"El temporal ha desbordado las previsiones más pesimistas. La situación es grave". Estas palabras las pronunció hace cinco días el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, pero bien podrían ponerse en boca de prácticamente cualquier otro cargo político, sean cuáles sean las siglas que le representen, porque esa es la justificación que se ha repetido ante el colapso sin precedentes que ha sufrido el centro del país a causa de la "nevada del siglo": no se pudo evitar.
Madrid sigue recuperándose de las heridas que ha provocado un temporal histórico, la "tormenta perfecta" de frío, hielo y nieve que los meteorólogos sí vieron venir. "Hubo reacción, pero no prevención" ante lo que venía. Ese es el principal problema que destaca en conversación con El Independiente Ricardo García Herrera, catedrático de Física de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid (UPM) y del Instituto de Geociencias del CSIC. "La predicción ha sido ejemplar, irreprochable. Todas las previsiones se han ido cumpliendo tanto en el tiempo como en la intensidad", sostiene el experto, que adelanta ya el primero de la larga lista de motivos que sumieron a la Comunidad de Madrid en el caos: la ausencia de medidas de prevención suficientes, algo "incoherente" con "la magnitud de los avisos".
Las primeras reuniones comenzaron a finales de diciembre en la sede de la Agencia de Seguridad y Emergencias 112, en Pozuelo de Alarcón, Madrid. Las primeras predicciones que revelaban los precisos modelos de previsión atmosférica de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) hablaban ya de una borrasca de alto impacto que chocaría con una bolsa de aire frío justo después de Reyes y que dejaría grandes nevadas en cotas "inusualmente bajas" y "fuertes heladas".
"Cada día la previsión era más milimétrica", comenta Herrera. Tanto que el 3 de enero, los expertos ya hablaban de una tormenta "perfecta" que pondría en jaque a todo el país, pero muy especialmente al centro de España, ya que a las intensas precipitaciones le seguiría una ola de frío con temperaturas extremas de hasta 15 grados bajo cero. El día 5 se activaron los primeros avisos en forma de alerta. La AEMET ya habla de riesgo "muy alto" de probabilidad de precipitación durante días, con el punto de mira en el viernes 8, "día álgido" de las copiosas nevadas.
Sin embargo, hasta el día 7 no se reunió de urgencia el Comité Estatal de Coordinación y Dirección para hacer una primera evaluación. Ese día, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, informó de la declaración de la fase de preemergencia. La Comunidad de Madrid estaba ya en aviso naranja. Y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, informaba bajo los primeros copos de nieve que el Ayuntamiento había tomado ya "todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad" en los próximos días. Pero la tormenta no había hecho más que comenzar.
Para la madrugada del 8 de enero, el aviso ya había tornado a 'rojo' en todos los indicadores. La AEMET avisaba de la hora prácticamente exacta a la que dejaría de nevar y pronosticaba ya el desastre: 30 horas seguidas de precipitaciones y una acumulación de entre 40 y 50 litros por metro cuadrado de nieve en la capital. Cayeron 50,5. "Ninguno de nosotros ha vivido jamás un episodio como éste. Anunciamos lo que se avecinaba", comentan fuentes de la agencia meteorológica. El sábado, 9 de enero, la Comunidad de Madrid decretó el cierre de todos los centros educativos y los organismos de Emergencia, entre ellos el Summa 112 o la Cruz Roja pedían "no salir a la calle" porque "la situación es muy grave". "Las previsiones fueron de unos 20 centímetros", justificaba en este caso Martínez-Almeida. Pero "ese era el mínimo", contradice el experto de la UCM. "La información fue muy exacta", defiende.
Buena parte de los servicios esenciales fallaron. Cientos de carreteras resultaron afectadas. Miles de vehículos quedaron atrapados. El aeropuerto de Barajas cerró, con cientos de viajeros sin alternativa. Todo el transporte público, salvo Metro de Madrid, quedó suspendido, con incidencias que aún hoy siguen sin solucionarse a causa de las intensas heladas. Y no sólo colapsó la red interna, sino la propia conexión de Madrid con el resto de España. Incluso se sucedieron fallos eléctricos que provocaron cortes de Internet en la capital del país. No obstante, fuentes de la AEMET consultadas por este medio, pese a los continuos avisos que durante días se sucedieron, parte una lanza a favor de las autoridades competentes: "Una nevada de estas características hubiera colapsado cualquier gran ciudad", sentencian.
Tampoco ayudaron las fechas. Así lo cree Patxi Elorza, catedrático de Ingeniería Geológica y Minera de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y coordinador de un máster sobre gestión de desastres. Las Navidades son un periodo de "relajación social" donde se "diluyen" este tipo de amenazas. "A nivel general, hemos pecado de cierto optimismo (...) Si hubiera sido en otras fechas, hubiera habido más preparación", indica.
Colapso de las carreteras
Fue el momento donde 'Filomena' dejó de ser una amenaza y se convirtió en una realidad. El viernes 8, a media tarde, no paraba de nevar sobre Madrid. En muy pocas horas, las carreteras ya estaban teñidas de blanco y a punto de atrapar a cerca de 2.000 personas. El Gobierno regional ya tenía listo desde hace días un dispositivo con más de 271 personas, 60 quitanieves y cerca de un centenar de vehículos de vigilancia. También se había esparcido desde el día de Reyes 3.000 toneladas de sal y 120.000 litros de salmuera.
Había un problema de partida. El viernes fue un día normal en la región. Hubo colegios, la gente acudió al trabajo y el transporte público funcionaba con normalidad antes de las complicaciones del temporal. "De antemano no se decide cerrar ninguna carretera. Restringir la movilidad no es sencillo. El plan ante las inclemencias invernales no prevé eso", detallan fuentes de la Consejería de Interior. De la Comunidad de Madrid dependen 2.600 kilómetros de carreteras. Entre ellas, secundarias, travesías a pueblos y otras de acceso a hospitales. Por ello, un día antes, los responsables del Ejecutivo regional preguntaron a la Guardia Civil si iban a limitar el tráfico en las carreteras estatales, es decir, la M-50, la M-40 y las radiales. Como medida de prevención, se decidió que se embolsarían a los camiones.
El viernes por la tarde la situación se complica cada vez más en una multitud de carreteras de la región. Se decide cerrar la M-40. El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, restringe la M-30 y los túneles urbanos de la capital. La peor parte se la llevan los conductores de la A-4, la A-5 y la M-40 con la M-607. Hay personas atrapadas en la nieve con sus vehículos. Otras, directamente, abandonaron sus coches en la vía. A las 22 horas, la Comunidad de Madrid pide la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para rescatar a los ciudadanos atrapados.
"Ha sido una tormenta enorme que ha afectado directamente 2.000 personas de una población de casi siete millones", destacan las mismas fuentes regionales. Desde la Comunidad defienden que activaron todos sus recursos ante el temporal. Señalan, además, que el martes a primera hora ya se podía circular por el 90% de las carreteras de la región y no había ningún municipio intransitable.
En la gestión de desastres existe una "preparación, una respuesta, una recuperación y, luego, una vuelta a la preparación", explica Manuel Romana, profesor del departamento de ingeniería civil, transporte y territorio de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la UPM. "La preparación era la razonable para una tormenta normal", apunta. A su juicio, las autoridades centrales, las autonómicas y las municipales están respondiendo "bastante bien" teniendo en cuenta los recursos que se destinan en España para afrontar este tipo de fenómenos y que no existen planes de respuesta concretos.
Romana, en cambio, considera que hay una parte de la población española que incumple y es más "imprudente" ante estas circunstancias. "Se creen que pueden hacer vida normal pase lo que pase", añade. Afea, además, que no se hubieran dado antes avisos de cierre en los centros comerciales o en el transporte. Aunque reconoce que en España es "difícil" tomar esta decisión.
'Filomena' paraliza Madrid
El temporal se cebó especialmente con el transporte público, uno de los grandes castigados por 'Filomena'. La noche del viernes se decidió también bloquear el servicio de trenes de Cercanías que, poco a poco, se extendió a algunas circulaciones en líneas de ancho convencional y de alta velocidad hasta quedar suspendido todos los servicios ferroviarios según se complicaba la situación. A día de hoy, se ha recuperado el servicio ferroviario, aunque aún con grandes problemas y retrasos a causa de la tormenta.
Mucho más delicada fue la situación de los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) que, según informó El País, se vieron obligados a continuar el servicio en la tarde del viernes ante la ausencia de una orden directa de las autoridades ante la gran nevada, para no dejar "en la calle" a unos 110.000 madrileños.
El resultado fue el de unos 270 autobuses de la EMT atrapados. "Si se hubiesen tomado medidas antes, se hubiera paliado el impacto de muchas cosas. Luego se puede pelear, pero sin previsión no hay manera. ¿Por qué no se dijo a la gente que no podía salir? Supongo que el equilibrio entre responsabilidad individual y cumplimiento de la normativa es difícil de alcanzar", reflexiona el catedrático del CSIC.
Los autobuses interurbanos, gestionados por la Comunidad, también siguieron funcionando hasta que lo impidió el temporal. "Se prestó servicio hasta que se pudo. Había que llevar a la gente a sus casas", justifican desde la Consejería de Transporte.
Ante esta situación, el Metro de Madrid fue una de las pocas cosas que sí funcionó en los momentos más críticos, y dio oxígeno a miles de personas que no tenían otro modo de regresar a sus hogares. El secreto fue, precisamente, la previsión. El viernes por la noche se tomó una decisión clave: los trenes que estuviesen circulando "no se llevarían a los depósitos" y los que hubiese disponibles seguirían circulando de forma initerrumpida. Más de 140 horas seguidas lleva funcionando Metro tras seis días de "esfuerzo sobrehumano".
Cierre de Barajas
No es la primera vez que una nevada paraliza Barajas. La del 2009 obligó a cerrar el aeropuerto madrileño durante cinco horas. El colapso en la región ya era más que evidente a las 21.30 horas del pasado viernes. Es ese momento, Aena informa de que se suspendían los vuelos de llegada y de salida "por seguridad" hasta que mejorase la visibilidad. La nieve se acumuló en las pistas. Se desviaron y cancelaron vuelos y la Comunidad mantuvo abierta la Línea 8 de Metro durante toda la noche para conectar las terminales del aeropuerto con la estación de Nuevos Ministerios.
El tráfico en Barajas no se reabrió hasta el lunes. Y hasta hoy se ha ido recuperando de forma muy gradual. De hecho, se espera que las llegadas no operen con normalidad hasta las 16 horas de este jueves.
"La reacción con Barajas no ha sido mala. El problema estaba más en el resto del sistema de transportes (...) Es más sensato no traer a gente a los aeropuertos. En las crisis es más fácil distribuir a los afectados por el territorio y dejarlos en el aeropuerto de origen", asegura Manuel Romana.
Los centros de salud, al límite
Las intensas nevadas han desviado momentáneamente el foco de la pandemia, pero no hay que olvidar que España se sumerge inexorablemente en la tercera ola del coronavirus mientras afronta la campaña de vacunación. El temporal 'Filomena' sólo ha agravado la situación de hospitales y centros de salud, "al límite" por los estragos de una borrasca que impidió, primero, que el personal pudiese llegar en condiciones de seguridad a su centro de trabajo; y que colapsó después las urgencias madrileñas por las fracturas asociadas a las intensas heladas de las últimas horas.
"Muchos profesionales han tenido que utilizar 4x4, las aplicaciones informáticas se han caído y en todo este tiempo no se ha sido capaz de habilitar una conexión VPN para trabajar desde casa", denuncia el médico Joan Carles March, en conversación con este medio. El experto trata de dar cuenta de cómo ha afectado la falta de previsión al normal funcionamiento de los centros sanitarios, especialmente de los centros de salud.
"Cuatro días después de la nevada, muchos compañeros no pueden ir a trabajar porque las calles donde viven están intransitables y no hay transporte alternativo", denuncia. Traslada además la queja de colegas que aseguran que "no ha habido ni uno solo de los coches prometidos para avisos, los accesos siguen sin limpiar y a los pacientes con fracturas que han atendido no se les ha podido trasladar al hospital". Y, pese a todos los problemas del personal, "se han mantenido abiertos hasta las 21.00 horas de la noche", censura.
Los SAR (Servicios de Atención Rural), centros situados en pueblos mal comunicados con transporte público que dan servicio desde la tarde hasta la madrugada del día siguiente, han sido los más perjudicados por la histórica nevada. Un ejemplo de ello ha sido el centro situado en Arganda del Rey, en el que el personal denuncia que la Comunidad de Madrid se negase a cerrar sus instalaciones cuando no se daban las condiciones "decentes" para mantenerlo abierto. Entre otros inconvenientes, se encontraron sin agua y sin calefacción a causa de la congelación de tuberías y conductos desde el martes por la noche.
Pero no fueron los únicos. En toda la Comunidad de Madrid, numerosos centros de salud tuvieron que ser desalojados y clausurados por inundaciones o fallos eléctricos, pero muchos otros siguieron prestando servicio pese a que los accesos estaban "impracticables y peligrosos", lamenta March.
Amenaza para los 'súper'
El cierre de Barajas, las líneas ferroviarias y las carreteras intransitables afectaron a los suministros de servicios básicos. La situación de las carreteras obligó a cerrar desde el sábado Mercamadrid, el mercado mayorista de la región. Muchos supermercados tomaron la misma decisión. Y en algunos que abrieron se vieron algunas baldas vacías ante el bloqueó de los accesos por carretera. Según fuentes regionales, sólo se dieron algunos casos de escasez de productos y durante unas horas.
La normalidad se ha ido recuperando a lo largo de la semana. Mercamadrid abrió sus puertas el martes. Los camiones ya llegan a los supermercados cargados de alimentos. Aunque el hielo y la nieve sigue complicando la vida a los establecimientos situados en calles secundarias y estrechas.
Impacto en el suministro eléctrico
"Una tormenta de esta dureza no ha generado un problema de suministros grave. En la energía no ha afectado; ha habido apagones, pero no grandes apagones", presumen desde la Consejería de Interior. Pero la realidad es que 'Filomena' sí se dejó notar en el suministro eléctrico y en el sector de las comunicaciones. Una avería en Iberdrola causó cortes de Internet en Movistar en el distrito Centro de Madrid, Chamartín y el Barrio del Pilar. Durante más de 20 horas, más de 30.000 clientes de la 'teleco' se quedaron sin conexión. La nevada complicó y retrasó la resolución de la avería, que también afectó, de forma residual, a Vodafone y MásMóvil.
Hielo, ramas y basura acumulada
Y después del caos, toca recuperarse. En Madrid, casi una semana después de la nevada, la nieve sigue agolpada en las aceras y a los lados de la calzada. Algunas calles siguen con problemas de acceso. Un problema que se acentúa en los pueblos. Este esfuerzo por reponerse de la gran nevada es el que se está gestionando "un poco peor". Aquí, el profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la UPM, vuelve a recordar el papel de la colaboración ciudadana. "Los que vivimos en calles secundarias, si tenemos que esperar a que pasen quitanieves, vamos mal. Sin contar el de la capital, los ayuntamientos pequeños no tienen quitanieves, pasan con maquinaria de obras públicas. Quitan parte de la nieve, pero no el hielo", aclara. La caída de árboles y ramas son daños "inevitables" en este tipo de crisis.
Junto al hielo y las ramas, los madrileños también conviven estos días con unas 9.000 toneladas de basura acumulada desde viernes hasta el martes. Otra tarea que ya se está retomando a fuego lento por culpa del hielo y la nieve.
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