Una CUP dividida podría dar hoy la puntilla a las escasas expectativas de Pere Aragonés de ser investido presidente de la Generalitat este viernes. Laura Borràs ha oficializado este miércoles la convocatoria del pleno de investidura con Aragonés como candidato tras una ronda de contactos en la que sólo la CUP ha confirmado su predisposición de apoyar al republicano. Pero la decisión final del partido se conocerá hoy, tras la votación de sus bases.
JxCat, por su parte, ya dejó claro ayer que los recelos expresados por Jordi Sánchez el martes siguen plenamente vigentes. "Previsiblemente no habrá acuerdo" para la investidura de Aragonés el viernes, advirtió la portavoz parlamentaria de JxCat, Gemma Geis, a Borràs en la ronda de contactos. Una declaración de intenciones que llevó al candidato a insistir en sus redes sociales en la necesidad de un acuerdo ya para formar gobierno.
Paralelamente, las Asambleas abiertas parlamentarias de la CUP debatían el preacuerdo alcanzado con Esquerra, y los militantes de las once formaciones que integran las Candidaturas de Unidad Popular han votado en las últimas horas para fijar la posición del grupo parlamentario. Pero las posiciones están encontradas.
El resultado, este mediodía
Este mediodía se conocerá el resultado de las votaciones, a partir del cual el grupo parlamentario de la CUP definirá su postura en la votación de la investidura del viernes. De momento, sin embargo, tres organizaciones de la CUP han expresado ya sus reticencias al preacuerdo con Esquerra. Se trata de Poble Lliure, una de las organizaciones mayoritarias, Endavant-Osan y, en menor medida Arran.
Recriminan a los negociadores de la CUP haber permitido que el preacuerdo soslaye el papel del Consejo por la República (CxP) presidido por Carles Puigdemont y en el que está integrado también Poble Lliure. El Consell es para ellos una garantía de que se mantenga la estrategia de confrontación con el Estado, y un punto de acuerdo con las posturas de JxCat.
Los contrarios al preacuerdo
Tampoco comparten la aceptación de la Mesa de Negociación pactada por ERC y el PSOE, a la que los republicanos quieren dar una oportunidad. El preacuerdo alcanzado con la CUP establece que esa oportunidad tendrá un plazo de caducidad: el 2023.
Si entonces no se ha llegado a un acuerdo en los términos que exigen los independentistas, amnistía y referéndum de independencia pactado, se romperían las negociaciones para preparar el siguiente "envite al Estado". Probablemente, un nuevo referéndum unilateral. Pero los términos vagos en que se define la preparación de ese "envite" tampoco convence al ala más ortodoxa de la CUP.
Guanyem, a favor del acuerdo
Guanyem Catalunya, la formación de Dolors Sabater, por contra, ha defendido el acuerdo alcanzado con Esquerra y la necesidad de comprometerse con la estabilidad del próximo gobierno catalán. En un comunicado, Guanyem ha dejado claro que "valoramos positivamente" el acuerdo con ERC.
Lo ven como "un punto de partida que habrá que profundizar, concretar y calendarizar" aseguran, estableciendo "mecanismos de control" sobre el cumplimiento de los acuerdos. Pero ven "predisposición de ERC a iniciar cambios en esta legislatura".
Los de Sabater critican, sin embargo, la falta de negociaciones a tres bandas -incluyendo a Jxcat- para garantizar la unidad del independentismo. En la situación de crisis por la pandemia "no nos podemos permitir perder tiempo en tacticismos" advierten además.
El precedente Mas
El primer paso, sin embargo, es el voto de los 1.400 inscritos en las asambleas abiertas de la CUP. Los militantes responderán a tres preguntas en árbol: Primero, si apoyan o no el preacuerdo con ERC; después, su postura a favor o en contra de la investidura de Aragonés en primera y segunda vuelta.
En el imaginario político catalán, imposible olvidar la experiencia de Artur Mas, pendiente en 2015 de una votación de las bases de la CUP para decidir el apoyo a la investidura. Las organizaciones estaban entonces igualmente divididas y el resultado fue un más que inusual empate a 1.515 votos que dejó la decisión final en manos del grupo parlamentario, entonces liderado por Anna Gabriel y Antonio Baños.
La CUP decidió votar en contra de la investidura de Mas, que tras perder la votación acabaría aceptando in extremis renunciar a la presidencia. Con su "paso al lado" cedía la presidencia a un Carles Puigdemont entonces desconocido para la mayoría. Y la CUP podía vanagloriarse de haber "enviado a la papelera de la historia" al heredero de Jordi Pujol.
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