Un mes y medio después de las elecciones del 14F, con una pandemia sanitaria enfilando la cuarta ola y una crisis económica a las puertas de toda Europa, ERC y JxCat siguen apostando por la parsimonia en las negociaciones para la formación del nuevo gobierno catalán. Nadie en los entornos de ambos partidos cuestiona el acuerdo. Todos descartan el horizonte de la repetición electoral, que se haría efectivo si el 26 de mayo no hay nuevo inquilino en el Palau de la Generalitat.
Pero una vez roto el tabú de dejar a un presidenciable independentista compuesto y sin novio en el altar del Parlament, nada es imposible. JxCat rompió ese tabú el viernes 26 de marzo, cuando se abstuvo ante la primera votación de la investidura de Pere Aragonés, y repitió la maniobra el martes 30 de marzo. Los dos grandes partidos independentistas tienen ahora dos meses para sellar un acuerdo si quieren evitar la repetición electoral.
Los negociadores aseguran que el trabajo avanza, y apuntan a un acuerdo en semanas, a lo largo de este mes de abril. Pero reconocen que sigue cerrada una de las "carpetas" básicas de la negociación: la estructura del nuevo gobierno y el reparto de carteras.
Nuevas consejerías
Sí está claro que el ejecutivo tendrá una estructura renovada, con tres nuevas consejerías: Igualdad, medio ambiente y universidades e investigación, subsumidas respectivamente en Presidencia, Política territorial y Empresa en los ejecutivos de Carles Puigdemont y Quim Torra. Pero queda por decidir qué partido asumirá cada área y quién estará al frente de cada consejería.
Las más codiciadas: Economía y la gestión de los fondos europeos, y las carteras sociales de Salud y Educación. Para la primera se perfila Elsa Artadi, que quiere disputarle a Aragonés la gestión de los fondos Next, aunque ella afirma que esta cuestión "no está sobre la mesa" todavía.
En Salud, Alba Vergés ha trasladado a la dirección de su partido su voluntad de seguir, pero JxCat reclama la gestión de la pandemia y propone como conseller al actual director de Salud Pública, el bien valorado doctor Josep Maria Argimon.
La otra "patata caliente" de la legislatura será sin duda la consejería de Interior, en el foco por la presión de la CUP, que exige a Esquerra desmantelar las unidades antidisturbios y ya ha impuesto a los republicanos la supresión de los proyectiles de foam. El ex socialista Carles Castillo es uno de los nombres que suena como primer republicano al frente de los Mossos, aunque la favorita de ERC es la actual titular de Justicia, Ester Capella. La consejera, sin embargo, se resiste y asegura que "queda mucho por hacer" en el departamento que actualmente dirige.
Carpetas pendientes
Antes de llegar a ese punto, ERC y JxCat deben superar todavía tres escollos: Cómo "defender la soberanía del Parlament", la coordinación de los partidos independentistas en el Congreso y la revisión del pacto ERC-CUP. El primer punto se refiere a la estrategia a seguir cuando la justicia frene el debate de textos inconstitucionales en el Parlament o la votación de diputados fugados, el caso de Lluís Puig, ex consejero de Cultura con Puigdemont.
Son conflictos que se han repetido durante los tres últimos años y han enfrentado a ERC, poco dispuesta a inmolar a sus dirigentes en conflictos "estériles", y JxCat, que sigue reivindicando la "legitimidad" de los fugados, ahora con la figura de Puig. Un ámbito en el que Laura Borràs ya ha empezado a tomar medidas, buscando un sustituto al secretario general del Parlament, Xavier Muro, para conformar un cuerpo de letrados a medida de los nuevos "envites" al Estado. El puesto de letrado mayor ya está vacante, tras la salida este marzo de Joan Ridao.
Bajo el epígrafe de "coordinación independentista" en las Cortes se esconden dos auténticas bombas para Esquerra. De un lado, el papel de Carles Puigdemont como líder de la estrategia independentista desde el Consejo por la Republica. Un papel que JxCat ha aceptado revisar, después de que Aragonés asegurara ante el pleno que no aceptará "tutelas" desde Waterloo.
La exigencia de una acción coordinada esconde además la voluntad de sumar a ERC a la estrategia de "confrontación" de Junts. Pero los republicanos defienden que el electorado ha premiado su apuesta por el diálogo con el PSOE. Un diálogo que deberá empezar a mostrar réditos si los socialistas no quieren perder a su principal socio parlamentario en número de diputados.
JxCat rechaza el pacto con la CUP
El acuerdo suscrito por ERC con la CUP será otro escollo no menor para el pacto con Junts. Los neoconvergentes dejaron claro en el Parlament que no se sienten cómodos con un pacto de gobierno que incluye medidas como la renta mínima universal. "No nos interpela el acuerdo con la CUP", advirtió su portavoz, Gemma Geis, quien reclamo un pacto de gobierno "en el que se sientan representados los 500.000 catalanes que nos votaron".
"Es un pacto de mínimos" le respondió la portavoz de la CUP, Eulalia Reguant para dejar claro que no están dispuestos a renunciar a ninguna de las medidas económicas arrancadas a Esquerra. La apuesta por acabar con la escuela concertada o la banca pública también incomodan a JxCat. "No veo en su propuesta las medidas socioeconómicas" necesarias para la recuperación, advirtió Geis a los antisistema.
Tentación del gobierno en minoría
En este contexto, arrecian las voces en Junts que piden no descartar la posibilidad de no entrar en el Govern. La opción sería permitir la investidura de Aragonés pero sin entrar en el ejecutivo y buscando pactos puntales para presupuestos o reformas legales. Una estrategia que algunos ven como una la mejor opción de recuperar la ventaja sobre Esquerra, dejando que los republicanos asuman en solitario los costes de una gestión imposible de la pandemia y la crisis económica en minoría.
Los actuales integrantes del Govern en funciones, como consejeros o altos cargos, no quieren ni oír hablar de dejar el enorme poder de la maquinaria autonómica en manos de Esquerra. Pero quienes conocen a Jordi Sánchez, secretario general del partido, recuerdan que en la ANC ya se destapó como un experto en llevar las negociaciones al extremo, aguantando hasta el último minuto para alcanzar sus objetivos.
Muchos comentaristas catalanes empiezan a comparar la negociación para la formación del nuevo gobierno como una suerte de "chicken run" que se juega a tres bandas entre el Palau de la Generalitat, Lledoners y Waterloo. La última vez que los líderes independentistas jugaron a ver quien saltaba más tarde del coche al borde del abismo, proclamaron la independencia.
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