El acceso a la compra de una vivienda se está convirtiendo en un problema cada vez más grande. El incremento del precio de los alquileres durante los últimos años, especialmente en ciudades como Madrid o Barcelona, ha conducido a la paradoja de que pagar una hipoteca sea en ocasiones más asequible, pero a los españoles aún les cuesta reunir el importe necesario para hacerse con una vivienda en propiedad, pues no cuentan con los ahorros suficientes para ello.
Los españoles que viven de alquiler tienen un nivel de ingresos suficiente para abonar cada mes la cuota de la hipoteca, pero no disponen de ahorros que les permitan afrontar el pago de la entrada. Más concretamente, solo el 13% de los inquilinos españoles tiene capacidad financiera para ello, como determina un informe de CaixaBank Research.
Tras la pasada crisis financiera, los bancos han aprendido la lección y, en líneas generales, no suelen conceder hipotecas por más del 80% del capital en el caso de que el préstamo sea para una vivienda habitual (menos si es segunda residencia), en el que se incluye el precio de la vivienda, los impuestos y los gastos de formalización.
Es por eso que el comprador debe aportar, al menos, un 20% del capital, lo cual puede suponer un importe muy abultado en función del precio de la vivienda que se desea adquirir.
Esta circunstancia se convierte en un impedimento para acceder a la compra en el caso de ciudadanos que no tienen ahorros y obliga a los jóvenes o bien a quedarse en casa de sus padres y retrasar la emancipación o bien, en el mejor de los casos, a tener que resignarse al alquiler. Y, con el paso de los años, la situación no mejora demasiado.
12.000 euros menos ahorrados
Entre los españoles que viven de alquiler y los compradores existen diferencias tanto en nivel de ingresos como de ahorro, pero son más acusadas en el segundo caso.
El nivel de ingresos mediano de un inquilino es de 1.524 euros mensuales, es decir, inferior al de los compradores, que es de 1.845 euros. En cuanto al nivel de ahorro, entre los inquilinos la mediana es de 1.816 euros, mientras que el de los compradores es de 14.530 euros, de acuerdo con los datos de CaixaBank Research.
De hecho, según este análisis, la mitad de los inquilinos en España (49%) tiene un nivel de ingresos que le permitiría acceder a la compra de una vivienda, pero el problema se encuentra en el umbral de ahorros. Solamente un 13% de los inquilinos españoles tiene capacidad financiera para adquirir una vivienda, de forma que un 36% tiene ingresos, pero no ahorro suficiente para poder tomar esta decisión.
Por ciudades, el análisis de CaixaBank Research determina que en Zaragoza, Bilbao, Barcelona y Palma de Mallorca el porcentaje de inquilinos que tiene ingresos suficientes y ahorros para comprar una casa es inferior al 10%.
Los jóvenes, peor aún
En el caso de los jóvenes, la situación es aún más dramática. La capacidad de ahorro es el impedimento principal para que puedan acceder a una casa los menores de 35 años, que se ven inmersos en una espiral de la que es muy difícil salir. Al no poder comprar una casa están condenados a vivir de alquiler y el alquiler les impide ahorrar para adquirir una vivienda. Es decir, no tienen capacidad de ahorro y el alquiler la mina aún más.
El análisis de CaixaBank Research determina que el 41% tiene ingresos suficientes para comprar una casa, pero no ahorros, por encima de la media de todos los ciudadanos. Esta cifra se eleva en el caso de Valencia, Málaga, Bilbao, Sevilla y Barcelona, mientras que en capitales como Murcia, Zaragoza, Madrid o Palma de Mallorca se encuentra por debajo del 40%.
Los jóvenes necesitan un pequeño empujón hacia la compra de vivienda y ya se han puesto algunas ideas sobre la mesa. Entre ellas se encuentra la posibilidad de que el Estado avale una parte del capital necesario para la hipoteca y que los bancos la concedan por hasta el 90%, propuesta que emitió Ana Botín, presidenta de Santander, hace algunos meses. Esta medida es similar a la que ya funciona en Reino Unido, conocida como Help to buy. De momento no se ha puesto en marcha ni esta ni otras propuestas, por lo que el problema se va dilatando.
Las actuales circunstancias, que están condenando a los jóvenes a más desempleo, no hacen más que aumentar la incertidumbre sobre su capacidad de generar ingresos en el futuro, por lo que es posible que esta dramática situación no tenga un final próximo, con todas las consecuencias que acarrea para la sociedad en su conjunto.
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