Aunque la consigna es cerrar filas y explicitar el apoyo de todo el gabinete ministerial al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, las aguas bajan turbulentas entre los socialistas que se sientan en torno a la mesa del Consejo de Ministros. No todos apoyan o dicen apoyarlo con el mismo entusiasmo tras la decisión del juez de la Audiencia Nacional García-Castellón. A nadie se le escapa que Unidas Podemos es cooperador necesario en el gobierno de coalición y que la estabilidad de la legislatura depende de ello, pero Iglesias se ha convertido para algunos en una china en el zapato pero la decisión judicial de elevar al Supremo la "causa Dina" para que le imputen, refuerza su posición.
Porque no se trata sólo de esta pieza separada de un caso mucho más amplio, que afecta al ex comisario José Manuel Villarejo. La imputación de Podemos por presunta financiación irregular a través de la agencia Neurona ha resultado un sapo difícil de tragar para algunos de sus compañeros de Ejecutivo, sin contar con los habituales choques en la coalición que oficialmente se justifican bajo el argumento de que Unidas Podemos "necesita marcar perfil propio".
En definitiva, la situación de Iglesias divide a los propios socialistas. Están de un lado las vicepresidentas primera y económica, Carmen Calvo y Nadia Calviño, respectivamente. A ellas se suma la portavoz y titular de Hacienda, María Jesús Montero, y la de Defensa, Margarita Robles, que no ha perdido la ocasión de rectificar o reprender a Iglesias en público por algunos de sus posicionamientos respecto a la Corona, el Ejército, la Guardia Civil o la normalización del insulto como instrumento de debate político.
"No cuestionan tanto la fórmula de la coalición como la continuidad de Iglesias", según fuentes de toda solvencia. Este sector cree posible mantener el pacto que dio a luz la legislatura pero con el líder de Podemos fuera de vicepresidencia segunda. Otra cosa es que, en ese escenario, Podemos no se le desmorone a Iglesias, que lo fía todo a su presencia y a la de Irene Montero en el Ejecutivo.
Ábalos y Lastra están por aguantar
Del otro lado está el propio Pedro Sánchez, que apuesta por apuntalar a Iglesias y ha dado orden de cierre de filas, y su secretario de Organización y titular de Transportes, José Luis Ábalos. En general el resto de los ministros de la cuota socialista carecen de peso específico y ascendente sobre otros compañeros de gabinete y muchos de ellos no son siquiera militantes del partido. Ahí se engloban desde José Luis Escrivá a Pedro Duque, pasando por Teresa Rivera, Arantxa González o Reyes Maroto. Por su parte, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, suficiente tiene con la gestión de la pandemia y sus reiterados enfrentamientos con la Comunidad de Madrid, lo que quita el foco sobre Moncloa.
En el Grupo Socialista del Congreso también se inclinan por la continuidad de Iglesias, con Adriana Lastra y Rafael Simancas al frente. Otra cosa es que el suplicatorio llegue a la Cámara Baja y ponga a los socialistas ante el dilema de permitir una imputación que comprometería a la coalición gubernamental y generaría inestabilidad a una legislatura carente de una mayoría parlamentaria sólida.
Sánchez e Iglesias hablaron el pasado miércoles, aunque no ha trascendido el contenido de dicha conversación. De momento, el presidente del Gobierno insiste en que Iglesias tiene «en lo político toda mi confianza y todo mi apoyo». Por su parte, al líder de Podemos no se le ha pasado por la cabeza la eventualidad de una posible imputación seguida de la que debería ser su dimisión.
«Es inconcebible, absolutamente imposible, no va a ocurrir. Ni como mera hipótesis concebimos que pueda haber una imputación”, dijo este jueves en Rac-1. «No dimitiré ni como simple hipótesis". Y añadió, con una argumentación que desmiente todas sus afirmaciones respecto a que en nuestro país hay "presos políticos", que "todavía no han condenado a nadie en España por sus ideas».
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