"Obviamente si uno viene a España piensa que el idioma en el que se estudia es el español, nunca me imaginé que se iba a estudiar en otra lengua". Dafne es argentina y llegó a Barcelona en 2012. Con dos hijos estudiando Primaria en la escuela pública Josep Guinovart de Castelldefels (Barcelona), en los últimos ocho años se ha convertido en una experta en los recovecos de la administración educativa y las "trampas" del sistema para imponer la inmersión lingüística.
Ningún centro público de Cataluña cumple con el mínimo fijado por los tribunales del 25% de horas en castellano impartidas en asignaturas troncales y con el material didáctico en esta lengua. Así lo acredita el estudio realizado por la Asamblea por la Escuela Bilingüe (AEB) en 2019, en base a los proyectos lingüísticos de los 2.214 centros públicos catalanes.
Este 25% solo se aplica a grupos-clase cuando los padres han recurrido esta anomalía antes los tribunales, que siempre les amparan, si bien esto suele implicar muchas presiones a posteriori.
De los proyectos lingüísticos analizados por la Asamblea se concluye que solo 126 centros imparten alguna asignatura no lingüística en castellano y solo 25, alguna troncal pero parcialmente (trimestres). Únicamente el 7,7% de los centros de Infantil y Primaria realizan otra asignatura en castellano, además de la de lengua castellana. Solo un centro de ESO y Bachillerato imparte asignaturas no lingüísticas en castellano.
"Hasta que no se consiga de manera más generalizada, que puedas atacar al proyecto lingüístico, el castellano será minoritario porque es un desgaste bestial", argumenta Natalia, madre de tres niños que estudian ahora en una escuela trilingüe, tras haber renunciado a la pública y concertada catalanas para esquivar el "adoctrinamiento político". "No olvidemos que tienes a tus hijos en la escuela, no eres tu el que va a sufrir las consecuencias, no te arriesgas a que le puedan hacer bullying por escoger una lengua".
Las comunicaciones
Tampoco es fácil conseguir que las escuelas públicas se dirijan en castellano a los padres en sus comunicados oficiales. Natalia lo pidió tras años escolarizando a sus hijos en un colegio público de Barcelona. Tomó la decisión tras ver el vestíbulo de la escuela cubierto de esteladas.
La directora del centro atendió a su petición después de que el Consorcio de Educación de Barcelona le aclarar que tenía la obligación de hacerlo. Pero la resistencia del centro llegó al histrionismo cuando durante el siguiente curso, al pedir entrevista con el tutor, le advirtieron de que necesitarían un traductor si no renunciaba a su exigencia de comunicación bilingüe. "Era el sinsentido".
"Cuando llegas a Barcelona notas una diferencia, con una exaltación identitaria que yo no había vivido en Madrid, ni siquiera en Francia, pese a ser un país chovinista. Y hay cosas que asumes, como el sistema de inmersión", explica Natalia. De hecho, ella aprendió catalán y lo utiliza con normalidad. Pero a partir del procés "la cosa empieza a degenerar, la escuela empieza a tomar un rumbo que en la última época era adoctrinamiento puro y duro".
Entonces "es cuando te planteas la cuestión del idioma porque te das cuenta de que es un odio hacia el castellano. Te rebelas cuando te das cuenta de que se está tratando a una lengua y unos ciudadanos como de segunda".
Dafne se resistió desde el primer momento a la inmersión lingüística. "Descubres que si quiero castellano me tengo que ir a un privado, si hubiese tenido el dinero lo hubiera hecho". Pero buscó otras fórmulas y descubrió que existía la posibilidad de tener aunque fuera un 25% en castellano.
"Hay gente que te mira con cara rara cada vez preguntas por qué es todo en catalán, yo lo preguntaba abiertamente, porque desconocía el tema político que había detrás", explica esta argentina afincada en España. Pero ella tuvo "suerte", porque otros padres, en el centro de sus hijos, se sumaron a la petición de más presencia del castellano.
Aún así, "a medida que avanzaba el proceso y veían que esto iba acompañado de problemas se empezaron a dar de baja". Al principio se presentaron más de 90 solicitudes para un colegio de 500 alumnos. "Sé que mucha gente estaba a favor pero después no lo solicitaban, por miedo o porque sabían lo que se venía".
Soledad y desgaste psicológico
Natalia nunca llegó a dar ese paso, por oposición de su marido y por temor a ver a sus hijos "señalados". "El problema bullying, y con la lengua pasa lo mismo, es que se da a todos los niveles, es un bullying de la dirección, de los profesores y de padres y miembros del Ampa, y llega un momento en que es muy difícil psicológicamente y decides que tu sola no puedes si no tienes apoyos". En ese momento cambió a sus hijos a una escuela trilingüe.
Por eso, argumenta Natalia, "no me atrevo a dar el paso de pedir el castellano, conocía el colegio, a los padres el Ampa -de hecho la presidenta del Ampa era del CDR de Sants- y no quise someter a mis hijos a esa presión". Cuando su hija mayor pasa a un concertado para estudiar la Secundaria la situación se reproduce. "Incluso más allí".
En el contexto de una escuela fuertemente politizada, Natalia retrata a dos tipos de personas: "los que se atreven a dar el paso, que son muy pocos, y los que miran hacia otro lado, y como en el bullying lo malo no es solo el que lo hace sino los que miran hacia otro lado y hay muchísima gente" así.
Español, ni en los patios
La imposición del idioma no se limitaba, en su caso, a las clases. "La opresión de usar el catalán no es solo en el horario lectivo, es en el patio, las extraescolares, en el Ampa, en todo". Recuerda que en una fiesta organizada por el Ampa se le ocurrió poner canciones en español. "Hubo una parte importante de padres que se quejó, porque había que promover la música en catalán".
De hecho, recuerda que la asociación de padres "se convirtió en correa de transmisión de las consignas independentistas junto con el colegio". Lo mismo sucedía en el Facebook del colegio. En la concertada en la que su hija cursaba Secundaria, la niña tuvo un enfrentamiento con la tutora cuando el 2 de octubre le exigió que se posicionara sobre el referéndum, a lo que siguió una proclama independentista. "Después de eso los cambié a todos, no podía dejar a mis hijos en escuelas en las que les estaban lavando el cerebro".
Según el informe de la AEB, el 98,5% de los proyectos lingüísticos veta el uso del castellano oralmente en todos los ámbitos del centro (pasillos, patio, comedor…). A la vez, el 99,5% de los centros realiza todas las comunicaciones escritas en catalán exclusivamente. El 88,8% de los proyectos lingüísticos establece que la única lengua de comunicación oral con las familias ha de ser el catalán y solo el 2,3% de los centros estudiados envía a las familias las comunicaciones en las dos lenguas oficiales de Cataluña.
La presión de las familias
En el caso de Dafne, el hecho de tener a otras familias apoyando su petición no evitó las críticas de otros padres. "Cuando empiezan a llegar las cautelares empezó una guerra con las familias totalmente en contra de tener más castellano, aunque la ley lo diga".
Por protección de datos nadie debía haber sabido qué familia había pedido más castellano, señala, "pero lo supieron, y tras intentar infructuosamente cambiar las cosas a través del Ampa, llegó el tema personal". En el caso de Dafne, los padres de la clase de su hijo "hicieron que sus hijos cortaran toda relación con el mío, y obviamente conmigo".
En el curso de mi hija había dos clases, "muy oportunamente las 15 o 16 solicitudes para tener más castellano, mágicamente al año siguiente estaban todos juntos. Cuando dijimos al colegio que eso era discriminación por motivo de lengua", lo negaron y argumentaron que era una decisión basada en las evaluaciones de los alumnos. "Ahora el A es el grupo de los castellanos y el B el de los catalanes".
"En un momento dado me frenó la presión sobre mis hijos", reconoce, "pero al estar acompañados por otras familias solicitantes se hizo mucho más llevadero, por suerte éramos un grupo bastante grande y nos íbamos apoyando unos a otros". En el grupo de su hija hay siete alumnos más que han solicitado medidas cautelares para tener el 25% en castellano, y otros cuatro en el grupo de su hijo. Pero quizá ninguno de ellos habría tomado la iniciativa si Dafne no hubiera iniciado la batalla.
Sin base pedagógica
Ana Losada, presidenta de la AEB, ha denunciado repetidamente que no existen motivos pedagógicos para que la inmersión lingüística implique la exclusión del español de las asignaturas troncales. De hecho muchos centros imparten asignaturas en inglés para reforzar el aprendizaje de este idioma. Por tanto, añade Losada, la exclusión del castellano sólo puede responder a motivos ideológicos.
Según el informe de la AEB "queda demostrado que los proyectos lingüísticos de centro en absoluto se utilizan para adaptar la docencia al entorno sociolingüístico, olvidándose, por tanto, de las necesidades del alumnado y convirtiéndose en una herramienta clave en el proceso de construcción nacional". De hecho, el 22,8% de los centros estudiados explicitan objetivos de carácter identitario en sus proyectos lingüísticos.
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