Caso notable, tan notable como penoso, el del teniente fiscal Luis Navajas, que está dando al final de su vida profesional un espectáculo terrible que está dañando muy seriamente el prestigio y la credibilidad de la Fiscalía General del Estado y, en la misma medida, su propio prestigio pero éste en términos absolutos.
Su estelar actuación dio comienzo a finales de septiembre cuando, preso de la indignación, se lanzó a arremeter contra los fiscales que le habían pedido que para decidir la posición de la Fiscalía sobre la veintena de querellas presentadas contra el Gobierno por numerosas asociaciones y colegios profesionales, sindicatos y agrupaciones familiares de víctimas de la Covid19, convocara a la Junta de Fiscales de Sala, que está compuesta por los 30 fiscales que conforman la cúpula de la carrera.
Sus razones eran más que evidentes: el nombramiento de la ministra de Justicia como Fiscal General del Estado sin solución de continuidad ha dañado muy gravemente la imagen de independencia del Ministerio Público y el hecho de que la posición de la Fiscalía sobre un asunto que afectaba muy directamente al Gobierno al que había pertenecido la Fiscal General se adoptara en la Junta de Fiscales de Sala contribuiría sin duda a despejar toda sospecha de parcialidad.
Pero Luis Navajas no arremetió contra esa petición con argumentos jurídicos, no. Lo hizo con los argumentos ideológicos –no los suyos sino los de los otros- que al parecer contaminaban de manera intolerable a quienes la habían hecho. Una petición tan razonable que podía haber sido atendida o no, como de hecho no lo fue pero que de ninguna manera justificaban un ataque por su parte tan furibundo y tan ofensivo.
Porque nunca se había visto a un tan alto representante del Ministerio Público calificar de “tropa” a quienes habían ido a pedirle que no fuera únicamente él junto a dos fiscales de Sala del Supremo y la Secretaría General Técnica (el equipo de máxima confianza de la Fiscal General Dolores Delgado) quienes fijaran posición sobre un tema tan sensible en estos momentos para la población. “Yo con esa tropano podía entrar a debatir. Con esa tropa no puedo ir a la guerra”. Y añade: “No me importa provocar una guerra en la carrera fiscal […] voy a ponerle a muchos la cara colorada y en su sitio».
Impresionante declaración se mire por donde se mire. Unas palabras que degradan muy seriamente el prestigio imprescindible que necesita inexorablemente tener la Fiscalía en cualquier país civilizado del mundo y a la que uno de sus más altos representantes sacude un zambombazo que la deja tambaleando y con la imagen de ser un patio de corrala.
Sus palabras degradan muy seriamente el prestigio imprescindible que necesita inexorablemente tener la Fiscalía en cualquier país civilizado del mundo
Nunca jamás habíamos asistido a semejante descalificación pública –ideológica, hay que insistir en ello- por parte de un fiscal hacia otros de sus colegas. Porque lo que él dijo, para pasmo general fue que esos fiscales estaban “contaminados ideológicamente” y, en consecuencia, no estaban en condiciones de tener una opinión respecto de los asuntos contra el Gobierno. Ahí queda eso.
Naturalmente, y como se temían muchos, el informe de la Fiscalía en el que se rechaza que el Tribunal Supremo admita a trámite las querellas presentadas no sólo afirma que nada de lo actuado desde el Gobierno puede tener cabida en el ámbito de lo penal, cosa en la que está de acuerdo la mayor parte de los fiscales, sino que introduce un sinnúmero de consideraciones no jurídicas que convierten el escrito en una defensa del Gobierno, cosa que está totalmente fuera de lugar,
Pero lo que pasó a continuación, para mayor sorpresa e indignación de todos los fiscales y de la opinión pública no “contaminada ideológicamente” fue que la Fiscal General del Estado no movió un dedo contra semejantes afirmaciones de su teniente fiscal, que hubieran requerido una respuesta contundente. Algo que la Asociación mayoritaria de la carrera, la AF, consideró en su día “intolerable”.Pero no sólo no sucedió eso sino que la ex ministra de Justicia y ahora Fiscal General, Dolores Delgado, decidió abrir una investigación para establecer si los fiscales de Sala del Tribunal Supremo señalados por Navajas habían presionado o no al teniente fiscal.
Ya veremos en qué queda la cosa porque dudo mucho que la señora Delgado se atreva a respaldar una sanción o una reprimenda o nada parecido a ningún fiscal del Supremo porque se arriesga a un motín -siempre dentro de los términos circunspectos en los que se producen los fiscales- de la carrera.
Dudo mucho que la señora Delgado se atreva a respaldar una sanción o una reprimenda a ningún fiscal del Supremo porque se arriesga a un motín de la carrera
No acaban ahí las actuaciones estelares del fiscal Navajas. El viernes pasado, no hace ni una semana de esto, el número dos de la Fiscalía General del Estado publica un comunicado que pone los pelos de punta. En él asegura que ha comprendido que lo dicho por él sobre el fiscal anticorrupción Ignacio Stampa en esas entrevistas inolvidables “ahora” sabe que eran “rotundamente falsas”. “Me limité a hacerme eco de publicaciones periodísticas sin hacer las comprobaciones a que por mi cargo estaba obligado”. No damos crédito a la confesión: el teniente fiscal de la Fiscalía General del Estado, altísimo representante del Poder Judicial, ataca, denigra y ofende gravísimamente a otro fiscal simplemente porque ha leído en la prensa que su colega mantenía relaciones íntimas con una letrada del caso que estaba investigando.
Sólo con esa confesión Luis Navajas tendría que estar en este momento puesto de patitas en la calle, da igual que se tenga que jubilar en diciembre próximo. Un representante del Ministerio Público que es el promotor de la acción de la Justicia en defensa de la legalidad de los derechos de los ciudadanos, no puede de ninguna manera pronunciarse públicamente sobre uno de esos ciudadanos ateniéndose a lo que ha leído por ahí.
Y muchísimo menos si lo que ha hecho con sus declaraciones es hundir el buen nombre del fiscal Stampa y arrastrarlo por el barro y la ceniza con ese escandaloso grado de frivolidad e insensatez. Porque lo que dijo conviene reproducirlo para que se tenga claro. Preguntado por esa relación nunca probada pero ahora mismo objeto de investigación de Ignacio Stampa y la letrada Marta Flor Núñez, abogada de Podemos en el caso Dina, el ínclito Navajas soltó lo siguiente: “Cuando me enteré me dio asco […] Cuando el cirujano abre y ve un tumor, el tumor hay que quitarlo. Vomité, vomitamos todos. […] Cada cinco años estos fiscales deberían pasar un examen y entonces los Stampa serían un problema que duraría cinco años”.
¿Qué ha pasado entre el 21 de septiembre y el 9 de octubre para que este señor se desdiga de una manera tan escandalosa, tan humillante para él y tan dañina para la Fiscalía en su conjunto de unas palabras intolerables en nadie y mucho menos en un miembro de la cúpula fiscal? Lo que ha ocurrido es que el 7 de octubre el magistrado de la Audiencia Nacional Manuel Garcia-Castellón ha elevado una exposición razonada al Tribunal Supremo para que investigue al vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos Pablo Iglesias por supuestos delitos de descubrimiento revelación de secretos, daños informáticos y denuncia falsa o simulación de delito en relación con el robo del teléfono móvil de su ex asesora Dina Bousselham.
Luis Navajas ha presentado este viernes un escrito ante la Fiscalía General del Estado en el que se retracta a […]La Fiscal General del Estado le ha encargado a él, a Luis Navajas, todos los asuntos que estén relacionados con el Gobierno. Y éste lo está en grado sumo de manera que a él es a quien corresponde entregar al Supremo el informe de la Fiscalía relativo a la petición del magistrado de la Audiencia Nacional.
Navajas pidió a la Fiscalía Anticorrupción su opinión sobre el asunto –algo lleno de lógica puesto que son los fiscales Anticorrupción Ignacio Stampa y Miguel Serrano quienes llevan meses investigando el caso- para enviarlo a los ocho fiscales del Tribunal Supremo encargados de fijar la posición de la Fiscalía –no vinculante- ante el Alto Tribunal en relación con la exposición razonada elevada por García-Castellón.
Ahora bien ¿Cómo va el teniente fiscal pedir y además dar crédito a la opinión de un fiscal cuyo comportamiento le parece tan infame y delictivo que le produce vómitos? Porque además Anticorrupción se opone a que el Supremo abra cusa contra el vicepresidente Iglesias y otros implicados en el caso Dina. ¿Qué más puede pedir el teniente fiscal Luis Navajas?
Nada, nada, se rectifica y a otra cosa mariposa, aunque sea confesando los procedimientos vergonzosos que practica para formarse una opinión sobre un asunto de la máxima gravedad que afecta, además, a un colega.
Lo terrible y descorazonador de todo esto es comprobar el grado ínfimo de profesionalidad al que ha llegado a caer un hombre que ocupa un puesto de la máxima relevancia para garantizar la acción de la Justicia en defensa de la legalidad. No hay que esperar a que se jubile, ya debería estar fuera de su puesto. Dolores Delgado ya está tardando.
Caso notable, tan notable como penoso, el del teniente fiscal Luis Navajas, que está dando al final de su vida profesional un espectáculo terrible que está dañando muy seriamente el prestigio y la credibilidad de la Fiscalía General del Estado y, en la misma medida, su propio prestigio pero éste en términos absolutos.