A él, el espejo se lo recuerda cada mañana de cada día. A ella, la leve cojera que arrastra no le deja pasar página del todo. Hay a quien en realidad cada noche se lo susurra su memoria en silencio, el mismo en el que le sumió la sordera. Otros lo reviven al mirar sus manos y no ver los dedos que les fueron amputados, al recordar la metralla que no se pudo extraer o al seguir adaptándose a la ceguera del ojo que quedó dañado para siempre. En la mayoría de los casos las preguntas ya se dejaron de hacer. Los porqués, o han desistido de encontrar respuestas o se han quedado aparcados. Ocurre en cerca de 5.000 hogares de nuestro país cada día. Son los olvidados del terrorismo, los que la administración silenció con indemnizaciones en una suerte de mercantilización de su dolor y enterró después en el olvidó.
En su mente en cambio los recuerdos no duermen, a veces ni siquiera descansan. Las imágenes tampoco. Reaparecen como instantáneas que les recuerdan por qué su vida cambió desde aquel día. Lo que cuesta asimilar es que en parte deberían estar agradecidos. Hubo quien tuvo peor suerte, quien perdió la vida que ellos ahora, aunque maltrecha, tienen que seguir viviendo. Una triste fortuna, una desgracia, según se mire.
Para los heridos del terrorismo no suele haber homenajes. Tampoco calles, placas o recuerdos institucionales. Fueron noticia unos días, tras el atentado, se convirtieron en un número y un expediente administrativo meses después y terminaron por transformarse en una fría cifra sin historia en la larga lista de 4.808 heridos por actos de terrorismo que archiva el Ministerio del Interior.
El reconocimiento institucional a los heridos por terrorismo se ha limitado, en la mayoría de los casos, al pago de una indemnización
El primero en la lista es Francisco Ruiz Sánchez. Oficialmente es el primer herido por atentado terrorista reconocido en España. La mañana del de 9 febrero de 1976 trabajaba, como policía municipal en Galdakao (Vizcaya) que era, en labores de escolta del alcalde del municipio, Víctor Legorburu. Cuando el primer edil salía de casa cuatro miembros de ETA le esperaban. Las dos ráfagas de metralleta acabaron con su vida y cambiaron para siempre la de Francisco. Legorburu murió y en el cuerpo de su escolta los terroristas dejaron una huella en forma de once balas. Milagrosamente, aquel joven de 26 años nacido en Valdepeñas (Ciudad Real), padre de cuatro hijos, sobrevivió. Los médicos le extrajeron, una a una, las balas que magullaron para siempre su cuerpo y su vida. Un año después se le reconoció una incapacidad permanente absoluta como víctima del terrorismo.
30 años sin una llamada
Fue sólo el primero de una lista que sumadas las víctimas de los atentados yihadistas de Barcelona en agosto de 2017 rondan las 5.000 personas. “Son personas a las que en 10, 20 ó 30 años nunca les ha llamado nadie para interesarse por ellas, para saber cómo están, cómo ha cambiado su vida”, asegura María Jiménez Ramos, investigadora sobre terrorismo que junto a Javier Marrodán Ciordia ha publicado 'Heridos y Olvidados' (Ediciones La Esfera De Los Libros). Se trata de un estudio –impulsado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo- con el que por primera vez se evalúa y cuantifica el impacto en heridos que ha tenido la actividad de grupos terroristas en España. Además de las víctimas en nuestro país, también se incluyen los heridos españoles registrados en actos de carácter terrorista ocurridos en el extranjero.
Jiménez recuerda que además de la reducida atención mediática que se les ha ofrecido a los heridos en la sociedad también se instaló un olvido hacia ellas por parte de las instituciones que pervive hasta hoy: “A nivel público creo que se ha avanzado algo en el reconocimiento de estas personas, en actos que puedan reconfortarles pero aún queda mucho”. El estudio detallado de las cifras refleja que en muchos casos quienes cada día viven con el impacto de haber sufrido en sus propias carnes un atentado terrorista son niños. Entre 1967 y 2015 el Estado ha reconocido tal condición a 111 niños menores de 9 años y a otros 228 entre los 10 y los 19 años.
Y no son todas. En muchos casos los heridos en algún atentado terrorista cometido por una organización no aparecen en los registros oficiales. En ocasiones por expreso deseo de los afectados, en otros por ausencia de mecanismos para ello en los años en los que resultaron heridos y en otros, por mero pudor o temor al estigma social que acarreaba ser reconocida como tal. Uno de los datos más llamativos del estudio revela que ETA cometió 86 secuestros a lo largo de su historia -76 de ellos terminaron asesinando al secuestrado- pero que sin embargo tan sólo diez de ellos tienen el reconocimiento de víctimas. “Las causas reales no las conocemos, pero es evidente que en el País Vasco y Navarra durante un tiempo muchas víctimas quisieron pasar desapercibidas. Era un estigma social, era sentirse señaladas, como ponerse una diana en la espalda. También hay que pensar en muchos empresarios que se tuvieron que enfrentar al dilema moral terrible de tener que pagar o no por la vida de un secuestrado”.
Si no hay sentencia un herido recibe casi la mitad de indemnización por su incapacidad o invalidez
Evidentemente, la memoria y el recuerdo prioritario se lo llevaron los más de un millar de muertos por las acciones de ETA, el yihadismo, el GAL, el terrorismo de extrema derecha, los muertos fuera de España en operaciones de paz… Para la mayoría de los heridos quedó un breve acompañamiento y una invalidez de por vida. Incluso entre ellos, entre los heridos en actos de terrorismo, la fortuna reservó una mejor o peor suerte, según los casos.
Indemnización y sentencia
En España los heridos por terrorismo no son todos iguales, no según la Administración. Ni siquiera con idénticas secuelas, idéntica autoría, la fortuna es la misma. La ley establece que los heridos con autoría determinada y una sentencia firme sobre el atentado merecerán ser indemnizadas en mayor cuantía que los heridos sin sentencia. Y la diferencia, económicamente, no es baladí. Una gran invalidez provocada por un atentado merece una indemnización de 750.000 euros si hay sentencia y con 500.000 euros si no la hay. Una incapacidad absoluta con 300.000 euros con sentencia y 180.000 sin ella. “Es uno de los mayores errores de la ley de víctimas de 2011. Hubo asociaciones de víctimas como Covite que pidieron al legislador modificar este punto, que no se les castigara doblemente a aquellas víctimas cuyo atentado quedó impune”, asegura Jiménez.
El atentado del 11-M es el que más heridos ha provocado, 1.782. A lo largo de su historia ETA hirió al menos a 2.597 personas
El informe detallado de ‘Heridos y olvidados’ cuantifica en 357,9 millones de euros lo que España ha dedicado hasta 2015 a indemnizaciones abonadas a víctimas del terrorismo. Un importe que abarca la reparación económica desde el atentado cometido el 29 de julio de 1963 contra la Dirección General de la Seguridad en Madrid, donde una bomba provocó veinte heridos, hasta el último atentado incluido en esta cuantificación, el ocurrido en Kabul (Afganistán) donde un coche bomba de los talibanes dejó varios heridos.
El análisis pormenorizado de los miles de heridos ocasionados por el terrorismo arroja algunos datos significativos como que el atentado con más heridos no fue de ETA, sino del terrorismo yihadista. Las bombas en los trenes que ocasionaron la tragedia del 11-M de 2004 dejó, además de los casi 200 muertos, un saldo de 1.782 heridos. Por el momento es el atentado terrorista en Europa con más muertos y heridos jamás registrado.
En las seis categorías en las que se clasifican las autorías terroristas, ETA encabeza el listado con más de la mitad de los 5.000 heridos. La organización terrorista produjo, además de los cerca de 850 muertos en sus seis décadas de actividad criminal, 2.597 heridos. La violencia yihadista también acumula un número importante de heridos, 1.833, muy por delante del Grapo (95), Ataques en operaciones de paz en el exterior (62), violencia de extrema derecha (42) y otros grupos (179).
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