Tres años después de los mortales atentados islamistas de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, el inicio del juicio oral contra los únicos colaboradores vivos de los terroristas que han sido puestos en manos de la justicia han dejado un amargo regusto en los familiares de las víctimas. En primer lugar, porque el juez Alfonso Guevara, que preside la sala, dejó claro desde el primer momento y con formas más que abruptas que allí no se iba a juzgar por asesinato a nadie, porque los asesinos ya fueron abatidos en su momento por la policía.
En segundo lugar, porque la vista oral ha sacado a la luz dos vídeos especialmente dolorosos: el de los jóvenes terroristas preparando las bombas con las que pensaban atentar en Barcelona y París, y uno segundo, más doloroso aún, de la macabra carrera de Younes Abouyaaqoub por las Ramblas de Barcelona, intentando hacer el máximo daño posible. Un vídeo que los medios han evitado reproducir por su dureza, pero que es pieza clave de la acusación.
Quizá por eso Guevara decidió abrir la sesión del martes con caramelos para todos los abogados. Un presente para fumar la pipa de la paz tras la accidentada primera semana, con enfrentamientos dialécticos tanto con los abogados defensores como con los de la acusación particular que llevaron al Consejo de la Abogacía de Cataluña a formular una queja por las formas del magistrado.
Mientras, los dos presuntos integrantes de la célula yihadista, Mohamed Houli y Driss Oukabir, y el supuesto colaborador, Said Ben Iazza, seguían la vista desde la pecera reservada a los acusados de terrorismo. El primero argumentó su voluntad de colaboración con la policía, hecho que los mossos encargados de la investigación negaron, y los dos últimos han negado su relación con el grupo terrorista que dejó 16 muertos y 140 heridos en las calles de Barcelona en agosto de 2017.
Si la primera semana sirvió para establecer la relación de los acusados con la célula, con las declaraciones de los mossos que efectuaron el registro de la casa del Alcanar en la que la célula preparaba los explosivos, la segunda se ha dedicado a la revisión de los atentados, especialmente la macabra carrera de Younes Abouyaaqoub por las Ramblas.
Carrera por las Ramblas
"La furgoneta blanca pegó un acelerón muy fuerte y vino hacia nosotros a tal velocidad que no pude reaccionar. Cogí a mi amiga, la aparté pero le pegó con el retrovisor en la frente y ambas caímos al suelo, donde la gente nos pisoteaba porque salió corriendo por miedo", relató una de las víctimas de Abouyaaqoub en el céntrico paseo barcelonés.
Entre sollozos, la testigo a la que el juez permitió declarar en primer lugar por su estado de nervios añadía: "Me levanté, vi a la gente amontonada en el suelo y que la furgoneta iba por Las Ramblas haciendo zig zag atropellando a los peatones". Se quedó shock, explica, viendo "a mi amiga tumbada con la frente hinchada".
El padre de Xavi
El padre del niño de tres años muerto en el atentado de Barcelona y una de las víctimas del atropello del 17 de agosto de 2017 han sido los testimonios más dolorosos del proceso. "Todos los sentimientos que uno tiene para seguir en la vida y para luchar se quedaron rotos en el suelo de Las Ramblas", aseguró el testigo, que declaró visiblemente emocionado y sin contener las lágrimas.
"Me llamó la madre de mi hijo diciéndome con voz entrecortada que habían atropellado a Xavi, que había habido algo, me dijo que estaba en un centro de asistencia primaria en Las Ramblas y se cortó el teléfono enseguida", explicó.
Tras coger un taxi para ir al ambulatorio y abandonarlo al ser parado por los controles policiales, se dirigió corriendo al CAP. "Fuimos corriendo y durante ese trayecto iba viendo gente en el suelo y empecé a darme cuenta de que había pasado una cosa muy grave; y había un silencio que no voy a olvidar en mi vida, ese silencio no lo he escuchado nunca en ninguna iglesia ni en ningún sitio", explicó.
El vídeo del atropello
El vídeo reconstruido por los mossos con las imágenes de diversas cámaras de seguridad de las Ramblas, el mercado de La Boqueria y el barrio gótico corrobora el relato de las víctimas. Lo relataba uno de los agentes encargados de esta investigación en el juicio. En él, se puede ver cómo la furgoneta entra velozmente en Las Ramblas por la calle de Pelayo y "cómo hace el recorrido en forma de ese buscando las zonas donde había un mayor número de personas a las que atropellar con cambios de dirección bruscos".
A través de las cámaras resiguieron el rastro de Abouyaaqoub por diversas localidades del entorno de Barcelona en su huida, hasta que fue abatido por los agentes el día 21 de agosto en un camino cercano a una carretera del municipio de Subirats.
Según la Fiscalía, en su huida el terrorista mató en la zona universitaria a un joven al que robó un Ford Focus con el que continuó su huida. La Fiscalía mantiene que los mossos d'esquadra que localizaron en un camino de Subirats a Younes Abouyaaqoub tuvieron que dispararle cuando se dirigía hacia ellos de forma amenazadora.
Los dos agentes que realizaron la inspección del lugar donde se encontraba el cadáver de Younes Abouyaaqoub han relatado que junto a él encontraron un artefacto explosivo simulado con cuatro tubos de plástico y cables eléctricos y tres cuchillos.
Abouyaaqoub abatido
Así lo relataba uno de los agentes que participaron en la operación que acabó con la muerte del terrorista de las Ramblas: "Iba gritando Allahu Akbar, con el brazo izquierdo levantado como si sujetara un escudo imaginario y en la otra mano presionando algo, y subía haciendo eses". Aseguró que todos ellos estaban convencidos de que el cinturón de explosivos -que resultó ser falso- era una amenaza real, inducidos por la actitud agresiva del terrorista.
"Como no desistía en su ataque empezamos a dispararle pero siguió corriendo hacia nosotros y a unos diez metros cayó al suelo, hice un cambio de cargador, se reincorporó de nuevo, volvió a dirigirse hacia nosotros y le disparamos dos o tres veces más hasta que cayó de nuevo", explicó un mosso, que siguió apuntándole por seguridad.
"Se hizo un silencio inmenso y solo esperaba que soltase el detonador para que no explotase, yo estaba de rodillas y no conseguía levantarme hasta que oí unos chillidos, un compañero me ayudó y ahí ya me derrumbé", recordó.
Su compañero describía así ese momento: "La imagen que me viene es que me veía mutilado por una posible explosión y que estaba horrorizado por el sitio en el que estábamos. Estaba apuntándole, di unos pasos para atrás sin perder la mirada de dónde estaba hasta que llegaron otros compañeros y empecé a llorar".
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