Son las ocho en punto de la mañana. El cielo está encapotado y las nubes lloran sirimiri. En cubierta es hora de formar, como cada mañana. Guardamarines, oficiales y el resto de la tripulación saben que hoy volverá a ser un día especial. El buque escuela ultima la operación de atraque en un puerto que visita por cuarta vez -1949, 2008 y 2011-: Getxo. Esta mañana de julio gris también será intensa para el Juan Sebastián Elcano. Le espera la visita de cerca de 3.000 personas y otras tantas mañana, a razón de 400 visitas la hora. En el buque aún se desperezan de las emociones vividas dos días atrás en Getaria, la tierra natal de Elcano, donde más de 5.000 personas subieron a bordo para conocer sus ‘tripas’.
En Getaria todo fue especial, el recibimiento, el acompañamiento surcando la costa cantábrica junto a un centenar de embarcaciones, las imágenes a su paso por San Juan de Gaztelugatxe o la emoción al honrar a quien lideró “la primera globalización” de la historia, como lo define el comandante del buque, el capitán Ignacio Paz García: “Getaria ha sido un antes y un después, ha sido la visita más intensa que hemos realizado en este crucero, el número 91, en la historia del buque”.
El amarre en Getxo también tiene algo de regreso a casa. En Getaria nació Elcano, en Getxo, quienes diseñaron el buque escuela que lleva su nombre. Los 113 metros de eslora, la distribución de sus cuatro mástiles -Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus, en recuerdo de los cuatro buques escuela que precedieron a Elcano- tomaron forma por primera vez en la mente del ingeniero bilbaíno Juan Antonio Aldecoa y Arias.
Además, muchas de las tallas del buque, como la que cuelga en la proa, de la diosa romana de la sabiduría, ‘Minerva’, también llevan firma bilbaína, la de Federico Sáenz Venturini. Quien hizo posible su construcción también nació a escasos 10 kilómetros del puerto donde esta mañana ha atracado el buque. Horacio Echevarrieta, el industrial, empresario y político bilbaíno que promovió su construcción en los astilleros que su compañía tenía en Cádiz. Fue él quien pidió que se sustituyera el nombre inicial de ‘Minerva’, con el que se bautizó el proyecto, para dedicárselo a Juan Sebastián Elcano, denominación con la que ha recorrido el mundo desde su botadura el 5 de marzo de 1925.
Entradas agotadas
En Getxo las colas para visitar el buque empiezan a formarse desde primera hora de la mañana. Así seguirá todo el día: las entradas se han agotado. El comandante Paz García se compromete a no dejar en tierra a nadie que quiera conocer su labor.
Los seis meses de formación desde que partieron en enero de este año no concluirán hasta el 16 de julio. El martes de la próxima semana, festividad de la Virgen del Carmen, su patrona, se entregarán en Marín (Pontevedra) los despachos y se hará la jura de bandera de los 70 guardamarina (sólo 8 son mujeres) que afrontan esta etapa de formación. Esta es sólo una parte de los cinco años largos de estudios que deben completar. Después vendrán experiencias en otros buques antes de lograr el título de oficiales de la armada y el de Ingenieros mecánicos navales.
El 80% de los alumnos del buque escuela procede de Galicia, Cádiz, Madrid o Cartagena
En estos seis meses el Juan Sebastián Elcano, con su tripulación de 252 personas, no ha parado. Nueve países –Puerto Rico, Colombia, México, Cuba, Estados Unidos, Portugal, Alemania y Polonia- y más de una decena de puertos. Pero la mayor parte del tiempo lo pasa navegando, el 75%. Es cuando se concentra el periodo de formación.
Cada mañana el despertar a bordo se dicta a las 06.45 horas. El aseo y desayuno matinal da paso pronto, a las 08.05 horas, a la primera clase del día. Después, dos sesiones más de 40 minutos cada una antes del descanso y “el bocadillo”. Un refuerzo para otras dos clases antes de la hora de comer.
Materias en las que no sólo se les enseña que Elcano fue un pionero que logró completar, junto a Magallanes, la primera vuelta al mundo “sino descubrir que los océanos estaban interconectados”: “Enseñó a muchos a navegar, como a Andrés Urdaneta, que hizo el viaje desde Filipinas a Acapaulco. La de Elcano fue una proeza universal, además de acreditar ser un excelente mando que se preocupó por liberar a los miembros de su tripulación que cayeron presos o luchar para que se pagara a las familias de los que murieron”, subraya el comandante Paz García.
94 años surcando mares
Esta mañana en Getxo han vuelto a cargar. Verduras, muchos tomates, puerros, melones, lechugas… En la cocina del buque el equipo de cocina, militar, “y muy reconocido en nuestra escuela de hostelería”, subraya uno de los oficiales, prepara ya la comida. Alimentar a 252 cuerpos es cosa suya, alimentar las 252 almas, del sacerdote que viaja a bordo con ellos y que cada día oficia misa en la pequeña capilla del barco y en cubierta los domingos que el tiempo lo permite.
En los camarotes no hay ni tiempo ni espacio para mucho ocio. Pasillos con tres literas de tres pisos que se deben dejar bien acondicionadas cuanto antes, como el resto del barco. Las funciones están perfectamente distribuidas en turnos y grupos, cada uno sabe lo que tiene que hacer. Y todo en una perfecta armonía. Hoy vendrán miles de visitantes, pero la rutina no varía. El mantenimiento del Juan Sebastián Elcano es esencial para hacerlo perdurar mucho más allá de los 94 años que acumula surcando mares.
Los más afortunados podrán tocar tierra y visitar el Museo Guggenheim de Bilbao o la compañía Sener, una de las ingenierías emblemáticas de Euskadi.
El diseño y construcción del Juan Sebastián Elcano, botado en 1925, corrió a cargo de empresarios e ingenieros bilbaínos
En cubierta se comienzan a formar pequeños grupos, cada uno con sus instrucciones. Algunos se afanan en reforzar las velas, otros intentan botar al mar una de las embarcaciones auxiliares mientras un pitido intermitente orientan la operación. A un lado, ocultos tras unas lonas, un grupo de guardamarinas apura el cigarro. El ‘fumadero’ noble que se reservaba a los oficiales hace tiempo que se rebautizó en su función. En el interior, en una de las salas multiusos, una docena de guardamarinas disfrutan de un tiempo de descanso. Lo hacen entre maderas nobles, sables de uniforme de gala y muchos móviles.
Tradición familiar
A las seis de la tarde el periodo de formación habrá terminado. A las siete, con cierta frecuencia, toca concierto en cubierta. La pequeña orquesta de tubas, trompetas y trombones gusta del pasodoble, “es lo que más suena”, pero también se atreve con versiones modernas de canciones actuales y con ritmos como el reggaeton. En otras ocasiones, las competiciones deportivas son otro modo de pasar las largas horas de navegación.
Obtener una de las plazas para formarse en el Juan Sebastián Elcano no está al alcance de todos. Cada año son muchos los que lo intentan. En esta promoción algunos de los más afortunados han tenido que acreditar una nota de selectividad de 11,2 (sobre un máximo de 14 puntos).
La mitad de los alumnos del buque procede de familias vinculados con el cuerpo de la Marina
Este año apenas hay vascos en la promoción: uno. La mayor parte son vocaciones alimentadas en casa, en la tradición familiar. En cerca de la mitad de los casos es así. También el origen se repite con frecuencia: Galicia, Cartagena, Cádiz o Madrid concentran el 80% de los nuevos alumnos.
Además de aprender lo que requiere ser un oficial de la marina, orientarse observando únicamente el sol y las estrellas, o adquirir el título de ingeniero naval, en el Juan Sebastián Elcano se tiene que aprender a convivir y, de alguna manera, a sobrellevar soledad familiar durante largos periodos. A la mayoría les merece la pena. Son mayoría los que aseguran que se trata de una vida dura pero que engancha.
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