Cuando a Gregorio Ordóñez lo asesinaron no podía entender lo que sucedía. Cuando dos años después ETA secuestró y mató a Miguel Ángel Blanco, tampoco. Beatriz Fanjul era sólo una niña disputándose la atención de sus padres con su hermana gemela, reclamando espacio en una familia numerosa y a la que aún que quedaba una década hasta descubrir la política. Aquella joven nacida en Bilbao en 1991 alcanzó la mayoría de edad cuando ETA ya agonizaba. Siendo una adolescente, un amigo le llevó a un mitin del PP. Fue entonces cuando descubrió que en aquella Euskadi de comienzos del siglo XXI a los actos de algunos partidos aún asistían escoltas y policías que simpatizantes.
Fue como abrir los ojos, descubrir que algo no iba bien. No tardó en jurarse que pondría de su parte para que nadie le dijera cómo y qué pensar. Beatriz Fanjul tiene hoy 28 años y se ha convertido en la inesperada esperanza popular que ha resucitado a un debilitado PP vasco. Lo ha hecho gracias a 167 votos, los que le reportó en Vizcaya el recuento del voto extranjero y con ellos un escaño en la Cámara Baja. Un triple salto mortal con la secretaria general de nuevas generaciones en el País Vasco como todo currículum político.
La falta de representación que dejó noqueados a los populares vascos el 28-A y que inicialmente certificó el 10-N, fue revertido ayer. Y lo hizo además arrebatando al PNV uno de sus asientos en el Congreso de los Diputados. Fanjul no había sido la apuesta del PP vasco sino la de Pablo Casado, la de Génova. Y era arriesgada. Aquella joven de 28 años, con voz infantil y absolutamente desconocida, debía ser capaz de sustituir a un veterano de la política como Leopoldo Barreda y rescatar del agujero en el que está sumido el partido en Euskadi. Junto a ella lucharían en esa aspiración Mari Mar Blanco en Álava e Iñigo Arcauz en Guipúzcoa. Ninguno de ellos lo ha logrado.
Será la diputada número 89. Además de la más joven del Congreso, puede llegar a ser la más decisiva. Las combinaciones de apoyos, abstenciones y rechazos que ahora cual sudoku se barajan para aupar o bloquear el gobierno Sánchez-Iglesias dan más opciones, pocas, pero alguna, al PP para impedirlo.
Será cuestión de mover bien las piezas, de planificar la jugada y de no precipitarse. Es lo que ella sabe hacer bien, como gran jugadora de ajedrez que es. Lo practica desde que era niña. Con cuatro años su padre le enseñó, como hizo con todos los hermanos. Cada mañana, antes del colegio, una partida. La diputada Fanjul incluso ha ejercido como profesora de ajedrez, el arte de la estrategia.
Quienes le conocen aseguran que es de las que “no se corta”, que habla claro. En campaña no le ha frenado tener que enfrentarse a veteranos de la política que le doblaban en edad y experiencia como Patxi López, ex presidente del senado, ex lehendakari y ex secretario general del PSE o al portavoz del PNV, Aitor Esteban. Su discurso vehemente es el que le llevó a ser elegida como secretaria general de Nuevas Generaciones en el País Vasco. En sus discursos los argumentos son los que tradicionalmente ha esgrimido el PP vasco, en favor de la libertad, contra la imposición del nacionalismo y en defensa del legado dejado por quienes le precedieron y que le permiten hoy hacer política en favor del PP sin llevar escolta.
“No tiene complejos, es más desinhibida y dice lo que piensa con la frescura de los más jóvenes”, aseguran quienes le conocen. Muestra de ellos fue cuando no dudó en criticar a José María Aznar, el referente del casadismo. Lo hizo para cuestionar el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco durante su Gobierno. Cuando se le pregunta por sus referentes en política Fanjul no cita los grandes nombres del PP sino el de su “mentor”, el presidente del PP en Vizcaya, Antón Damborenea. Hay quien ha visto en ella a Gregorio Ordóñez por su ímpetu y sus ganas de cambiar las cosas.
Para optar al escaño, antes de las elecciones del 28-A Fanjul abandonó su puesto de trabajo en una empresa multinacional. Titulada en Dirección y Administración de Empresa, esta joven que sigue viviendo con sus padres en Bilbao verá ahora cómo su vida se transforma casi antes de conocer la trastienda de la política. De sonrisa permanente, a la apuesta de Casado le corresponderá ser la voz del PP vasco que no apostó por ella inicialmente y que sí la respaldó cuando Génova lo impuso.
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