En el ecuador de la campaña, los dos grandes partidos a batir para los candidatos a la presidencia de la Generalitat son el de la abstención y los indecisos, que siguen capitalizando buena parte de las respuestas en los sondeos. Según el CEO, la abstención escalará hasta el 37% en los próximos comicios del 14F, con una participación 20 puntos por debajo de la de 2017.
Según el último sondeo del CIS, hecho público este jueves, indecisos y abstencionistas suman el 38,5% de las respuestas. Sería un éxito, puesto que supondría una participación en torno al 62%, en la media de las autonómicas previas al procés, siempre entre el 55% y el 65%. Pero todos los analistas temen una abstención aún mayor, especialmente si miramos el ejemplo de las elecciones vascas y gallegas del pasado verano, el único referente de elecciones con Covid en España.
En el País Vasco solo el 53% del censo acudió a las urnas. En Galicia la participación fue algo mayor, el 59%, y aún así fue el mayor índice de abstención en la historia de comicios autonómicos en esa comunidad. Todo ello en un contexto de baja incidencia del virus. Cataluña acudirá a las urnas en plena tercera ola del Covid, con una media superior a los 2.000 contagios diarios si se mantienen los datos actuales, y un sistema hospitalario fuertemente tensionado.
Vox, primer beneficiado
En este contexto, la gran pregunta es quién será el beneficiado de la abstención y a quién condenará el miedo al virus en los próximos comicios. Tradicionalmente la abstención beneficia a los pequeños, y en este caso, Vox parece el más directo beneficiario de la situación en Cataluña.
La candidatura que encabeza Ignacio Garriga aspira a entrar en el Parlament con seis diputados. Unas aspiraciones que confirman las encuestas, con una previsión de entre un 5% y un 7% de los sufragios. Y los de Santiago Abascal han demostrado en comicios anteriores que el suyo es de los electorados más movilizados y menos preocupados por la incidencia del coronavirus.
En este contexto, sus votos pueden revalorizarse ante la caída de apoyos a otras fuerzas, que haga más "baratos" los escaños en el Parlament. Fue la clave de su entrada en el Parlamento vasco, con un escaño por Álava, hace seis meses.
PP y PSC, electorado envejecido
El efecto contrario podría sufrir su más directo rival en estos comicios, el PP. Populares y socialistas son los dos partidos a priori con el electorado más envejecido, y más sensible, por tanto, al miedo a votar por el coronavirus. Además, en ambos casos se trata de un electorado muy fiel en las elecciones generales, pero que ejerce un voto dual, y se abstiene en las autonómicas.
La abstención podría castigar así, doblemente, tanto al PP como al PSC, cuestionando en el caso de los socialistas las aspiraciones de victoria. Ambos partidos fían sus expectativas de crecimiento en el derrumbe de Cs, pero esto significa que no es un voto fiel, que tendrán que atar en lo que queda de campaña.
Una tarea en la que Salvador Illa lo tiene más fácil que Alejandro Fernández, gracias a la operación electoral lanzada por los socialistas. El relevo de Miquel Iceta por Illa, y los sondeos del CIS, han conseguido "agitar el tablero catalán" como pronosticó el ahora ministro de Administración Territorial. El voto al PSC se ha convertido en el "voto útil" del constitucionalismo, y esa es la bandera que agita sin cesar el candidato Illa para evitar los efectos de la abstención.
La "operación Illa" moviliza al independentismo
La estrategia de sus rivales independentistas está contribuyendo a ese efecto. ERC y JxCat han situado a Illa, durante la primera semana de campaña, en el blanco de todos los ataques. Una batalla a la que se ha sumado inesperadamente Pablo Iglesias, para desconcierto de su partido en Cataluña.
"Están consiguiendo movilizar a nuestro electorado, incluso a los que no nos votan en las autonómicas", aseguran desde el PSC, más que satisfechos de ver a su candidato convertido en el centro de los debates.
Paradójicamente, la potencia de la operación desplegada por el PSOE y el PSC está haciendo lo propio con JxCat, aseguran desde el partido de Carles Puigdemont. "La amenaza de perder la Generalitat con una operación tan forzada ha movilizado a nuestro electorado", asegura un responsable de campaña de JxCat.
Hartazgo secesionista
En Junts son conscientes de que la peor amenaza, tanto para ellos como para ERC, es el desencanto entre sus bases tres años después del 1-O. Sin más éxitos que aguantar en la Generalitat -una institución que ya gobernaban- y el acta de eurodiputado de Puigdemont, su objetivo estos comicios no es ganar apoyos sino evitar perderlos, movilizar a todo su electorado, ese que acudió masivamente a las urnas en 2017.
Con esta hoja de servicios, la promesa de una nueva declaración de independencia si se supera el 50% de los sufragios suena muy poco creíble. Pero la amenaza de perder la Generalitat, con un PSOE que ha desembarcado por tierra, mar y aire en la campaña catalana suena muy real. "El miedo se ve superado por la indignación", afirman, en un electorado que se ha rejuvenecido respecto al tradicional seguidor de CiU con profesionales y autónomos de entre 35 y 50 años, según los estudios cualitativos realizados por el partido.
Así lo ha detectado también Esquerra, cuyo candidato, Pere Aragonés, no deja de repetir cada día que la Generalitat "no se puede convertir en un despacho de la Moncloa". Los republicanos afrontan además un desgaste mayor que JxCat por la gestión de la pandemia, que puede suponer más abstención de sus fieles.
ERC y la gestión del Covid
Suya ha sido la responsabilidad al frente de sanidad, educación y residencias de ancianos. Pero, sobre todo, es el rostro de Pere Aragonés el que aparece asociado a las restricciones impuestas por el Govern en los últimos cinco meses, muy duras con la restauración y el comercio, que pueden pasar factura a los de Oriol Junqueras.
Sin olvidar que tanto Esquerra como Junts se pasaron todo el mes de enero asegurando que no era seguro ir a votar el 14F por la situación sanitaria. Un discurso que ahora podría pasarles factura.
En Ciudadanos, se agarran a las cifras de indecisos y abstencionistas para soñar con un resultado mejor que el de las encuestas, aunque éstas premian muy generosamente sus previsiones de resultados gracias al recuerdo de voto de 2017. Así, la intención directa de voto de los naranjas según el último CIS es del 2,3%, pero la "cocina" de la encuesta la eleva hasta el 7,9%, por encima de Podemos, pese a que los morados tienen una intención directa de 3,9.
Cs apela a los abstencionistas
El CEO es aún más generoso en su gestión de los datos. Con una intención directa del 1,6% otorga a Cs un 9,6% de los votos y entre 12 y 13 escaños, mientras los comunes, con un 4,5% de apoyos directos sube al 6,5% en la proyección de resultado electoral. El problema para los de Inés Arrimadas es que el último ciclo electoral confirma el descalabro de sus apoyos.
Por eso Arrimadas abrió la campaña apelando a los electores indecisos y a los posibles abstencionistas para que den su voto a la formación naranja. Fueron los que en 2017 le otorgaron su victoria por sorpresa, con 1,1 millones de votos, entre los que había muchos abstencionistas estructurales en las elecciones autonómicas.
Ese año, Cataluña batió el récord de participación en unas autonómicas con un 80% de electores en las urnas. "La clave de estas elecciones va a ser la movilización", afirmaba Arrimadas. Su problema es convencer a esos electores por segunda vez de la utilidad del voto a Cs, tras la espantada de la dirección del partido en 2019.
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