 60%, el segundo incremento más elevado en la historia norteamericana. Por detrás de la ley de Aranceles de 1828, pero con la diferencia de que en 1930 Estados Unidos se había convertido en el principal mercado de importación y exportación del mundo. Los resultados de la medida política recrudecieron los efectos de la crisis económica en curso. Según los cálculos del inversor y analista de mercado William J. Bernstein, entre 1929 y 1932 el PIB estadounidense cayó un 26% mientras que el del resto de países, lo hizo un 17%.
Asimismo, las importaciones y exportaciones estadounidenses cayeron alrededor del 40% y las ventas de productos norteamericanos en el extranjero pasaron de los 5.300 millones de dólares de la época de 1929 a 1.600 millones en 1932, es decir, una caída del 70%. Del mismo modo, en 1932 se redujeron un 85,5 % las exportaciones de hierro y acero. Y además, otros países como Canadá y Europa impusieron aranceles recíprocos, lo que hizo que el comercio internacional disminuyera en un 66%. Algunos expertos incluso señalan que el aislamiento económico fundamentó la creación posterior de los regímenes nacionalistas de la década de 1940.
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