Es el área de mayor propagación del país. El epicentro de contagio se sitúa en Navarra, en particular en su capital, Pamplona. La Comunidad Foral está desde esta medianoche confinada, sin que se pueda salir ni entrar salvo causa justificada. Sus bares y restaurantes permanecerán cerrados hasta el 4 de noviembre y los grupos de personas se recomienda –la prohibición finalmente se ha eliminado de la orden foral- que sean de seis personas, bien del entorno familiar, bien ajenas a él. Las ‘fronteras’ con sus comunidades limítrofes están desde hoy vigiladas por Guardia Civil, Policía Foral, Ertzaintza y Policía Nacional. El único acceso libre estará abierto a través de la frontera con Francia.
La movilidad entre comunidades vecinos está desde hoy y más a partir de mañana, seriamente limitada. Junto a Navarra, La Rioja también ha decretado el confinamiento perimetral a partir de mañana. Aragón cierra el acceso y salida a Zaragoza, Teruel y Huesca. En Euskadi las restricciones de reunión, de actividad y los aforos también está previsto que se refuercen a partir del viernes y no se descarta que hoy pueda ampliarse las medidas. Sobre la mesa, la implantación de una suerte de ‘tique de queda’.
Pero, ¿por qué en Navarra y su entorno los indicadores se han disparado tanto? ¿Qué hace que la Comunidad foral registre una incidencia acumulada de 1.005 casos por cada 100.000 habitantes frente a las 561 casos de la vecina La Rioja o los 349 del País Vasco? Pese a ser una de las cuestiones que con cierta frecuencia se le traslada a la presidenta de Navarra, María Chivite, en sus últimas comparecencias, por el momento no ha detallado cuál es el factor diferenciador. A lo más que la presidenta ha culpado es al comportamiento irresponsable de una parte de la población: “Tenemos muy claro que el mayor problema es el ocio, las reuniones familiares y sociales en el espacio público y privado”, aseguró durante su comparecencia para anunciar el confinamiento y cierre de la hostelería que hoy comienza.
En 'entornos de confianza'
El Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra asegura que la mayor parte de los contagios de las últimas semanas, cerca del 59%, se producen en “entornos de confianza”, como son los espacios de ocio entre amigos y familia, y apenas un 5% se ha detectado en contextos laborales o educativos. El foco se pone entre los jóvenes, donde la incidencia de la pandemia se ha disparado hasta alcanzar los 677 casos por cada 100.000 en la franja que va desde los 15 a los 34 años.
El comienzo de las dos semanas de confinamiento en Navarra se activa con los tres indicadores ubicados en los niveles de alerta máxima: la incidencia acumulada a 14 días duplicando los 500 casos establecidos como límite, la saturación por Covid de las camas UCI en el 29% y la tasa de contagio detectados vía PCR en el 15%. Lo que no se le puede reprochar a Navarra es no haber rastreado a la población. Los servicios sanitarios de la Comunidad Foral realizan más PCR que ninguna otra Comunidad Autónoma en España, casi 3.700 pruebas por 100.000 habitantes, el doble que la media nacional.
El epidemiólogo Adrián Aginagalde asegura que la incidencia que la gestión política pueda tener en una pandemia es limitada y en ocasiones su comportamiento responde más a factores relacionados con la movilidad, la dispersión demográfica o las estrategias de búsqueda que se aplican en una zona. En este punto reconoce que la actividad de rastreo de Navarra ha sido mucho más intensa de la que han llevado comunidades cercanas como La Rioja.
No esconde que existen elementos que tampoco se pueden desdeñar para la explicación del impacto mayor de la pandemia, como es el envejecimiento que registra Navarra o la concentración demográfica elevada que se produce en Pamplona y su comarca: “En Navarra existe una clara macrocefalia, la mayor cuota de casos se da en una sola ciudad”. En el caso de la capital navarra ronda el 65% del total de positivos.
Demografía y factores sociolaborales
Aginagalde hace referencia además al posible impacto que han podido tener las celebraciones de las ‘no fiestas’, incumpliendo las prohibiciones en vigor. También apunta como un posible factor el perfil económico. “Las características sociolaborales de Navarra y La Rioja, por ejemplo, son similares. En ambas tiene un peso importante la agricultura y la llegada de temporeros puede ser un elemento o las industrias conserveras, etc.
A todo ello se suma que el repunte de casos ha llegado en el peor momento. Si esto hubiera ocurrido en agosto el margen de actuación hubiera sido mayor. Ahora, los factores medioambientales y sociales influyen. La luz ultravioleta empieza a disminuir en intensidad y tiempo y en esta época la población tiende a hacinarse más en espacios cerrados, interiores, de lo que lo hace en verano”.
En su opinión, la adopción de medidas como el cierre perimetral de una comunidad autónoma puede ser positiva al condicionar los “factores conductuales” de la población. Este epidemiólogo vasco apunta que “deben ir acompañadas de acciones para disminuir la presencia en los espacios de sociabilidad de la población: “No habrá cordón sanitario si no se toman también este tipo de medidas, por eso limitar la hostelería y el resto de ámbitos sociales puede resultar de gran ayuda. El cordón perimetral por sí sólo tiene una eficacia limitada, quizá en una pequeña localidad funcione pero no en una gran urbe”.
El microbiólogo de la Universidad del País Vasco, Guillermo Quindós, también se muestra escéptico ante la eficacia de un cierre perimetral. Considera que previa a su implantación se deben fijar bien los objetivos de esa decisión y las medidas complementarias de las que irá acompañada. “Son medidas que suponen un golpe muy duro para una sociedad, por eso es importante fijar bien para qué se adoptan”. Recuerda que en realidad cuando se aplica un cierre de una zona es más para proteger “a los que se quedan fuera que a los de dentro”. Por estas decisiones estén reforzadas de las políticas de rastreo de casos, de diagnóstico o de mejora de la Atención Primaria, “si no se hace, la medida no será tan fructífera”.
Asegura que el confinamiento conlleva un impacto social y económico importante y que en la mayor parte de los casos tiene un especial perjuicio sobre los sectores de la población más débiles, “por eso es fundamental explicar bien por qué y para qué se toman estas medidas”.
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