Es el argumento oficial. Lo fue para suspenderla por parte de la UEFA y lo es ahora por parte de las autoridades sanitarias vascas para dejar en el aire su celebración. La pandemia se ha convertido en la causa que sitúa la celebración de la Eurocopa en Bilbao el próximo mes de junio pendiendo de un hilo. El día 19 será la UEFA la que adopte la decisión definitiva. Lo hará en base a los planes y exigencias que hasta entonces le remitan las autoridades vascas y españolas para asegurar la presencia de público en San Mamés. Por el momento, el panel de requisitos sanitarios puesto sobre la mesa por el Gobierno vasco ha arrojado tierra sobre las opciones de la capital vasca, además de abrir un enfrentamiento y fractura entre las instituciones vascas y la Federación Española de Fútbol.
A apenas dos meses de que se celebre uno de los acontecimientos deportivos más relevantes del mundo, en la ciudad nada hace pensar que se esté pensando en continuar siendo una de las doce sedes seleccionadas de la Eurocopa 2020. Tampoco en los despachos. Las exigencias sanitarias se han planteado como única opción, sin planes alternativos o posibles vías para asegurar la presencia segura de público.
La competición debía haberse celebrado hace un año, pero la paralización del mundo a la que obligó el coronavirus lo retrasó. La UEFA elevó el viernes la presión. Anunció que ocho de las sedes – San Petersburgo, Bakú, Budapest, Amsterdam, Bucarest, Copenhague, Glasgow y Londres- ya habían confirmado la presencia de público en condiciones seguras en sus estadios en previsión de la mejora de la evolución de la pandemia en sus ciudades. Lo harán en porcentajes de ocupación que oscilan entre un 25% y un 100%, según los casos. Es la exigencia impuesta por los organizadores de la Eurocopa para mantener la condición de sede y por ahora, no sólo Bilbao, sino Múnich, Roma y Dublín tampoco la han garantizado.
Si en los próximos días la UEFA no flexibiliza su posición o el Gobierno vasco rebaja las condiciones sanitarias exigidas y la Federación Española de Fútbol no presiona para forzar un cambio de escenario, Bilbao tendrá muy difícil continuar con sede del combinado español, el eslovaco, el sueco y el polaco entre el 11 de junio y el 11 de julio próximo. La decisión se adopta en uno de los peores momentos de la pandemia en el País Vasco y en Bilbao, a puertas de ser cerrada perimetralmente al rebasar la incidencia de 400 casos por cada 100.000 habitantes.
Exigencias sin 'Plan B'
En este escenario, el Gobierno vasco ha puesto el listón muy alto. Además de situar la presencia máxima de espectadores en el porcentaje más bajo, el 25%, lo condiciona a una realidad sanitaria que a día de hoy se antoja casi imposible alcanzar en ocho semanas: un descenso de la incidencia acumulada a 40 casos por 100.000, un ratio de vacunación del 60% -ahora apenas alcanza el 16% con al menos una dosis- y una ocupación de camas UCI por Covid no superior al 2%, entre otras exigencias.
La carrera por convertir Bilbao en una de las sedes de la Eurocopa es larga. Durante los más de ocho años que acumula no ha sumado muchos momentos de respaldo entusiasta. Lo mostró sólo en tiempos del anterior alcalde de la ciudad Iñaki Azkuna. Hace casi ocho años que la cuestión está sobre la mesa. Aquel equipo de Gobierno lo impulsó convencido, incluso pese a las dudas de otros dirigentes del PNV, contrarios a convertirse en una sede en la que jugara la selección española y de las críticas de formaciones como Bildu.
Azkuna siempre defendió que era una oportunidad positiva para la ciudad, “es más claro que el agua”. El diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, en cambio, no dudaba en afirmar que no se daban las condiciones para que la selección española “jugara como local en San Mamés”. El propio lehendakari evitaba la crítica abierta señalando que su aspiración era que fuera Euskadi la selección que jugara como local en una Eurocopa en San Mamés. En la izquierda abertzale el rechazo siempre ha sido más contundente, “es una colonización cultural”, ha llegado a afirmar y en Elkarrekin Podemos la oposición se ha encauzado en términos de modelo competitivo por tratarse de “un evento masculinizado” que «discrimina a las mujeres» y en el que se corre el riesgo de que se produzcan incidentes, “es lo que sucede cuando la testosterona campa a sus anchas”, afirmó su concejala, Carmen Muñoz.
El actual equipo de Gobierno en Bilbao se encontró la confirmación de la candidatura sobre la mesa. Debía desarrollarla. Por el momento, el Consistorio ya ha reconocido que lleva gastados 1,2 millones de euros en contratos para adquirir material y llevar a cabo las acciones necesarias para dar forma a la candidatura.
En este tiempo el apoyo se ha mantenido, más por razones económicas que deportivas. Las resistencias e incomodidad por razones políticas, también. La idea de que Bilbao sea a ojos del mundo la sede de al menos dos partidos de la selección española nunca ha entusiasmado a los gestores políticos. A la incomodidad por razones políticas se ha sumado la presión procedente de sectores afines a la izquierda abertzale que se han movilizado en este tiempo en contra de la celebración de la Eurocopa en Bilbao. La última ocasión, ayer en distintas localidades vascas.
Sin entusiasmo ni impacto
El entusiasmo mostrado por el lehendakari, el alcalde de Bilbao y el diputado general de Bizkaia durante la presentación de las tres etapas del Tour de Francia de 2023 en Euskadi o con eventos de gran envergadura como los premios MTV Europa no se ha percibido con la Eurocopa. Desde el alcalde Juan María Aburto hasta Urkullu, siempre se ha evitado vincular Bilbao con la marca España. Los actos han sido contados, siempre a instancia de la UEFA pero con repercusión e implicación limitada. La incomodidad de ser sede de la selección de España siempre ha sobrevolado: “Lo importante no es quién juega sino qué se juega”, ha sido el argumento más repetido para defender la candidatura sin mostrar respaldo expreso a la presencia de ‘la Roja’.
Por eso el foco siempre se ha puesto en la rentabilidad económica. La inversión de apenas 5,5 millones de euros debería traducirse en un impacto económico de 84 millones. Pero eso iba a ser antes de la pandemia. El covid lo ha trastocado todo. No sólo su celebración, -retrasada un año-, sino también su impacto económico. La presencia de público, inicialmente estimado en algo más de 200.000 personas, hubiera sido un revulsivo para las arcas forales, pero las limitaciones epidémicas obligan ahora a reducir de modo radical esas cifras y con ellas los beneficios. La asistencia de espectadores caería ahora a apenas el 25% del aforo -13.000 personas por partido, o lo que es lo mismo, cerca de 52.000 espectadores. Un rédito que debe confrontar con el desgaste político que para el PNV pueda tener convertir durante la Eurocopa, un evento internacional de gran nivel, a Bilbao en la ciudad de la selección de España.
A una semana de que concluya el plazo dado a las cuatro sedes que aún restan por asegurar público en sus estadios, el frente institucional parece haber tirado la toalla. La Federación calificando de “imposible” cumplir los requisitos sanitarios y el Gobierno vasco fijando condiciones que se antojan inalcanzables y sin plantear alternativas para hacer viable la asistencia segura de aficionados.
En esta situación, ni una fotografía, ni un comunicado conjunto, ni siquiera un mensaje coordinado entre Federación y Ayuntamiento-Gobierno vasco han permitido confiar en que se trabajará hasta el final para lograr un buen final. La RFEF ya se ha puesto la venda antes que la herida advirtiendo de que las condiciones no las ha puesto ella, que es el Ejecutivo de Urkullu el único responsable si finalmente impiden que España sea una de las sedes. Y en Euskadi siempre quedará el argumento de la prioridad sanitaria para aceptar que el lunes de la próxima semana la UEFA retire a Bilbao de la Eurocopa.
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