¿Quién no conoce la paradoja de la rana hervida al baño María?
Una rana introducida en un balde de alguna hirviente saltará de inmediato con una reacción automática que le hará eludir el peligro y salvar su vida, mientras que introducida en agua templada a la que poco a poco le subamos la temperatura la conducirá a morir hervida entre sensaciones placenteras y adormecida en sueños de confort –si es que las ranas sueñan-.
No puedo evitar ya desde hace meses ver la analogía con España y la deriva totalitarista a la que poco a poco nos dirigimos mientras los españoles, como la rana, disfrutamos del falso ensueño de cobertura social, ayudas para todos, un estado omnipresente que todo lo soluciona y que todo lo controla para nuestro bienestar. No hay que preocuparse de nada, el Estado intervine el alquiler, paga los ERTE, sube el sueldo a funcionarios y pensionistas.
Mientras, la temperatura del balde sube poco a poco sin que nosotros, los ciudadanos, la sociedad civil, sintamos molestia alguna o saltemos despavoridos como la rana. Ahora un confinamiento, ahora un estado de alarma de seis meses amordazando la discusión política y matando cualquier esperanza de recuperación a medio plazo de sectores como el denostado turismo del que comemos (solo el anuncio del estado de alarma de seis meses para comodidad de nuestros políticos ha causado devastadores efectos en las reservas turísticas de invierno y primavera al igual que en los viajes de negocios).
Cada semana, casi cada día, la temperatura sube un grado que apenas percibimos. Una semana intervengo el mercado del alquiler, la anterior me apodero del control de la justicia, la siguiente implanto la censura política a través del Comité de la Verdad.
Paso a paso se va elevando la temperatura de este balde de aguas revueltas que es España y en el que, si no despertamos de inmediato, terminaremos hervidos al rojo vivo
Cada semana, cada día, sin pudor alguno añado miles de ciudadanos a depender del erario publico bien sea como pensionistas, como funcionarios, como desempleados o como victimas del ERTE. Lo importante es, como alguno de nuestros gobernantes explica sin ningún disimulo, que una importante porción de la población dependa del Estado. Hoy ya un 19,7% de la población trabajadora son funcionarios. Si a ello le añadimos un 16% de desempleados recibiendo subsidios, y los 9,7 millones de pensiones que se pagan en España que representan otro 21% de la población nos encontramos que sin temor a equivocarnos mucho que más de la mitad de la población española puede depender ya del erario publico para llegar a fin de mes.
¿No les suena? No es un deja vu de gestos totalitaristas de los países latinoamericanos?. ¿No tienen amigos venezolanos, argentinos, peruanos o brasileños que lo hayan vivido ya? Pregúntenles.
Nada es casual. Yo no soy conspiracioncita porque no es necesario. Tan solo hay que consultar el manual del perfecto dictador para ver como, sin prisa, sin pausa, sin guerra y sobre todo sin ningún pudor, paso a paso se va elevando la temperatura de este balde de aguas revueltas que es España y en el que, si no despertamos de inmediato, terminaremos hervidos al rojo vivo durante una buena temporada.
Los cielos ya no se asaltan como imaginábamos mediante revueltas y levantamientos. Todo es mas sutil y mas fácil. Los cielos se asaltan por sublimación como le ocurre al agua al pasar de estado solido al gaseoso, subiendo poco a poco la temperatura.
La pandemia, sin quererlo, además, se esta convirtiendo en un catalizador que acelera sin mucho ruido o visibilidad este proceso arropado en la búsqueda de la protección ante la amenaza sanitaria. La pandemia se ha convertido en la bula con la que embarcados en el estado de alarma poder alterar la justicia, controlar el CNI, intervenir ahora los medios de comunicación, escamotear el control y publicidad de la acción política en el parlamento, suspender la obligada transparencia del estado, alterar las normas de contratación publica. Es un suma y sigue constante, implacable, de que ya, los ciudadanos hastiados no nos hacemos eco. Y la temperatura sube y sube. Y la rana se adormece y se adormece.
Es un modelo insostenible. España no podrá, con o sin Europa, soportar este ritmo de gasto publico
Por eso, creo importante visibilizar como es ese agua hirviendo del que la rana, de haberlo sabido , hubiese saltado: un país con medios de comunicación amordazados cuando no paniaguados , con la justicia bajo control, con la intervención del estado en sectores y mercados. Una población dependiente del erario publico, es decir, todos mas pobres pero tranquilos y callados.
Es un modelo insostenible. España no podrá, con o sin Europa, soportar este ritmo de gasto publico. Parece que olvidamos que este modelo requiere impuestos crecientes, que, por cierto, pagan los mas desfavorecidos también. Lo que te doy con una mano te lo quito con la otra. Eso es lo que representa la subida de impuestos indirectos como el de las bebidas carbónicas. Las rentas mas bajas que son aquellas en las que el consumo de estos productos representa un porcentaje mayor de su renta, son las que de verdad sufren el impuesto. Con este modelo transferimos constantemente poder de decisión desde nuestros bolsillos a los del estado, que reparte con sus criterios y “mejores” intenciones.
Europa baja impuestos o al menos no los sube. Continua ortodoxamente intentado controlar el déficit (de por si ya mas bajo que el español) y la deuda publica mientras que España avanza en la dirección contraria minando nuestra sostenibilidad futura.
¿Es esto casual? Piense el lector a donde conduce este modelo cuando el agua ya hirviendo nos achicharre y el modelo se haga insostenible. Qui prodest ¿( a quien beneficia? , que popularizo Ciceron).
Juan Pedro Moreno es ex CEO de Accenture e inversor
¿Quién no conoce la paradoja de la rana hervida al baño María?
Una rana introducida en un balde de alguna hirviente saltará de inmediato con una reacción automática que le hará eludir el peligro y salvar su vida, mientras que introducida en agua templada a la que poco a poco le subamos la temperatura la conducirá a morir hervida entre sensaciones placenteras y adormecida en sueños de confort –si es que las ranas sueñan-.
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