Los inversores son cada vez menos miedosos aunque las circunstancias sean cada vez más negativas. En un momento en el que la incertidumbre, lejos de desaparecer, aumenta por momentos, cabría pensar que los inversores se están decantando por opciones conservadoras, como la renta fija o los depósitos, para no arriesgar su dinero, pero la realidad es muy diferente. Los ahorradores están prefiriendo aprovechar la debilidad del mercado bursátil para intentar arañar rentabilidad.
Durante los que hasta ahora han sido los peores meses de la pandemia, que coincidieron con el confinamiento, los inversores optaron más por recurrir a la renta variable que a la fija, pese a que la primera implica más riesgo.
"Lo que se produjo, con gran sorpresa por mi parte, es que el desplome en toda la banca española se produjo en la renta fija. El producto mejor diseñado para aguantar las caídas del mercado fue del que todo el mundo huyó", explica Francisco Quintana, director de Estrategias de Inversión en ING, a El Independiente.
El producto mejor diseñado para aguantar las caídas del mercado fue del que todo el mundo huyó"
Francisco quintana
Los inversores, lejos de querer refugiarse en la renta fija, como recomiendan algunos analistas para periodos de incertidumbre, se lanzaron a la Bolsa.
Al mismo tiempo que había salidas en las opciones más conservadoras, "en renta variable los clientes no solo no sacaron su dinero, sino que a partir de abril las entradas fueron más fuertes", prosigue Quintana.
En efecto, los datos de Inverco, que aportan las claves sobre los movimientos de los fondos de inversión y de pensiones, reflejan que en los seis primeros meses del año, en los que tuvo lugar la primera ola de la pandemia y el confinamiento, la renta variable registró suscripciones netas positivas. Esta clase de inversión cerró el semestre con un saldo de 362 millones de euros, gracias especialmente a la evolución de la renta variable internacional.
Sin embargo, la situación de la renta fija fue totalmente opuesta. Las suscripciones netas de los fondos más conservadores fueron negativas, de forma que se registraron más salidas de fondos que entradas, con un saldo negativo de 346 millones de euros. La evolución fue muy dispar por tipos de fondos, pues mientras los de corto plazo sufrieron más, especialmente los de renta fija europea, los de largo plazo tuvieron saldo positivo.
La situación fue especial durante los peores meses de la pandemia, pero, como destaca el responsable de ING, en los meses posteriores, los del verano, la situación se estabilizó. Así lo reflejan los datos de Inverco, según los cuales a cierre de septiembre los fondos de renta fija registraban suscripciones positivas de 1.227 millones en el año, al contrario que los de renta variable, que estaban en negativo (-120 millones de euros).
Baja rentabilidad
¿Por qué los inversores recurren más al riesgo que a la estabilidad en tiempos de incertidumbre? Desde XTB, el analista Darío García explica a este periódico que la baja rentabilidad de los fondos de renta fija es uno de los motivos. En un contexto en el que el Banco Central Europeo (BCE) ejerce de red de seguridad de las emisiones de deuda, "los fondos de renta fija se las ven y las desean para ofrecer rentabilidad", al tiempo que los costes de gestión se mantienen estables.
"Se trata del coste de oportunidad. De invertir en una tecnológica [en Bolsa] a la renta fija la diferencia está clara", añade el experto, según quien los inversores clásicos de renta fija terminan recurriendo a inversiones con vencimientos más cortos o a aprovechar el momento de debilidad de la Bolsa.
Aunque puede haber más momentos de oportunidad para entrar en Bolsa para entrar en Bolsa ("Quién dice que a final de año no habrá otra caída", reflexiona el analista de XTB), lo cierto es que en estos momentos representa una vía para que los pequeños inversores den salida a sus ahorros, que están creciendo durante la pandemia como respuesta al retroceso en el consumo.
En medio de esta crisis económica, los españoles están creando una hucha de ahorro preventivo para afrontar las posibles situaciones adversas que traiga el deterioro económico de la pandemia, que por el momento está dejando el sustento de muchas familias colgando del hilo de la protección gubernamental, pero que traerá altos niveles de desempleo tanto este año como el próximo.
Una década con dos crisis
Esta será la segunda crisis económica que sufran los inversores en tan solo una década, durante la que su aversión al riesgo ha ido decayendo, lo que ha sentado las bases para la actitud que han tenido durante la pandemia.
En los últimos diez años, la renta variable ha ido cogiendo cada vez más peso en las carteras de los fondos de inversión españoles, al tiempo que los depósitos y la renta fija han perdido interés. Entre 2009 y 2019, la primera ha avanzado nueve puntos porcentuales, hasta el 17%, de forma que ha duplicado su peso, como señalaba un reciente informe publicado por el Banco de España.
Las opciones más conservadoras han experimentado una evolución muy diferente. Mientras que el peso de la renta fija ha caído del 54% al 40% en el mismo periodo, el de los depósitos ha retrocedido del 23% al 11%.
Varias razones se esconden detrás de esta evolución. Por una parte, la ya citada baja rentabilidad de la renta fija, principalmente debido a los bajos tipos de interés, pero también al hecho de que los fondos de inversión españoles han tenido una rentabilidad baja en relación con el resto de Europa por estar "sobreexpuestos" a la renta fija. Esto se debe, en parte, a la demanda de los clientes, que buscan tranquilidad para sus ahorros, algo que, según Quintana, termina por no compensar ni al cliente, que obtiene poca rentabilidad con la renta fija, ni al banco, que tiene un cliente frustrado.
Por otra parte, ha sido determinante para que la renta variable cobre protagonismo la familiarización de los particulares con los instrumentos de inversión, accesibles ahora más que nunca gracias a las plataformas online o las aplicaciones de los bancos, que han hecho que "el porcentaje de ahorradores que se meten a experimentar con la inversión haya ido aumentando", como explica Quintana.
Por último, en opinión de este experto también hay detrás de este mayor afán de arriesgar un esfuerzo por parte de los bancos a la hora de ofrecer estos productos. La renta variable les reporta mejores comisiones que la fija, pero los clientes arriesgados también compensan porque obtener mayor rentabilidad les aleja de la frustración, por lo que siguen invirtiendo o invierten a un plazo más largo. Ambas partes ganan.
Precisamente, el porcentaje de españoles que planean invertir a más de tres años era del 15% antes de la crisis financiera, en 2007, y ahora ha subido al 35%, según los datos de Inverco.
"Es una fantástica evolución, pero insuficiente", según Quintana, que considera una "buena noticia" que la renta variable cada vez interese más. Será necesario que los inversores se lancen a comprometer su dinero en periodos más largos para que obtengan más rentabilidad, pero, al menos, han perdido ya el miedo.
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