Es el eco del odio, la onda expansiva de décadas alimentándolo. ETA ya no está, se apagó oficialmente el 4 de mayo de 2018. Ese día anunció su disolución. Aunque la banda ya no existe, algunos de sus nostálgicos parece que la añoran. Unos para reivindicarla, otros para enarbolarla como una amenaza que no ha desparecido del todo. En esta campaña electoral, la ETA que hace casi una década que no asesina a nadie ha vuelto a resurgir como argumento. Lo ha hecho a pedradas y escraches en algunos casos, y desde la tribuna de oradores electorales en otros.
Pero hubo un tiempo en el que ETA sí condicionó la campaña electoral. Y la suya no era una campaña de discursos, eslóganes o propuestas, era de tiros, secuestros y bombas. La banda terrorista marcó de sangre y dolor trece citas electorales entre 1978 y los comicios generales de 2008. Su particular ‘programa electoral’ se escribió en este tiempo con nada menos que 25 asesinatos a policías, guardias civiles, militares, jueces, amas de casa o taxistas.
Treinta años separan la campaña del referéndum de la Constitución del 6 de diciembre de 1978, en la que ETA mató a siete policías, y los comicios generales que permitieron reelegir a José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. En aquella ocasión, sólo dos días antes de la cita con las urnas la banda terrorista asesinó al ex concejal socialista, Isaías Carrasco, en Mondragón.
Los terroristas intentaron condicionar, de algún modo, el voto en muchas citas electorales y en algunos casos su incidencia fue innegable. Los españoles, pero en particular los vascos, acudieron a votar en numerosas ocasiones con el impacto de un atentado sólo horas antes, la impresión de una bomba en plena campaña o la certeza de que ETA seguía manteniendo secuestradas a dos personas. Un clima de tensión y amenaza que obligaba a algunos partidos a llevar a cabo campañas electorales casi ‘clandestinas’ y a determinados votantes a ocultar el sentido de su voto o su participación en actos de campaña por miedo.
Asesinatos en trece campañas electorales
Especialmente dura fue la campaña electoral de las municipales de 1983, con cuatro asesinatos. El 4 de mayo de aquel año -justo 35 años después ETA desaparecería- un comando de la banda amordazó e intentó secuestrar al policía Julio Segarra en el garaje de su casa. En ese momento, el cabo de la Policía Pedro Barquero y su mujer, María Dolores Ledo, embarazada de tres meses, se disponían a tomar el coche para acudir al ginecólogo. Tras ver cómo intentaban meter en el maletero a su compañero inició un tiroteo con los terroristas que terminó con la mujer y los dos agentes asesinados.
Estas escenas se habían convertido casi en cotidianas en aquella década oscura. La Euskadi de los 80 vivía a golpe de violencia, también en campaña electoral. Sólo un año después, en las autonómicas vascas, y a tres días de las elecciones, ETA asesinó al senador del PSOE Enrique Casas a las puertas de su domicilio; en las generales del 86, mató a tres militares y un guardia civil; en las autonómicas de ese año, a una ama de casa que resultó herida en un atentado en plena campaña… y así hasta marcar más de una docena de periodos electorales.
ETA ha asesinado en trece campañas electorales. En las generales de 1996 mantenía a dos secuestrados, Aldaya y Ortega Lara
25 asesinatos en 13 citas electorales a las que habría que sumar los crímenes que se cometieron en puertas de las campañas. En la víspera de la campaña por las elecciones generales de 1996, en las que se produjo la llegada de Aznar, ETA asesinó a quien fue presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Tomás y Valiente. En las elecciones generales de cuatro años más tarde, a sólo dos días del inicio de la campaña, la banda cometió otro crimen brutal; un coche bomba acababa con la vida del parlamentario y ex consejero del Gobierno Vasco, Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez.
Los secuestros fueron otra herramienta de coacción a empresarios y políticos que durante años marcaron el pulso de la sociedad. Su incidencia fue especialmente significativa en las elecciones celebradas entre 1996 y 1997. España desarrolló la cita con las urnas en las generales de 1996 con dos secuestros simultáneos de ETA. Las generales del 3 de marzo de 1996, que dieron la mayoría al PP, el empresario José María Aldaya llevaba ya diez meses secuestrado y el funcionario de prisiones, José Antonio Ortega Lara, padecía su 46º día de cautiverio. Ambos secuestros coincidieron en el tiempo durante casi tres meses, contaminando el clima social de las generales del 96 pero también de las municipales de 1995. Las concentraciones exigiendo su puesta en libertad que se celebraban semanalmente en Euskadi y las contramanifestaciones que el entorno de la izquierda abertzale impulsó e intensificó, tensionaron aún más el ambiente.
De noche y escoltados
Un contexto que durante décadas ha marcado la convivencia en Euskadi y en particular en detrimento de formaciones constitucionalistas. Pedir el voto para el PP o el PSE fue durante muchos años un ejercicio de riesgo en no pocos lugares del País Vasco. En los años 80 y comienzos de los 90 sus mítines eran reducidos, discretos y casi inexistentes. Los ataques a sedes populares y socialistas eran una constante, las amenazas a quienes repartían propaganda por las calles casi una rutina y el riesgo de ser agredido por colocar un cartel, repartir propaganda o simplemente por asistir a un acto político “español”, un ejercicio no exento de riesgo.
En el PP aún recuerdan cómo se organizaban grupos nocturnos para pegar carteles electorales para evitar riesgos. Hacerlo a plena luz del día era una irresponsabilidad. Aquellos ‘comandos electorales’ nocturnos trabajaban escoltados y bajo la mirada de la Ertzaintza y habitualmente en municipios ajenos para evitar ser identificados. Buscar voluntarios entre los militantes para repartir propaganda, para arriesgarse a conducir un coche con megafonía –protegido con seguro a todo riesgo- bajo la amenaza de volver a ser atacado o cómo había que inspeccionar los bolsos de las señoras que se atrevían a acudir a sus actos, completan la fotografía de aquellos años.
Durante décadas los partidos constitucionalistas vascos pegaban carteles escoltados y de noche y apenas celebraban mítines por razones de seguridad
Pero los problemas electorales por la presión violenta se producían mucho antes de la campaña electoral. La dificultad para conformar listas hizo durante muchos años a PP y, en menor medida al PSE, tener que buscar candidatos e interventores fuera de Euskadi. Una situación que los constitucionalistas siempre han recordado que les ha dejado en clara desventaja en la competencia por el voto en el País Vasco y en la construcción de una estructura de apoyo social.
Tampoco en el PSE lo tuvieron fácil durante muchas campañas electorales. El acoso era constante. Muestra de ello es la Casa del Pueblo de Rentería, atacada hasta en 28 ocasiones o las amenazas que contra sus candidatos se mantenían hasta el mismo día de votación.
'Escraches' ante la urna
Ni siquiera en los periodos de tregua declarada por ETA hacer campaña fue fácil. Aún se recuerda la imagen de Ernest Lluch, micrófono en mano, alegrándose de modo vehemente de que “ahora no matan” mientras era insultado por la contramanifestación organizada en la plaza de la Constitución de San Sebastián para boicotear el mitin del PSE, protegido por un dispositivo de la Ertzaintza, en aquellas municipales de 1999: “¡Qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que ahora gritan antes mataban! ¡Ahora no matan, no saben que han cambiado las cosas, no saben que ha llegado la libertad y la democracia a este país!, ¡que no se enteran!”, proclamó. Los gritos no cejaron. Tampoco el ímpetu de Lluch, “¡gritad más, que gritáis poco!, ¡mientras gritáis no mataréis, esa es buena señal!”. ETA lo asesinó sólo año y medio después.
Y así siguió durante años, entre dianas amenazantes y contramanifestaciones. El 16 de febrero de 2009 un grupo de radicales intentó boicotear un acto de Patxi López. Sólo tres semanas después, ETA asesinó a un ex concejal socialista en Mondragón, Isaías Carrasco. La suspensión de campaña electorales por acciones de ETA no siempre se produjo, pero sí se acordó en aquella ocasión. La presión se mantuvo años después. La escena del entonces lehendakari Patxi López junto a su mujer acosado en la misma aula de votación por simpatizantes de la izquierda abertzale, fue una de las últimas. Ocurrió en las autonómicas de 2012.
Desde entonces, la presión ha ido decreciendo. ETA anunció el 20 de octubre de 2011 que suspendía sus acciones armadas, aunque no fue hasta hace un año cuando formalizó su desaparición. Sin embargo, la irrupción de formaciones como Vox, Ciudadanos y el nuevo discurso del PP han reactivado la tensión en campaña entre las formaciones de derechas y el mundo de la izquierda abertzale. Los graves incidentes ocurridos el pasado sábado en Bilbao, durante un mitin electoral de Vox, el acoso sufrido por Ciudadanos en su mitin de Rentería o las llamadas a boicotear actos del PP vasco dan fe de que aunque ETA ya no está, sus ecos se siguen escuchando en algunos rincones de Euskadi.
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