No todas las bodas llegan a celebrarse. BBVA y Sabadell han terminando cancelando la suya por el punto más básico de cualquier negociación: los términos económicos. La ecuación de canje se ha convertido en un punto de fricción insalvable, pero es solo la consecuencia de desacuerdos en varias cuestiones económicas, principalmente en la valoración de los activos que Sabadell aportaba al nuevo banco.
Toda negociación consiste en ceder en algunas cuestiones y en sacar partido de otras, pero en este caso ha pesado más la defensa de lo propio. Uno de los puntos clave de la ruptura ha sido la falta de acuerdo en la valoración de algunas áreas de Sabadell, como el negocio de pymes, según explican varias fuentes conocedoras de las negociaciones.
Sabadell es una de las entidades españolas con mayor exposición a los sectores turístico, hostelero y de transportes, que están entre los más afectados por la pandemia. La morosidad, por tanto, presionará la evolución de este segmento en los próximos meses. Con todo, el negocio de pymes de Sabadell es de los más potentes del país, por lo que, tras la pandemia, podría haberse convertido en un buen activo para el gigante bancario que habrían formado BBVA y Sabadell.
Desde el principio, la operación se planteó como una fusión y no como una compra, lo que obligaba a ambas entidades a ponerse de acuerdo sobre el precio, es decir, sobre la valoración de los activos. De haberse tratado de una adquisición, BBVA, la entidad más grande, habría podido poner todas las condiciones. Pero no fue así.
Este negocio y su incierto futuro cercano pesaban sobre BBVA, a cuyos accionistas les sonaba mejor una recompra de acciones u otra opción que creara valor para sus participaciones, muy devaluadas en los últimos años por el desplome de la cotización.
Con todo, en el banco aún apostaban por la fusión con Sabadell horas antes de oficializarse la ruptura. BBVA celebró un consejo de administración en la tarde del jueves y en esos momentos, según ha podido saber El Independiente, la operación "todavía estaba viva" para los gestores del banco azul.
En las filas de Sabadell, sin embargo, se fraguaba el rechazo. Fue el banco el que rompió las conversaciones al considerar que su contraparte no estaba valorando adecuadamente sus activos, según estas mismas fuentes.
Esquema de poder
El desacuerdo llegó a tal punto que todo el proceso saltó por los aires apenas diez días después de que las conversaciones se convirtieran en oficiales. Todo a pesar de que algunas piezas muy relevantes habían sido ya colocadas, como el reparto de poder.
Los gestores de ambos bancos habían llegado ya al acuerdo de que Carlos Torres, actual presidente de BBVA, mantendría su puesto en el nuevo banco, mientras que Josep Oliu, su homólogo en Sabadell, sería vicepresidente no ejecutivo.
El puesto de consejero delegado aún no había sido asignado, aunque la decisión iba a recaer en BBVA, donde actualmente ocupa ese cargo Onur Genç. Con la presidencia ejecutiva y el cargo de consejero delegado, BBVA iba a aglutinar la mayor parcela de poder en este proyecto de fusión que ha quedado reducido a cenizas.
Con la duda de si las negociaciones llegarán a retomarse en algún momento, se cierra aquí un capítulo de la segunda ronda de consolidación que el sector está viviendo en menos de una década. Se cumplió aquello que dicen de que cuando el dinero entra por la puerta, el amor salta por la ventana.
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