El sector bancario afronta uno de sus momentos más críticos. Sobre la banca española penden dos espadas de Damocles que meten presión a las entidades para ponerse manos a la obra y estudiar sus posibles fusiones. La baja rentabilidad y la alta morosidad que traerá la pandemia ponen contra las cuerdas a los bancos, que buscan compañeros de baile para afrontar el tormentoso futuro de los próximos meses.
Los supervisores están poniendo una larga lista de deberes a la banca y entre los más urgentes se encuentran aumentar la rentabilidad, mejorar su eficiencia y estar preparados para la oleada de morosidad que llegará en los próximos meses. Para aprobar con nota, una de las vías más socorrida es la fusión entre entidades.
CaixaBank y Bankia están a punto de obtener el visto bueno definitivo a su operación de fusión, el de los accionistas, que llegará esta misma semana. Mientras, Unicaja y Liberbank continúan negociando un acuerdo para convertirse en un solo banco.
La tercera fase de esta segunda reestructuración bancaria en menos de una década debía ser la fusión entre BBVA y Sabadell, una salida considerada óptima por todos los protagonistas del sector, pero su ruptura, lejos de aflojar la presión, pone a los bancos aún más en el disparadero para rendirse a una nueva fase de consolidación.
La presión tiene nombre propio: morosidad. Esta amenaza sobrevuela las previsiones de la banca para 2021, un año que, como reconocen los propios gestores de las entidades, será muy duro. Pese a las noticias cada vez más esperanzadoras sobre la vacuna, las consecuencias económicas de la paralización de la actividad y el shock de la pandemia llegarán a las entidades en los próximos meses en forma de ola de impagos.
Aunque no hay muchas previsiones oficiales (públicas) sobre a qué nivel podría ascender la morosidad el próximo año, desde el Banco de España ya han advertido de que su aumento será "significativo" hasta en el mejor escenario, que implica una caída del Producto Interior Bruto (PIB) superior al 10% este año.
El arma más potente de los bancos para protegerse ante esta ola de morosidad es la dotación de millonarias provisiones que están efectuando este año y que continuará durante los próximos meses, a pesar de haber experimentado una bajada del ritmo durante el tercer trimestre.
Esta ralentización en la dotación de provisiones permitió a algunos bancos salvar su beneficio al cierre de septiembre y este detalle no ha pasado desapercibido para el Banco de España. La subgobernadora, Margarita Delgado, destacó hace unos días la falta de prudencia de las entidades al relajar el ritmo de dotación de provisiones, que serán vitales para evitar la quiebra de bancos en los próximos meses.
Rentabilidad
La presión que impone el supervisor para que los bancos se fusionen tiene su origen en la baja rentabilidad de las entidades, que arrastran desde hace meses, principalmente debido a los bajos tipos de interés que reinan en la zona euro desde hace ocho años.
Hace unos días, el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, advertía que la rentabilidad de los bancos europeos se encontraba por debajo del 6% ya en junio de 2019 y que solamente tres cuartos de los bancos grandes superan el 8%, el umbral puesto por los inversores para hacerse con acciones de estas entidades.
Desde el supervisor, lejos de achacar a su propia política monetaria esta baja rentabilidad de los bancos, consideran que las entidades tienen aún un exceso de capacidad que como mejor puede resolverse es a través de fusiones. Estas operaciones conllevan siempre fuertes ajustes de plantilla y de la red comercial, lo que mejora la eficiencia de las entidades que las protagonizan a pasos agigantados.
"Es preciso que haya una perspectiva de negocio más desahogada para los bancos, en la que el cierre de oficinas y disminución de capacidad operativa no sean tan necesarios, lo que ahora es complicado con tipos de interés reducidos y una rentabilidad con muchas dificultades para aumentar", apunta, por su parte, Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas.
En un contexto en el que las quinielas para las fusiones bancarias están a la orden del día, los banqueros siempre defienden que la competencia del sector es alta debido a la entrada en el sector de las nuevas entidades (los llamados neobancos) y las bigtech, a los que se unen las empresas de todo tipo (telecos, automovilísticas...) que se incorporan al sector con sus propias entidades. Esta competencia que viene de fuera es, a su vez, otra fuente de presión que lleva a los bancos a pensar en las fusiones como una vía de escape.
Con acuerdos o sin ellos, lo cierto es que la necesidad apremia para los bancos y la presión cada vez es mayor. Están condenados a fusionarse. Y, lo que es más difícil, a entenderse para ello.
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