El anhelo de Ángel Gabilondo antes de la extemporánea convocatoria de elecciones autonómicas en Madrid era ser nombrado Defensor del Pueblo y tenía muchas papeletas para ello. Pero tras tres negociaciones fallidas entre el PSOE y el PP destinadas a renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y meter en el mismo paquete otros órganos constitucionales pendientes de relevo, esa designación nunca llegó. Finalmente, hubo de concurrir de nuevo a estas elecciones como candidato a la presidencia de la Comunidad cuando ya estaba prácticamente de salida.
En todo caso, ese "plan b" sigue vivo en caso de que el bloque de la izquierda -esto es, PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos- no sume para que el profesor de Metafísica ocupe el despacho de la Puerta del Sol. Sigue o seguía, porque las cosas se les están poniendo cuesta arriba con el giro estratégico que ha dado a esta campaña, abandonando al Gabilondo moderado que buscaba, en vano, el voto de los huérfanos de Ciudadanos, por otro que usa una argumentación, dicen en Génova, no muy distinta a la del ex vicepresidente segundo Pablo Iglesias.
Y es que el PP, del que depende que este nombramiento salga parlamentariamente adelante, cree que el candidato socialista "queda desacreditado por dejarse llevar a un terreno que ni le gusta ni está cómodo y destroza la imagen que tenía hasta ahora". Desde el "Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones", que pronunció en el "minuto de oro" de la única tertulia electoral, que celebró de Telemadrid, -desdiciéndose del "con este Iglesias, no"- al discurso más duro inaugurado tras el enfrentamiento entre Pablo Iglesias y Rocío Monasterio en la cadena SER, el tono de su campaña se ha endurecido.
"Está desacreditado por dejarse llevar a un terreno que no le gusta", dicen en Génova
Ya no es sólo que el ministro el Interior, Fernando Grande-Marlaska, llame en su presencia al PP "organización criminal", aunque luego intente enmendarlo, o que la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, dé mítines desde una posición institucional que debería ser incompatible con cualquier acto partidario, ambos, por otro lado, amenazados de muerte. Es que "el propio Gabilondo se ha unido a esa corriente" incluso con el cambio de lema de la campaña socialista, "No sólo es Madrid, es la democracia".
Se suma así a la réplica de la estrategia de Ayuso, que hablaba de "comunismo o libertad" al arranque de su precampaña mientras la izquierda resume la contienda ahora en la dicotomía "fascismo o democracia" y en trazar un "cordón sanitario" a Vox del que dependerá, si gana la candidata popular, su investidura.
El pasado sábado, desde la misma "Plaza Roja" de Vallecas donde un mitin de Vox acabó con lanzamiento de adoquines y enfrentamientos de los manifestantes con la Policía, Gabilondo soltó proclamas del tenor “¡contra la ultraderecha, el pueblo de Madrid!", "¡contra el Gobierno de Colón, nuestra libertad!, ¡si hay un grito que hacer es a las urnas, a las urnas! o ¡la democracia ganará!”.
En definitiva, un terreno "al que le ha llevado Iván Redondo para radicalizarlo", dicen en Génova quien ve con ojos mucho más críticos al candidato socialista -para el que no ha ahorrado Isabel Díaz Ayuso muchas veces calificativos fuertes, como llamarle "mentiroso" por prometer que no va a subir los impuestos madrileños en dos años- lo que puede condicionar su futura elección como Defensor del Pueblo. Sustituiría al socialista Francisco Fernández Marugán, que ocupa este puesto en funciones desde julio de 2017. Es decir, en unos meses se cumplirán cuatro años sin relevo.
Mayoría de tres quintos del Congreso y Senado
Para el nombramiento del Defensor del Pueblo se necesita una mayoría de tres quintos de votos del Congreso y del Senado, según establece el artículo segundo de la Ley Orgánica que regula este órgano unipersonal. Aunque su renovación no tiene porqué ir vinculada a la del Consejo General del Poder Judicial, Gobierno y PP lo negociaban como un todo, incluyendo también, por ejemplo, la Agencia de Protección de Datos.
En principio Gabilondo no hubiera tenido ningún problema para recibir el apoyo de los populares, pero el tono de esta campaña viene a trastocarlo todo y puede dejarle sin "plan b" en caso de que vuelva a quedarse a las puertas de gobernar la Comunidad de Madrid.
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