"Nadie quiere elecciones". Es la frase que este jueves se repetía en los pasillos del Parlament, celebrando el primer pleno ordinario -quien sabe si el último- de la legislatura. Tanto desde Esquerra como desde Junts aseguran que el pacto de mínimos alcanzado el miércoles con la mediación de la CUP permite albergar esperanzas en un acuerdo, pero tres meses después de las elecciones del 14F Cataluña sigue sin gobierno.
Republicanos y puigdemontistas aseguran que la comunicación entre ambos partidos sigue abierta, pero no ha vuelto a haber reuniones oficiales. Mientras, los dos partidos se esfuerzan cada vez con menos disimulo por "ganar el relato" que esta vez no es otro que el reparto de culpas. Quien cargue con la responsabilidad de haber imposibilitado el gobierno de la primera mayoría absoluta independentista -ese 52% que los secesionistas no dejan de repetir desde el 14F- lo pagará en las urnas si hay repetición electoral.
Nadie quiere elecciones, pero todos empiezan a calcular incentivos y peligros de una nueva cita en las urnas. El chicken run con el que propios y extraños han comparado las negociaciones empieza a parecerse más a la ruleta rusa de El Cazador, con JxCat y ERC jugándose el todo o nada del independentismo.
JxCat, la tentación de comerse al PDeCat
En JxCat no son pocos los que abogan por quedarse fuera del Govern, para desgastar a Esquerra o para repetir elecciones. En el partido de Carles Puigdemont están convencidos de que en unas nuevas elecciones pueden recuperar los 80.000 votos que se fueron al PDeCat el pasado febrero. Y eso les permitiría recuperar el liderazgo en el bloque independentista.
Es el gran incentivo que alimenta al sector de Junts que ha trabajado en contra del gobierno de coalición. Pero el sector institucional defiende que necesitan entrar en el Govern para completar la construcción del partido y prepararse para las elecciones municipales. Entonces confían en atraer a todos los alcaldes que permanecieron fieles al PDeCat, y controlar la Dirección de Administración Local de la Generalitat, ahora en sus manos, es fundamental.
Pero los duros, como Joan Canadell, siguen tensando la cuerda. El ex presidente de la Cámara de Comercio aventuraba en El Nacional: El constitucionalismo tiene más motivos que el independentismo para temer a las urnas. "Dudo de que haya elecciones" afirmaba, "a última hora, para evitar elecciones y salvar España de los que queremos hacer efectivo el mandato del 1 de octubre, estoy convencido de que el PSC o incluso Ciudadanos (si vamos a elecciones, todo apunta a que desaparecerán) darán los cuatro votos que faltan si Pere Aragonès no rectifica".
Esquerra teme perder la presidencia
En ERC no les salen los números. Los republicanos son los que menos incentivos tienen para un adelanto electoral que pone en riesgo el liderazgo independentista y la mayoría del 52%. Los opinadores independentistas próximos a ERC alertan abiertamente de que la desafección ha cambiado de bando, y ahora invade al electorado independentista decepcionado por sus partidos.
Las críticas de Òmnium y la ANC avalan esta tesis. Pero algunos señalan convencidos que les iría mejor, porque se ha impuesto el relato de que Jxcat es culpable de la ruptura. Las encuestas publicadas tras las elecciones avalan esa tesis.
La última, de El Periódico, recoge ya los efectos de tres meses de negociaciones y otorga una nueva victoria al PSC y hasta tres escaños más a los republicanos, mientras JxCat caería hasta los 25-27 diputados. La expectativa de poder aventajar en diez escaños a Junts puede ser un incentivo determinante para que Esquerra mantenga su pulso por el gobierno en solitario, con los riesgos que ello conlleva.
La encuesta publicada por La Razón tras las investiduras fallidas de Aragonès ya señalaba esa tendencia, ahora afianzada. ERC y PSC subirían algo en apoyos y ganarían un escaño cada uno, los republicanos a costa de Junts. Además, ambos sondeos apuntan que el independentismo revalidaría su mayoría en el Parlament, para desesperación del PSC.
Caída del independentismo
Los cálculos en la sede socialista son otros. El independentismo perdió 700.000 votos en las elecciones del 14F. ERC se dejó 330.000 votos el 14F, JxCat aún perdió más, 380.000, y muchos se preguntan cuántos perdería con la repetición de comicios. Eso anima al PSC. La misma encuesta señala que los socialistas seguirían disfrutando del "efecto Illa" en una nueva cita con las urnas, aunque no contempla el batacazo del PSOE en Madrid, el 4M.
Aunque el gran el gran beneficiado de una repetición electoral podría ser, sin duda, el PP. Tras la desaparición de Cs de la Asamblea de Madrid, el PP podría recuperar votos en Cataluña a costa de los naranjas, empujado por el huracán Ayuso. "Si nos dejan hacer la campaña que queremos podríamos llegar al grupo propio", augura un dirigente estos días, aunque sin demasiadas esperanzas de que los independentistas les hagan ese regalo.
Los populares sufrieron su peor derrota en Cataluña el 14F, con apenas tres diputados. Pagaron la estrategia de no crispación para distanciarse de Vox impuesta desde Génova, el protagonismo de Luís Bárcenas en los medios durante la campaña y los escándalos del ex secretario de Organización, Daniel Serrano, y el secretario de Comunicación, Alberto Fernández Saltiveri, los dos denunciados por malos tratos durante la campaña.
En el extremo contrario se sitúa Ciudadanos, que salvó los muebles en febrero con seis diputados. Tras desaparecer en la Asamblea de Madrid y la cascada de salidas del partido desde la fracasada moción de censura en Murcia, los naranjas podrían caer aún más en Cataluña, en favor del PP.
Los populares creen que podrían cambiarse las tornas, con grupo propio para los azules mientras los naranjas caerían en representación. Tampoco parece que Vox fuera a obtener réditos con una repetición electoral tras un 14F que los convirtió en cuarta fuerza del Parlament con 11 diputados.
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