Fuenlabrada, ese histórico feudo socialista al sur de Madrid ha regalado este lunes 19 de abril de 2021 un inesperado baño de masas a la derecha española. El municipio, que siempre ha otorgado una contundente seguridad a las urnas del PSOE, probablemente haya dejado incómoda y en vilo a una izquierda que ha observado expectante como cientos de vecinos se han congregado para recibir -con media hora de diferencia y a poco menos de 1.000 metros- a Isabel Díaz Ayuso, Rocío Monasterio y Santiago Abascal.
Poco antes de las siete de la tarde -a pesar de la amenaza de lluvia- la Plaza de España ya reunía a decenas de vecinos ansiosos por ver el rostro de “la jefa”. Y es que así es como se referían a Ayuso en algunos de los diferentes corrillos que se esparcían a lo largo de la vía que atraviesa el casco antiguo de la ciudad. La escena, que incluía terrazas de bares hasta la bandera y camareros a las puertas comentando la jugada, no podía describir mejor la vida “a la madrileña” que defiende la candidata a las elecciones del 4-M por el PP. Además, para poner en valor la defensa a ultranza que esta ha ejercido por el “derecho a trabajar” de empleados y propietarios de bares y restaurantes, varios hosteleros se han alineado con pancartas de agradecimiento “por no cerrar la hostelería” y con el fin de remarcar que el sector “está contigo”.
Con su llegada -algo tardía- los aplausos se han desatado y el grito al unísono de “¡presidenta, presidenta!” conseguía dibujar una sonrisa bajo la mascarilla de Ayuso. Los comentarios entre los vecinos permitían elaborar un sentir general de sorpresa ante la presencia de tantas personas. Algunos decían “y eso que Fuenlabrada es socialista”, mientras otros aseguraban “esto va a ser un coladero de votos a la derecha”. Entre corazonadas, previsiones y alabanzas, el discurso de una Ayuso escondida entre la marabunta -ya que no contaba con plataforma ni altillo para referirse a su público- conseguía provocar arranques de euforia en los balcones de esta mítica calle y gritos de “di que sí” y “eso es” cuando mostraba su apoyo a los festejos taurinos y la flexibilización de las restricciones en hostelería y comercios.
Pero, a pesar del interés que mostraban las familias, los vecinos y los hosteleros en “la jefa” alzando sus móviles hasta el infinito y más allá con el objetivo de sacar la mejor imagen de la jornada, un rumor entre la gente dejaba caer que en la plaza del ayuntamiento “se estaba liando” y que había “mucha más gente que aquí”. Efectivamente, así era.
En la Plaza de la Constitución se encontraban Rocío Monasterio y Santiago Abascal acompañados por centenares y centenares de personas que agitaban banderas de España y banderines de Vox al mismo tiempo que elogiaban a la candidata a las elecciones madrileñas y arremetían sin pudor contra “los pijos de Galapagar”. Probablemente los únicos que se esperaban ese nivel de masificación eran los policías nacionales, ya que un cordón de más de 30 agentes con protecciones rodeaba el lugar con vistas a posibles disturbios. Y aunque no se han dado grandes enfrentamientos, sí que han tenido que intervenir en al menos tres ocasiones.
En la ‘previa’ al acto ya un grupo de casi veinte ‘antifascistas’ intentaba boicotear la aparición de los líderes de Vox pero rápidamente eran retenidos en el interior del centro comercial por los agentes a la espera de que las aguas volvieran a su cauce, algo que también ocurría al finalizar el mitin. En el ecuador de los discursos un momento de tensión interrumpió la entrada estelar de Abascal recibiendo a "fuenlabreños, fuenlabreñas y fuenlabreñes", debido a que un grupo de adolescentes -metidos de lleno en el ‘gentío’- comenzó a insultar e increpar a los allí presentes.
Rápidamente y antes de que el conflicto fuera a mayores los agentes echaron a los protagonistas envueltos en aplausos y alabanzas a las fuerzas de seguridad y en las quejas de Abascal: “Esto no se lo hacen a Iglesias”. Minutos más tarde el discurso finalizaba con un “¡Viva España!” que repetían a coro los ciudadanos y de nuevo un “presidente, presidente” que retumbaba hasta en las esquinas más escondidas del -por el momento- eterno feudo socialista, Fuenlabrada.
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