En los precipicios sólo caben dos opciones. Un paso adelante o uno hacia atrás. Son los que diferencian la vida y la muerte. En política también los hay. En las últimas horas el líder del PP vasco, Alfonso Alonso, camina por uno de ellos. Ha ido acercándose hasta el borde del abismo poco a poco, paso a paso, desde hace año y medio. En ocasiones empujado, en otras por motu proprio. Lo ha hecho desde que su no candidato, Pablo Casado, ocupó la presidencia del partido en julio de 2018 y las diferencias entre ambos bifurcaron sus caminos. El acuerdo de la coalición ‘PP+Cs’ que ayer se firmó para Euskadi y que su candidato a lehendakari no reconoce es el último pulso, quizá el más duro, quizá el definitivo.
La secuencia de las últimas horas es reflejo de la historia de los 17 meses vividos en el puente de relaciones entre Génova y el PP vasco. Distintos modos de entender la política, de concebir la unidad del centroderecha constitucionalista y de adecuar la política a la realidad. También de concebir el papel actual que se debe otorgar a la dura historia de lucha por la libertad del PP vasco de las últimas décadas. En las últimas 24 horas Casado y Alonso no hablaron, ni una llamada, ni un mensaje. Para entonces la zanja de la distancia ya se había cavado demasiado. La decisión del líder vasco de no acudir a la cita en Madrid, hecha la víspera de noche, fue la gota que colmó el vaso… de agua helada.
En el PP nacional no están dispuestos a cambiar “ni una coma” del acuerdo, advierten. Lo escrito, escrito y pactado está. Fuentes consultadas por El Independiente señalan que tienen contemplados todos los escenarios posibles: desde una dimisión de Alonso, hasta una renuncia a la candidatura pero no a la presidencia o una simple asunción del acuerdo con Ciudadanos en los términos rubricados.
Los términos del pacto con la formación de Arrimadas ponen en evidencia que a esta hora, Alonso no es precisamente el candidato más deseado por la dirección del partido. Con más tiempo y sin adelanto electoral por parte de Urkullu quizá hoy su condición sería otra. El texto del acuerdo de coalición evita ratificarle como candidato a lehendakari y se apunta a que “será designado” por el PP. Una previsión a futuro que no se corresponde con la designación oficial que ya hizo el partido el pasado 11 de febrero cuando tras mucho demorarse por fin nombró al presidente del partido en Euskadi cabeza de cartel para el 5-A. A esta hora, que Alonso sea el candidato –las listas se deben configurar antes del 1 de marzo próximo- será una cuestión “que sólo depende de él”.
La lista de pulsos que el PP de Alonso y el de Casado han librado es demasiado abultada como para hablar de lealtad sólida. El de la coalición con Cs “es el enésimo”, aseguran. Antes se enfrentaron por las candidaturas en las Generales del 28-A y el 10-N, por el desplazamiento de uno de los referentes vascos como Carlos Iturgaiz en las listas europeas o por los giros ideológicos del partido o su presencia en actos como el de la Plaza de Colón o el evento de ‘España Ciudadana’ en Alsasua a los que Alonso no acudió.
Lealtad y pulsos
La lealtad no es un mérito en política, sino más bien un requisito en constante evaluación. En las últimas horas en los despachos de Génova 13 se recuerda que la pasada primavera se abordó un proceso de negociación similar al llevado ahora en Euskadi. Ocurrió en Navarra entre UPN, el PP y Cs para dar forma a ‘Navarra Suma’. En esa ocasión la presidenta de los populares navarros, Ana Beltrán, también conoció los detalles del acuerdo poco antes de firmarlo. Las coaliciones son cosa de la dirección nacional, apuntan, porque el PP es un partido de ámbito estatal, no local, y las alianzas se deben conformar con una visión global del proyecto del partido. Entonces, Beltrán también descubrió puntos que no eran de su pleno agrado pero los asumió: "Lo hizo por lealtad”. Hoy, casi un año después, la coalición ocupa la alcaldía de Pamplona y Tudela y venció en los comicios al Parlamento Foral.
En Euskadi el calor que recibe Alonso es muy diferente. El apoyo del PP vasco es casi unánime, al menos públicamente. No se le conocen grietas significativas en su respaldo local. El lunes los populares han convocado a su junta directiva para decidir su posición. Lo hacen apelando a la defensa de su proyecto, "nuestra historia y nuestra trayectoria, abierta a ser fortalecida desde nuestras señas de identidad y frente al nacionalismo".
En las urnas la fotografía es radicalmente opuesta y es ahí donde radica la mayor inquietud. El suelo electoral del PP en el País Vasco ha ido hundiéndose sin cesar desde que Alonso asumió la presidencia de partido en 2015 tras forzar la salida de Arantza Quiroga, su predecesora. El umbral de los 100.000 votos se llegó a hundir a los 78.600 votos en las últimas elecciones municipales -2 alcaldías en pequeños municipios y 55 concejales-. Una realidad en la que aún se entiende menos los ‘pulsos’: “Con esos datos no estás en condiciones de plantearlos”, aseguran las fuentes consultadas.
Parece innegable que Alonso no es Feijóo. Los más de 326.000 votos y 19 parlamentarios que llegó a alcanzar el PP vasco en tiempos de Iturgaiz son hoy un sueño inalcanzable. En las últimas elecciones autonómicas la representación fue de 9 escaños en el Parlamento Vasco y ahora las encuestas, en el mejor de los casos, apuntan a 8 asientos, en el peor sólo cinco. Por eso en el PP nacional gana peso la idea de una regeneración profunda del liderazgo en el País Vasco para intentar frenar la pérdida de apoyos en la sociedad vasca. Un nuevo revés electoral dejaría al partido en una complicada situación.
Para ello creen que el partido debería volver a pisar la calle, a recuperar el contacto con la ciudadanía y mimetizarse mejor con la realidad del País Vasco sin preocuparse tanto de la proyección mediática. Un alejamiento que se detecta en los últimos años de modo pronunciado y que las urnas ratifican con evidente fuga de votos al PNV, a la abstención e incluso a Ciudadanos y Vox, dos marcas sin apenas presencia en Euskadi.
Defensa de la singularidad
Hasta ahora Alonso ha achacado los resultados a la situación en la que ha dejado el nuevo escenario vasco post ETA al partido –con una estructura orgánica y local diezmada y sin el calor social que suscitaba los peores tiempos contra el terrorismo. También al viraje ideológico alejado del centro promovido por el PP de Casado figura entre las causas esgrimidas, incluso la necesidad de mayor "modernidad" en los planteamientos de la formación. El presidente del PP vasco apela no sólo a un regreso al centroderecha, “a lo que siempre ha sido el PP” sino también a la identidad y “singularidad” del partido en el País Vasco. Fue precisamente esta reivindicación de aspectos como la foralidad o el proyecto propio en clave vasca el que precipitó una de las crisis con algunas de las voces autorizadas de la dirección.
La portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, llegó a acusar al PP vasco de haber sido “connivente” con el nacionalismo en los años 80. También cuestionó que se intente hacer política en un partido nacional en clave identitaria local. La convención del pasado mes de septiembre, en la que Casado pretendió cerrar la herida, en la que se presentó como ‘uno más’ del PP vasco que siempre inspiró su vocación política y respaldó a Alonso por su "capital político", nunca ha llegado a cicatrizar del todo.
Ahora el futuro de Alonso está en el aire. El devenir por el precipicio político es cuestión de horas, días a lo sumo. La disyuntiva es plegarse a la dirección o primar su discrepancia con el acuerdo ‘PP+Cs’ para el 5-A y actuar en consecuencia. En los dos últimos días el PP vasco ha pasado de tildar de “inasumible” el acuerdo por ceder puestos de salida a Ciudadanos, premisa que se mantiene, a defender horas después de firmarse el acuerdo “que siempre hemos defendido una coalición con Cs para reforzar una alternativa constitucional en el País Vasco”. Los ‘populares’ de Alonso afirman que aún queda tiempo para ajustar lo firmado “a la realidad” del proyecto del PP “en nuestra tierra”. La cuestión es saber si Génova está dispuesta a concederlo.
En el acuerdo también se incluye otra de las exigencias del PP vasco, blindar el reconocimiento de la foralidad y el Concierto Económico vasco, con la única concesión a Ciudadanos de exigir un cálculo transparente del Cupo vasco. En lo que Alonso había situado el eje de su reproche, la cesión de dos ‘puestos de salida’ a la formación naranja, no le quedará más remedio que acatarlo si aspira a continuar.
Los cuatro años y medio como líder del partido en Euskadi atraviesan ahora su peor momento. Rajoy lo relevó del Ministerio de Sanidad para hacerse cargo de la recuperación del PP vasco en 2015. Su trayectoria en el País Vasco en el Parlamento y como alcalde de Vitoria durante dos mandatos parecían concederle las herramientas necesarias. Ahora, este filólogo romano, licenciado en derecho y padre de cuatro hijos, deshoja la margarita de su futuro. Y deberá hacerlo rápido, el próximo domingo las listas para los comicios al Parlamento Vasco deberán estar cerradas.
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