"Estábamos en el aeropuerto de El Prat y sobre las siete de la tarde nos mandaron a la zona de Vía Laietana porque los compañeros de Valladolid se estaban quedando sin material y llevaban mucho tiempo aguantando allí. Había que relevarlos. Fue una auténtica barbaridad; no he estado nunca en un campo de batalla, pero debe ser parecido a lo que yo vi aquel día". Será difícil que este policía coruñés y el resto de agentes que se desplegaron en el entorno de la Plaza Urquinaona olviden la tarde-noche del 18 de octubre de 2019, cuando tuvieron que repeler los ataques de los radicales independentistas en el servicio más comprometido desde que se crearon los Antidisturbios hace 30 años. Aquel viernes de otoño de hace justo un año volaron literalmente las piedras sobre Barcelona.
Hacía cuatro días que el Tribunal Supremo había dictado la sentencia que mandaba a prisión a los líderes del proceso secesionista -entre ellos el ex vicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras- y la turba encadenaba varias jornadas manifestando su rechazo al fallo judicial en puntos estratégicos de Barcelona. No se recuerda en España altercados tan violentos como los que se registraron aquel 18-O en la capital catalana. "No creo que ni en los peores momentos del País Vasco se viviera nada igual", indica uno de los policías nacionales que integraron el dispositivo.
La mayoría de los funcionarios de las Unidades de Intervención Policial (UIP) que el Ministerio del Interior había enviado como refuerzos desde distintos puntos de España en previsión de incidentes acumulaban años de experiencia en servicios calientes. Muchos habían estado en Cataluña con motivo del referéndum del 1-O (2017), cuando recibieron órdenes junto a la Guardia Civil de evitar que se pudiera llevar a cabo la votación ilegal. Pero ninguno podía imaginar realmente a lo que se iban a enfrentar aquella jornada en la que la ira se instaló en la calle. "Si no es con imágenes, es difícil explicar con palabras lo que vivimos aquella noche", explica a este diario un agente de la I UIP (con base en Madrid e indicativo Puma).
"Llevaba entonces 13 años en la UIP y he estado en primera línea en manifestaciones de mineros en Madrid, partidos de alto riesgo, otros acontecimientos... Pero nunca había visto la violencia y agresividad de aquel día", destaca un 'antidisturbios' gallego que iba de escudero. También su grupo (Raya) había sido requerido para reforzar a los compañeros desplegados en el eje Via Laietana-Plaza Urquinaona, escenario de la batalla campal librada ante los ojos de medio mundo.
Aquella jornada fue larga, demasiado larga. Desde por la mañana, centenares de manifestantes se manifestaban a las puertas de la Jefatura Superior de Policía, en la céntrica Via Laietana. "A las 11 horas ya estábamos con todo el material puesto. Estuvimos aguantando, aguantando, aguantando... Sufrimos agresiones ante las que hubiéramos respondido al instante en cualquier otro lugar de España, pero los jefes nos decían que había 15.000 personas en Plaza Catalunya y que si empezábamos a actuar a las 12 de la mañana nos desfondaríamos y no tendríamos fuerzas para aguantar 18 horas al máximo nivel", rememora un Jaguar, indicativo asignado a la II UIP (base en Barcelona).
No he estado nunca en un campo de batalla, pero debe ser parecido a lo que yo vi aquel día en Barcelona", describe un 'antidisturbios'
Entrada ya la tarde, los funcionarios empezaron a avanzar para hacer retroceder a los violentos, que organizaban barricadas con contenedores y otros elementos del mobiliario urbano y lanzaban piedras y todo tipo de objetos para dificultar la respuesta policial. La calles próximas a Urquinaona eran el epicentro del enfrentamiento, retransmitido en tiempo real. "En algunos momentos se llegó al cuerpo a cuerpo", subraya uno de los agentes, que comparte la opinión expresada por otros funcionarios con los que ha hablado El Independiente para la elaboración de este reportaje: la organización que tenían los manifestantes y el grado de virulencia con la que se emplearon.
"Nos querían matar, ésa era la sensación. Llevo en la unidad desde los primeros años y jamás había trabajado con esa intensidad", destaca un policía, sorprendido por el material que utilizaron los violentos en la refriega: adoquines, piedras, motosierras, mazos, picos, palas martillos, llaves inglesa... "Aquello parecía el Leroy Merlin", bromea uno de los agentes.
Varios policías sufrieron graves heridas aquel día por el impacto de los objetos que les lanzaron. Un policía vigués (Iván A.F.) hubo de permanecer ingresado 17 días en la UCI -13 en Barcelona y cuatro tras regresar en un avión medicalizado a Galicia- debido a la fractura del hueso occipital, lo que le ha dejado una grave secuela: la pérdida de visión. A Ángel H.S. le fracturaron el radio de su brazo derecho, por lo que tuvieron que operarle para colocarle una placa y seis tornillos. Tampoco ha vuelto a vestir el uniforme: dentro de unas semanas tendrá que pasar nuevamente por el quirófano al no haber soldado el hueso. Y Álvaro G.B., destinado en Barcelona y que cayó desplomado en las inmediaciones de la Plaza Urquinaona al golpearle un objeto pesado en la cabeza, sufre secuelas psicológicas desde entonces.
"Nos quedamos cuatro o cinco veces sin material"
"Saldríamos desde la Jefatura Superior como a las cinco y calculo que no fuimos capaces de llegar hasta Plaza Catalunya hasta las 22.30 o 23 horas. Y habrá menos de un kilómetro. Avanzábamos 50 metros y casi no podías mantener la posición porque levantaban otra barricada y nos la lanzaban", cuenta un agente que también vivió en primera persona aquella actuación. Y añade: "Utilizábamos todo el material que teníamos a nuestro alcance, pero no podíamos evolucionar todo lo rápido que queríamos no sólo por la cantidad de gente que había y por los objetos que nos arrojaban, sino porque nos quedamos cuatro o cinco veces sin material".
Uno de los mandos que participaron en el dispositivo cifra en "9.000" el número de pelotas de goma que los Antidisturbios de la Policía Nacional dispararon aquellos días en Barcelona. "No sé en la Transición o en conflictos de los Astilleros en los años 80, pero esa cantidad es una barbaridad. Se tiró todo lo que teníamos, no podíamos con ellos. Esto estaba muy orquestado", sostiene.
Nuestras escopetas estaban tan calientes que teníamos que dejar de disparar; aparte de que nos quedábamos sin pelotas", recuerdan
Aquel día se puso verdaderamente a prueba el material de defensa que emplean los Antidisturbios. No sólo los cascos, que se someten a exigentes pruebas de resistencia -tienen que soportar temperaturas extremas y disparos a escasa distancia sin que perforen la superficie- para garantizar la seguridad de los funcionarios en el desempeño de su trabajo. También el resto de protecciones del cuerpo y el armamento.
"Nuestras escopetas [Franchi del calibre 12] estaban tan calientes que teníamos que dejar de disparar; aparte de que nos quedábamos sin pelotas y teníamos que recuperar todo lo que podíamos según avanzábamos. Había momentos en que las bocachas no nos facilitaban esa labor", explica uno de los policías.
Una de las críticas a aquel dispositivo fue que no se autorizara el uso del camión lanza-agua, vehículo utilizado por policías de otros países para desalojar a los manifestantes. El vehículo viajó a Barcelona, pero no salió de las instalaciones policiales de la Zona Franca -donde tiene su base la II UIP- en lo que se atribuye a una decisión de carácter exclusivamente político. Sí sacaron a la calle los Mossos su tanqueta para derribar las barricadas de los violentos ante la intensidad de los enfrentamientos en la noche del 18-O.
Cuesta trabajo imaginar qué hubiera ocurrido aquel día si el peso de la respuesta policial hubiera recaído exclusivamente en la Policía de la Generalitat, el Cuerpo que tiene las competencias en materia de seguridad ciudadana y orden público en Cataluña. La desconfianza que despertó su actuación el 1-O (2017) por no impedir la celebración de la consulta independentista quedó disipada el 18-O (2019). "Con toda honestidad, nos reunimos con ellos y nos dijeron que venían mal dadas y que no llegaban. Pusieron sus cartas encima de la mesa y nos repartimos la tarta. Hacía años que no pasaba eso en Cataluña", resalta un mando policial.
Bautizada como 'Operación Ícaro', la Policía Nacional envió un contingente a Cataluña a principios de octubre de 2019 en previsión de los disturbios que se registrarían cuando el Tribunal Supremo diera a conocer la sentencia del procés, como así sucedió. También el Cuerpo de Mossos movilizó todos sus recursos en el marco del ‘Plan Minerva’ para reforzar su capacidad operativa ante los incidentes que se esperaban.
La actuación de aquel 'viernes negro' en Barcelona ha quedado grabada a fuego en la Unidades de Intervención Policial. Ni el mando más retorcido habría podido imaginar en el peor de los sueños un 'entrenamiento' más extremo para sus integrantes en el Centro de Prácticas Operativas de la Enira (Linares) como el desafío al que tuvieron que enfrentarse aquella tarde-noche de otoño en la que llovían piedras. "Venía un compañero que había pertenecido a los Grises y no recordaba nada igual. Fue una auténtica barbaridad", apostilla un policía. Ni él ni ninguno de sus compañeros lo olvidarán.
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