Pedro Sánchez ha conseguido algo que pocos de sus antecesores en el PSOE se atrevieron, si quiera, a soñar, esto es, tener voz y voto sobre la organización de los socialistas catalanes, formación con la que hay en estos momentos una relación simbiótica puesta de manifiesto en la maniobra que ha llevado a Salvador Illa a la candidatura de la presidencia de la Generalitat. No faltan voces que ponen el acento en que "no ha pasado nada que no quisiera el PSC", pero quizá lo más llamativo sea la coincidencia en los objetivos, conscientes tanto Illa como Miquel Iceta de que lo que pase en Cataluña le afecta directísimamente, no tanto al PSOE, como a Sánchez.
Esta vez el PSC tiene al frente a un primer secretario, Miquel Iceta, cuyo objetivo es no poner en dificultades al inquilino de la Moncloa, lo que le permite al presidente del Gobierno entrar de hoz y de coz en las cosas del PSC, partido siempre empeñado en marcar perfil propio respecto a los socialistas del resto del país. Es cierto que Iceta negó por dos veces a Sánchez al rechazar ser ministro de Cultura, tras la moción de censura que descabalgó a Mariano Rajoy de la presidencia del Gobierno, y, tras la repetición electoral del 10-N, asumir de la cartera de Exteriores
Sí aceptó, en cambio, la presidencia del Senado, pero aquello lo abortó una negativa de ERC que aún resuena en los oídos del ahora ministro de Política Territorial y Función Pública. Tras las generosas ofertas de Sánchez desde 2018 gravitaba el deseo del líder del PSOE de "proceder a una renovación en el socialismo catalán", acelerar el relevo por el sistema de llevarse a Iceta a Madrid para que culminara su carrera política, admiten fuentes gubernamentales.
Sánchez quiso a Illa de candidato a la alcaldía de Barcelona
Sánchez ya había reparado en Illa, al que quiso como candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona en la municipales de mayo de 2019. Finalmente acabó en el Ministerio de Sanidad y el resto de la historia es de sobra conocida. Quienes se abonan a la tesis de que el PSC sigue teniendo su autonomía argumentan que antes de ser ministro "Illa era y es secretario de Organización de los socialistas catalanes" y que en calidad de tal, "es el jefe de la sala de máquinas".
Sin embargo, el interés por capitalizar en esta campaña la gestión del Gobierno de Sánchez -del que Illa era uno de sus máximos exponentes como principal artífice de la respuesta a la pandemia del Covid- y el deseo de Sánchez por salir bien parado de este envite han hecho confluir los caminos de Illa y de Iván Redondo.
Candidato y todopoderoso director de gabinete han diseñado la estrategia electoral con desembarco de Sánchez incluido. Nada menos que cinco actos de campaña del presidente del Gobierno. Muy menor va a ser, en cambio, la participación de Miquel Iceta. En el PSC admiten que "la campaña es del presidente Illa" sin más aditivos que el de Sánchez y porque gobierna. El todavía primer secretario del PSC "hará algún acto", pero será un actor muy secundario. Illa quiere ser el candidato de la "transversalidad" e Iceta no representa lo mismo.
Campaña bronca con el socio de Gobierno
La campaña ha empezado de forma bronca con el coaligado. La acusación de que Illa es el candidato de los "poderes mediáticos" demuestra, entre otras cosas, el miedo de los morados a que el mecanismo del voto útil redunde en beneficio de la candidatura socialista, que pretende recoger voto a su izquierda y a su derecha además de volver a teñir de rojo el cinturón metropolitano de Barcelona.
Esta vez no parece que haya pacto de no agresión como el que Sánchez e Iglesias acordaron ante las elecciones gallegas y vascas del 12 de julio del pasado año. Es evidente que a Moncloa le interesa un Iglesias debilitado después de la desaparición de los morados del Parlamento gallego y de sus decepcionantes resultados en Euskadi.
Lejos quedó la batalla cruenta que PSOE y PSC protagonizaron en 2016 con motivo de la negativa de los socialistas catalanes a abstenerse para facilitar la investidura de Mariano Rajoy. Una gestora presidida por el asturiano Javier Fernández, tras la defenestración de Pedro Sánchez, optó por no ahondar en el descalabro del PSOE, que parecía no tener suelo. Entonces volvió a suscitarse el recurrente debate respecto a la ruptura con el PSC para alumbrar las siglas del PSOE catalán.
El PSC es ahora el principal aliado de Sánchez, y le ha dejado entrar hasta la cocina de las decisiones de una formación que siempre fue muy celosa de su autonomía.
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