21 y 22 de octubre. Esas son las fechas escogidas por la Mesa del Congreso para celebrar la quinta moción de censura de la democracia, aunque esta vez la iniciativa nace en vía muerta. Todo parece apuntar a que los 52 de Vox se quedarán solos en la defensa de su propuesta y, en el mejor de los casos, contarán con la abstención del PP, cuyo presidente aún no ha revelado cuál será el sentido de su voto, aunque buena parte de los dirigentes se incline hacia el 'no'.
Vox sabía desde el minuto uno que su moción de censura no correría la misma suerte que la anterior, la que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa, al no contar con los votos ni aunque hubiera convencido para votar 'sí' a todo el bloque de la derecha. Pero sí le servirá para darle proyección a su discurso y, aunque de puertas para afuera se insiste en que ese no es el objetivo ni la intención, poner en un apuro a Pablo Casado en un momento en que las posiciones entre Gobierno y oposición están completamente enfrentadas.
Haga lo que haga Casado, le dispararán desde uno u otro flanco. Si vota en contra, se alineará con la mayoría de Sánchez, pero se alejará aún más del discurso crítico de Vox contra el Gobierno, un camino que no disgusta a Casado y por el que los populares avanzaron decididos especialmente desde este verano tras la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, como parte de una estrategia para ganarle terreno a su derecha en base a una apuesta por la moderación en vez del "ruido", reconciliándose así con su votante más liberal que permanece en Vox desde su irrupción en el Congreso en abril de 2019.
Si se abstiene -el 'sí' está completamente descartado- alimentará el argumento sobre el que la izquierda guía toda su estrategia: equiparar a PP con Vox, una comparación que ya le ha costado a Casado recibir disparos por "antisistema" e "inconstitucional". Y todo ello en una coyuntura política en que la crispación y la polarización se han convertido en protagonistas, agravada por el "atropello" que pretende el Gobierno con el CGPJ por el bloqueo institucional o la posible investigación a Pablo Iglesias en el Supremo.
La moción será sólo el primer asalto de la lista de acometidas que pretende emprender el partido que dirige Santiago Abascal para arrebatarle definitivamente al PP su hegemonía como principal partido de la oposición. La mayoría de las encuestas privadas pronostican que Vox rentabilizaría la caída de un Partido Popular a la baja en los últimos meses -aún así llegaría en mejores condiciones a unas hipotéticas elecciones de lo que lo hizo el pasado 10 de noviembre-, lo que coincide en el tiempo con el giro de timón de Casado hacia posturas más moderadas.
Pero las encuestas internas que maneja Vox, según informan fuentes del partido, son mucho más prometedoras, lo que "indica que estamos en la dirección correcta". Según las mismas, los de Abascal estarían ahora rozando los 70 escaños, "disparados", pero aún lejos del PP de Casado. Sus dirigentes esperan que su estrategia contra los populares no sólo les permita seguir recortando distancia, sino "superarles en número de escaños", aunque sea un cálculo muy optimista. Para conseguirlo ponen el foco en lo que la formación denominan como "efecto arrastre", es decir, ganar el terreno suficiente como para que "si un votante de derechas tiene que elegir entre dos fuerzas muy igualadas" terminen en la bolsa de votos de la que está al alza y la que cuenta, además, con más presencia tiene en las redes sociales y más ruido provoca en la calle.
Vox se lanza ahora a por el "voto de Podemos", esto es, los electores de la clase obrera "los que están preocupados por los problemas reales y no por debates de si monarquía o república". El primer paso fue la creación de su propio sindicato, Solidaridad, que se define a sí mismo como el primero "anticomunista" y "patriótico" por la influencia predominante de la izquierda en organizaciones de este tipo.
Casado, sin proyecto político
Otra de las puntas de lanza que utilizarán los de Abascal para adquirir una posición de ventaja respecto a los de Casado será la idea de que el PP, "desde la era de Mariano Rajoy", no cuenta con "ningún proyecto político claro", porque el ex presidente del Gobierno "no hizo nada en seis años" y Casado, según valoran en Vox, "iba por el mismo camino".
Pero la fragmentación política y la irrupción de nuevas fuerzas ha obligado a los populares a construir "un proyecto a contrarreloj" capaz de competir con el de sus adversarios, en este caso el de Vox, que explota una estrategia a la que se resiste a sumarse Casado: la de capitalizar el descontento social y llevar el "enfado" por lo que ocurre en el Parlamento a la calle.
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