Cuando Vox comenzaba a dar sus primeros pasos como reacción "necesaria" al espacio electoral que había dejado libre Mariano Rajoy por la renuncia expresa a dar la batalla ideológica, Alejo Vidal-Quadras (Barcelona, 1945) asumió las riendas de un partido que aún tardaría años en despegar. Poco después del fracaso electoral europeo de la formación conservadora durante las elecciones de 2014, el catedrático abandonó el partido que él mismo había fundado, sin esconder discrepancias con Santiago Abascal, que ya entonces se puso a los mandos.
El político catalán militó en las filas del PP, y no precisamente en puestos de bajo rango: fue presidente de los populares catalanes del 91 al 96 y vicepresidente del Parlamento Europeo entre 1999 y 2014. A 'Santi', como se refiere para hablar del de Amurrio, lo conoció "cuando él tenía 20 años y militaba en las nuevas generaciones del PP vasco". El catedrático observa ya los toros desde la barrera, pero insiste en aconsejar a Abascal que se aleje del "nacionalismo étnico", que modere su discurso patriótico y "eurófobo" y que, en suma no caiga en los excesos que a veces observa en su ex compañero de filas. "Es importante no perder el norte", sentencia.
Pregunta.- ¿Cómo valora, a grandes rasgos, la situación política actual?
Respuesta.- Existe una ofensiva por parte del Gobierno para transformar España en un estado totalitario. Y hay muchísimas señales de esto. La última, inventarse una orden ministerial para combatir la desinformación. Esto es muy peligroso. Le da al Gobierno la potestad para decidir qué es desinformación y qué es información. Hay una máxima clásica que dice que para que el Gobierno dependa de la opinión pública, la opinión pública ha de ser independiente del Gobierno. Y si hay algún abuso en el campo de la información falsa o calumniosa, para eso existen los tribunales. Es un atropello en un estado democrático.
P.- ¿Qué más señales aprecia para afirmar que la democracia corre peligro?
R.- Hay una afirmación que Pablo Iglesias ha repetido en sede parlamentaria dirigiéndose a la bancada de la derecha: "ustedes nunca gobernarán". Hay una serie de síntomas, señales, advertencias de que estamos bajo la amenaza de que España deje de ser una democracia constitucional. Un ejemplo claro fue el nombramiento de una fiscal general que hasta hace dos días era militante del PSOE. Tampoco hay que pasar por alto la tramitación de los Presupuestos, con los que van a triturar a la clase media, amortiguador natural de los conflictos sociales y garantía de una democracia viable. Por no hablar de la ley de educación que está preparando el Gobierno, que promete asfixiar a la concertada de un modo dudosamente constitucional y resultar muy lesiva para la propia libertad de educación.
P.- La polarización se ha convertido también en signo inequívoco de nuestra clase política a la que han contribuido los extremismos que, según el criterio de muchos, representan tanto Vox y Podemos. ¿Le parece justa esta comparación?
R.- Me parece que es utilizar dos varas de medir de manera sesgada. Vox es un partido conservador, patriota, que se apoya en los valores del humanismo cristiano. Y eso podrá ser mejor o peor, pero no representa ningún ataque a la Constitución. Vox ha sido objeto de caricaturización muy agresiva, se le acusa de fascismo cuando no tiene ninguna característica de ello. Es un partido muy conservador, sí. ¿Y qué? Hay partidos en España que han intentado dar golpes de Estado; Podemos ha atacado a la monarquía parlamentaria; Bildu no condena el asesinato como herramienta de actuación política. Si Vox es extremista, ¿éstos qué serían?
P.- Entonces, Vox no es extrema derecha. ¿Y Podemos sí es extrema izquierda?
R.- Podemos está en contra de la propiedad privada, de la pluralidad parlamentaria, de la unidad de España, de la libertad de educación. Está en la idea de que la banca tiene que ser pública y que los sectores estratégicos se tienen que nacionalizar. Y esa es la definición de un partido de extrema izquierda. Representa la idea de extremismo, y es un extremismo feroz. Sin embargo, no veo que Vox sea una amenaza para el orden constitucional, y sin embargo se le ha marginado, demonizado y se la ha convertido en un apestado, como una especie de esperpento de ultraderecha que responde a una maniobra perversa del PSOE y de sus aliados.
P.- Pero no son los únicos, ¿no? El PP también ha ubicado a Vox en esa posición, al menos en las últimas semanas.
R.- Sin duda. Casado se ha sumado a la demonización de Vox. Creo que el PP ha cometido un error de libro.
P.- ¿Cuál cree que es el objetivo de Pablo Casado con la maniobra de saberse único valedor del centro político en España?
El giro del PP y de Casado condena a Ciudadanos a la desaparición
R.- Intenta crecer por el centro, ocupar el espacio ya agonizante de Ciudadanos e, incluso, morder en socialdemócratas en desacuerdo con Sánchez. Gente veterana, como Leguina, González, Guerra, Vázquez, Corcuera... ha tomado una posición contraria a la de la alianza del PSOE con Podemos. Si se centra lo suficiente, es posible que toda esa franja del socialismo vote al PP por rechazo al Gobierno socialcomunista. Pero lo que es seguro es que perderá muchos votos por el lado más conservador, que ven a Vox como un aliado potencial y no como un enemigo.
P.- ¿Cree que es una estrategia acertada?
R.- El planteamiento que ha hecho Casado es el siguiente: me separo brutalmente de Vox, y con eso puedo perder unos votos, pero me abro a un espacio mucho más amplio por el otro lado que aún ocupa Ciudadanos y a esos votantes del PSOE descontentos, que están horrorizados con la deriva de Sánchez. Y ha hecho este cálculo: gano hasta conseguir 110 o 120 escaños y si Abascal gana siete u ocho que me quita a mi, tenemos una mayoría absoluta de derechas que Vox tendría que apoyar. Son prisioneros del PP. Si entregara con su abstención o voto en contra España a la izquierda, simplemente desaparecería.
P.- ¿Y Ciudadanos? ¿Está condenado a la desaparición?
R.- Sí. Ha dejado de tener un papel. El PP le ha invadido. Y el votante que tenga que elegir entre un PP centrista, con una implantación y una tradición consolidada, y un Ciudadanos agonizante, no cabe duda que escogerá la primera papeleta. Es la principal consecuencia del giro del PP: Ciudadanos está condenado a la desaparición.
P.- ¿Considera que Casado ha ejercido un buen papel como líder de la oposición?
R.- Casado tiene muchas cualidades. Es un buen orador, transmite sensación de honradez, de simpatía. Es un buen líder para el PP. Pero después de Rajoy la cosa sólo podía ir a mejor. Si Soraya hubiera ganado el congreso, el PP estaría como Ciudadanos, en vías de desaparición. Pablo Casado ha salvado al PP.
Si Soraya hubiera ganado el congreso y no Casado, el PP estaría en vías de desaparición
P.- ¿Qué errores apreció durante la moción de censura de Vox contra el Gobierno?
R.- La moción tuvo tres oradores. Garriga, que estuvo muy bien, en su sitio, correcto. Espinosa de los Monteros, educado, eficaz. Y Abascal, que cometió errores. En su discurso hubo párrafos que suponían un exceso terrible. Dijo cosas sobre la Unión Europea y la política internacional que... si la técnica de tu enemigo es caricaturizarte como ultraderecha, no le des facilidades.
P.- Definió Europa como un “megaestado federal que se parece demasiado a la República Popular China, a la Unión Soviética e incluso a la Europa soñada por Hitler". ¿A ese párrafo se refiere?
R.- Sí, entre otros. No sé por qué cometió ese error. La Unión Europea no puede ser descrita como hizo Abascal. Tiene sus defectos, sí. No hay una sola idea de Europa canónica, monolítica, ortodoxa. Vox puede situarse en la escuela eurorealista, pero no puede caer en la eurofobia. A Santi le conozco desde que él tenía 20 años y siempre le he considerado una persona noble y honrada, pero tiene que ir con cuidado, porque si dentro de Vox observa excesos, él como líder tiene que poner a la gente en su sitio.
P.- ¿Quién ganó el debate, a su juicio?
R.- Casado estuvo bien, con una pieza retórica, un discurso de coraje y fuerza. Y Santi tuvo fallos. El resultado estuvo claro, aunque en términos políticos no creo que Vox saliese tan mal parado de la moción, porque reafirmó a su electorado en su convicción. Casado le brindó en bandeja la parte más conservadora del PP.
P.- Además del discurso contra Europa, ¿hay alguna otra línea del actual discurso de Vox que no comparte?
R.- Comparto muchas de sus posiciones. La defensa de la unidad de España, de la Corona, el combate contra el separatismo... en este último estoy desde hace 30 años. Pero hay algunas cuestiones en las que Vox debería ir con cuidado.
P.- ¿Por ejemplo?
R.- Por ejemplo, a veces Vox tiene ramalazos de proteccionismo autárquico, como si el libre comercio internacional fuese un peligro, cuando es una fuente de riqueza. También debe defender la unidad nacional pero evitar pasar a un nacionalismo español de tipo étnico. Tienen que mantenerse más templados, vigilar la estética, el lenguaje y no caer en determinados excesos para no perder el norte.
Vox debe vigilar su patriotismo. En Cataluña eso les ha llevado a dar un golpe de Estado
P.- ¿Corre el riesgo de radicalizarse?
R.- Vox tiene buenos ingredientes en su plato pero tiene que vigilar algunos de ellos, no vaya a poner demasiada cantidad. Si pones un poco de pimienta, das alegría al plato. Pero si te pasas, te lo cargas. El patriotismo español debe ser moderado, no abrazar un nacionalismo como el de Puigdemont, Torra u Otegi. Yo no creo en la nación como una esencia surgida de la historia en que identidad nacional esté por encima de libertad o de igualdad. En Cataluña eso les ha llevado a dar un golpe de Estado. No quiero que se hable de España como un ídolo como hace Puigdemont con Cataluña, porque en nuestra historia hay cosas muy buenas, pero también muy malas. Y eso Vox lo tiene que vigilar, porque hay veces que pueden pasarse un par de pueblos.
P.- Dejó el partido hace ya cinco años, cuando Vox no tenía representación en ninguna institución. ¿A qué cree que se debió el petardazo de finales de 2018 y 2019?
R.- Vox nació porque Rajoy renunció al debate ideológico y se transformó en un partido de pura burocracia gestora. Cuando tuvo mayoría absoluta no desmontó todo el montaje ideológico de Zapatero, como la memoria histórica o las leyes de género. Y el PP, que era un partido liberal conservador, invitó a los liberales y conservadores a que se fueran, lo que provocó una insatisfacción en las bases sociales tremenda. Vox es una escisión del PP. Y quien lo creó fue Mariano Rajoy.
P.- ¿Ha tocado techo Abascal?
R.- No. Si saben hacer las cosas bien, porque todo depende de cómo se administre el éxito, pueden llegar a los 60 o 70 escaños fácilmente.
P.- Por último, sobre las elecciones americanas, ¿qué le parece que Trump se haya declarado ganador y no admita la derrota? ¿Qué consecuencias puede tener este discurso?
R.- Aunque haya perdido, nunca dará una bola por perdida. Forma parte de su carácter y de su técnica. Dirá que es un fraude, irá al Supremo, no va a conceder la victoria y no va a felicitar al legítimo vencedor. Va a patalear hasta el último minuto. Trump es un personaje muy peculiar. Hace cosas que pueden estar bien, pero las estropea a golpe de tuit. No es un político, es un empresario con un estilo muy americano, muy agresivo. No es un ejemplo de sutileza que digamos. Simplemente hay que recordar su legado como un paréntesis en la vida política americana en que se demostró que existe un malestar profundo en algunos sectores de esa sociedad.
P.- ¿Y qué le parece el (casi) nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden?
R.- Es como Hillary Clinton, pero más mayor. No representa ninguna novedad, ningún cambio. Es el regreso del establishment político de Washington de toda la vida. Pero ha sido el ganador legítimo, porque por muchos litigios que inicie Trump no va a conseguir darle la vuelta a la decisión de las urnas. Con Biden, América volverá al Acuerdo de París, al acuerdo nuclear con Irán... y en el campo interno, cumplirá con su agenda progresista: más políticas sociales, más concesiones a minorías, más feminismo y más ecologismo.
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