La banca española vive estos meses la activación de los engranajes de una nueva consolidación del sector, la segunda en menos de una década. Sin embargo, el perímetro de este proceso no se abre más allá de las fronteras españolas, pese a que los supervisores insisten desde hace meses en que las fusiones deben tener pasaporte internacional.
La fórmula para conseguir un mercado bancario cada vez más europeo y menos español pasa necesariamente por contar con una verdadera Unión Bancaria, pero, años después de la puesta en marcha de un sistema de supervisión bancaria común, aún quedan incógnitas por resolver.
Una de las que más preocupa a las entidades es la creación de un fondo de garantía de depósitos común. En los países de la Unión Europea, como es el caso de España, los bancos dotan periódicamente un fondo que sirva como salvavidas en el caso de quiebra de una entidad y garantice los depósitos de los clientes o, al menos, aquellos que no superen los 100.000 euros por cabeza y entidad.
"La Unión Bancaria ha sido el gran salvavidas tras la crisis financiera y soberana en la eurozona", apunta Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas, si bien "falta mayor rodaje para que la supervisión única impulse fusiones transfronterizas donde sean una solución y para ello también es necesario que la integración financiera europea avance más rápidamente".
Las entidades necesitan que el campo de juego sea igual para todos antes de lanzarse a las fusiones internacionales. Para Fernando Rojas, consultor del área de Banca de Afi, en el mercado europeo "falta homogeneización". No en vano, "la Unión Bancaria tiene cinco años y el mercado bancario tiene cientos de años", pero, en todo caso, "la tendencia es esa, a competir a nivel europeo".
Sinergias más complicadas
Contar con un sistema similar en la zona euro quitaría excusas a los bancos para perder el miedo a las fusiones transfronterizas, pero la falta del mismo no es el único impedimento que ancla a las entidades en el terreno nacional.
El anterior presidente del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), Jaime Ponce, explicó con claridad en su último paso por el Congreso que "el valor de la fusión está basado en la reducción de costes". Lo hizo en relación con la integración de CaixaBank y Bankia, pero puede aplicarse al resto de procesos de consolidación.
Estas reducciones de costes son más fáciles de vislumbrar cuando se habla de operaciones entre entidades con una presencia geográfica similar que da pie a un fuerte ajuste de la red de oficinas y de la plantilla. Sin embargo, en el caso de bancos con presencias geográficas totalmente dispares y muy diferentes en su negocio o su forma de operar estas sinergias están más ocultas o, directamente, no existen.
En el caso de la fusión entre CaixaBank y Bankia, la previsión de ambas pasa por ahorrar unos 770 millones de euros al año e ingresar otros 290 millones cada ejercicio. "Hay que tener en cuenta que esas sinergias de costes no se producirían entre un banco alemán y otro italiano. Habría otras sinergias de ampliación del negocio, pero de costes no", explica Rojas, de Afi.
Son, sin duda, más difíciles de conseguir y requieren un contexto en el que la banca no esté tan presionada. "Es preciso que haya una perspectiva de negocio más desahogada para los bancos, en la que el cierre de oficinas y la disminución de capacidad operativa no sean tan necesarios (y que explican el mayor interés por las fusiones domésticas, que permiten reducir costes operativos más marcadamente mientras las transfronterizas no), lo que ahora es complicado con tipos de interés reducidos y una rentabilidad con muchas dificultades para aumentar", añade Carbó, desde Funcas.
Resistencia a salir
Esta resistencia a abandonar España para acometer fusiones, que no compras, viene de lejos. "No siempre [las fusiones] se circunscriben al ámbito nacional, pero sí es cierto que ha habido una cierta resistencia a ese tipo de operaciones corporativas. Hace años era palpable una cierta política de protección de campeones nacionales que también se daba en otros sectores, como las aerolíneas", explica Carbó.
Además, el proceso de integración financiera de Europa se ralentizó tras la pasada crisis y los bancos "siguen intentando reducir estructuras y avanzar hacia la digitalización", como expone el experto de Funcas.
Los retos que afrontan los bancos españoles les llevan a tirar la toalla, al menos de momento, a la hora de lanzarse a estas fusiones internacionales. En definitiva, como añade Carbó, "el mercado no está para muchas grandes operaciones transnacionales".
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