Una vez más, el PSOE, en general, y Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo, en particular, han optado por el silencio tras la andanada de Pablo Iglesias a la Casa Real a la que acusa de no condenar la “violencia fascista” tras recibir una carta con cuatro balas en la que le amenazan a él, a su pareja, Irene Montero y a sus padres. Moncloa, de quien depende el diseño de campaña del candidato socialista, se escuda en que lo mejor es “no sobredimensionar” las acusaciones de Iglesias, estrategia que, desde luego, no practican con otros asuntos menores si se trata de los partidos de la oposición.
Porque lo novedoso de las manifestaciones del líder morado sobre Zarzuela no es solo su reproche respecto a si Felipe VI debe condenar las amenazas de muerte que llegan o, en otros casos, querían llegar, a una serie de políticos y cargos públicos, entre otros, a la también presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Lo sustancial es que vinculó esa actitud a una postura cómplice del Rey con la formación de Santiago Abascal, por tratarse, dijo el pasado martes en un acto en Getafe, de "violencia fascista".
Minimiza el impacto de sus palabras en un contexto electoral
Moncloa minimiza el impacto que estas andanadas puedan tener en Zarzuela, con la que mantienen una vía de comunicación abierta a través de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el director de gabinete de Sánchez, Iván Redondo. Y. como hicieron ante las elecciones catalanas del pasado 14 de febrero, cuando el líder de Podemos cuestionó la calidad democrática de España, entienden que estas afirmaciones se producen en un contexto electoral.
La idea de Iglesias es meter al Rey en una campaña que pretende tener tensionada hasta el final, en un intento por decantar el voto de los declarados indecisos, que, al menos de momento, siguen incólumes.
No se le puede negar al candidato morado a la presidencia de la Comunidad de Madrid que no se esté volcando por arañar hasta el último voto para sus siglas, a las que todos los sondeos dan signos de recuperación, pasando de sus actuales 7 representantes a 10-12 según las encuestas, aunque aún muy lejos de inclinar el voto de ese 10 por ciento del electorado que aún no saben a quién elegir y será determinante para el resultado final.
Un crecimiento reseñable que, en cambio, no se compadece con la caía del socialista Ángel Gabilondo, incapaz, según los sondeos, de mantener el apoyo de hace dos años y al que parte del electorado se le va a Más Madrid, a quien Unidas Podemos tampoco logra superar, condenando al ex vicepresidente a ser quinta fuerza política. También se ha saldado en fracaso la intención primera de atraer el voto moderado de Ciudadanos, estrategia diseñada en Moncloa para ir transmutándose conforme pasaban los días y hacer ahora seguidismo de Iglesias y su lema "fascismo o democracia".
Los ataques a la Corona refuerzan al electorado morado
Iglesias sabe que los ataques a la Corona le sirven para reforzar su electorado. Una especie de comodín que permite a Unidas Podemos diferenciarse de los socialistas y de Más Madrid, cuya candidata, Mónica García, está desarrollando una campaña más pegada al terreno, con menos golpes de efecto y con propuestas concretas.
Es verdad que PSOE y Unidas Podemos pactaron en su momento algunas discrepancias, la más llamativa, el debate en torno a la monarquía parlamentaria, que Iglesias cree llegado el momento de empezar a pensar en sustituir por una República. Y siempre que ha criticado al actual Rey o a Juan Carlos I por sus regularizaciones fiscales e informaciones inquietantes respecto a supuestas comisiones millonarias por el Ave a la Meca, los socios de Gobierno han mirado para otro lado.
"Preguntaros cuál es el partido más monárquico de España. ¿A qué no hay duda?", exhortó a sus simpatizantes en un acto electoral celebrado el pasado martes en la localidad madrileña de Getafe. "¿Quiénes son los que gritan viva el Rey y desprecian la democracia y las conquistas de la gente trabajadora", agregó para preguntarse a renglón seguido "cómo es posible que con amenazas de muerte verificadas por el Ministerio del Interior no se haya producido una sola palabra de la Casa Real condenando la violencia fascista?", vinculando a Zarzuela con Vox directamente e, indirectamente, con el fascismo.
Pero el Rey, como era de esperar, no recogió ese guante. Ayer, durante su asistencia a la presentación de la Memoria Anual de Actividades del Consejo de Estado, invitado por su presidenta, Teresa Fernández de la Vega, Felipe VI se mostró estrictamente neutral, como corresponde a su papel institucional,
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