La ciencia ficción empieza a ser la tónica habitual en el sector financiero. En pleno debate sobre si las entidades deben cobrar a sus clientes por el dinero que tienen depositado en el banco, se les plantea la situación de tener que pagar a sus clientes por prestarles dinero. Lo cierto es que el desplome del Euríbor está dando lugar a situaciones nunca vistas antes y, sobre todo, está poniendo en jaque la vida de la tradicional hipoteca variable, gran aliada de los ingresos de la banca durante muchos años.
Estos préstamos con un interés que va cambiando cada año han sido prácticamente la norma durante las últimas décadas. El registro más antiguo del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondiente a 2003, refleja que el 97,1% de las hipotecas que se firmaban en este país era a tipo variable, por lo que tan solo el 2,9% se suscribía a un interés fijo. Entonces el Euríbor se situaba entorno al 2,5% y llegó a superar el 5% en el momento del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Tras el pinchazo, en tan solo un año cayó por debajo del 2% e inició un declive que es el origen del creciente interés de los bancos por firmar los préstamos hipotecarios a tipo fijo. Vincular las hipotecas al Euríbor era rentable entonces, lo que permitía a las entidades dar créditos con un diferencial inferior al 1%, que sumado al Euríbor generaba una rentabilidad para el banco.
El índice llegó a cero en febrero de 2016 y no ha sido capaz de superar ese umbral desde entonces. Al contrario, ha experimentado una caída libre y el último registro recogido por el Banco de España, correspondiente al pasado jueves, sitúa el nivel en el -0,505%.
Visto lo visto, es difícil adivinar si el Euríbor ha tocado suelo ya, pero los expertos confían en que, al menos, esté cerca. "El suelo está en el entorno del tipo que ha establecido el Banco Central Europeo (BCE) para los depósitos, es decir, en el entorno del -0,5% (puede estar un poco por encima o un poco por debajo)", explica a este periódico María Jesús Fernández, economista senior de Funcas.
Las expectativas de un horizonte de tipos de interés negativos para el que no se ve el fin garantiza durante algún tiempo unos niveles tan bajos, que podrían serlo más si el BCE lanzara alguna señal al respecto de reducir aún más la facilidad de depósito (actualmente en el -0,5%). Esta tasa "es una barrera psicológica para el mercado en este sentido", como apunta Fernando Rojas, consultor de banca de Afi.
Y, al contrario, "en cuanto empiece a extenderse una expectativa de que el BCE comenzará a subir su tipo, el Euríbor comenzará a subir (primero el de un año, más tarde los demás plazos), aunque aún falta tiempo para eso", añade la economista senior de Funcas.
Siguen siendo rentables
El desplome del índice está siendo tal que está poniendo a algunos bancos en la situación de tener que pagar a los clientes que tienen una hipoteca variable referenciada al Euríbor con un diferencial inferior al 0,5%. Con todo, siguen interesados en ofrecer este tipo de hipotecas porque un préstamo a tan largo plazo tiene sus ventajas, aunque el interés no aporte mucho margen.
"No creemos que vaya a desaparecer porque, aunque no sabemos cuándo, los tipos se van a normalizar y sí podremos ver tipos positivos en el futuro. Ahora tienen más sentido las hipotecas a tipo fijo [para los bancos], pero más adelante lo tendrán las variables", apunta Rojas, de Afi.
Actualmente, las hipotecas variables más baratas se están concediendo a Euríbor más 0,75%, aunque "hay bancos que con una negociación pueden llegar al 0,6% o, incluso, para empleados de bancos se pueden llegar a dar diferenciales del 0,5% o del cero", como apunta Miquel Riera, especialista de hipotecas de Help My Cash.
El diferencial de la hipoteca se puede rebajar con el cumplimiento de ciertos requisitos, como domiciliar la nómina, solicitar un seguro o contratar un fondo de inversión. Una vía de la que se beneficia el cliente al pagar un interés menor, pero también el banco porque logra un cliente con mayor vinculación, que es la última obsesión de los bancos. Otro motivo a favor de la supervivencia de este tipo de préstamos variables.
"Una hipoteca es un producto a muy largo plazo y quizá lo que no se cobre hoy se podrá cobrar en diez, quince o veinte años. Pese a no ser rentables ahora mismo, ofrecen cierto margen de interés y a largo plazo pueden seguir siendo rentables", añade Riera.
Ganando peso
En todo caso, este margen tan justo está llevando a los bancos a priorizar la venta de las hipotecas fijas, que les aseguran un interés para toda la vida del préstamo, frente a las variables, para las que tienen que subir el diferencial si quieren sacarles rentabilidad.
"Los bancos están apretando mucho en la comercialización de hipotecas fijas porque a corto plazo les ofrecen más beneficio y están necesitados de rentabilidad. Les está funcionando, porque la contratación de hipotecas fijas ha subido mucho", apunta el experto de Help My Cash.
En efecto, en los últimos diecisiete años, el peso de las fijas sobre el total de préstamos con garantía hipotecaria ha pasado del 2,9% al 47% registrado el octubre pasado en las estadísticas del INE. Muy superior al que tenía antes de que empezara la pandemia, que era del 37,5%, y, sobre todo, al de hace algo más de cinco años, cuando rondaba el 10%.
Vista esta bajada, no sería extraño que un producto financiero estrella como la hipoteca variable llegara a desaparecer. Ya ha ocurrido con los depósitos, a los que los tipos bajos han hecho agonizar hasta la irrelevancia. De momento, no parece que se vaya a repetir la historia con este tipo de hipotecas, pero lo cierto es que es difícil adivinar qué suceso extraño podría protagonizar la banca en los próximos meses.
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