La abrumadora victoria de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid ha llevado al Partido Popular al éxtasis. La sensación de euforia recorre los más de 10.000 metros cuadrados de la sede de Génova. Hay un "cambio de ciclo", insisten. En el partido lo asemejan al ambiente que se respiraba "en el 2010 de Zapatero", antesala de la última mayoría absoluta de la que gozó el PP en España, entonces bajo el liderazgo de Mariano Rajoy. "El PP ha vuelto a ser el gran partido de España. Somos garantía de Gobierno, y vamos a ganar las próximas elecciones generales", suscribía un Pablo Casado pletórico en plena resaca del 4-M.
Tan sólo unos días después, las encuestas ratificaban que el 'efecto Ayuso' sí ha trascendido a la política madrileña: el Partido Popular ha vuelto a liderar encuestas de ámbito nacional después de tres años bajo la sombra del PSOE e, incluso, de Ciudadanos, que a punto estuvo de arrinconar a los populares a tercera fuerza política en el momento de máximo apogeo de la formación naranja. Así, y por primera vez desde 2018, el PP recupera su tendencia al alza y se erige como alternativa real a Pedro Sánchez, al menos a ojos del electorado. La encuesta de 'SigmaDos' para El Mundo catapultó a Casado hasta el 30% del voto, a más de cuatro puntos del PSOE que se quedaría en el 25,7%, hastiado por los pésimos resultados de Ángel Gabilondo en los comicios madrileños. El sondeo de 'NC Report' para La Razón ratificaba también esta semana la primera posición del PP, aunque con una ventaja mucho menor: 26,9% frente al 26,1% en intención de voto para los socialistas.
36 meses, una moción de censura, un congreso nacional, dos elecciones generales y otras tantas autonómicas es lo que le ha costado al PP volver a recuperar una posición hegemónica en el tablero político español. Muchas son las cosas que han cambiado desde los primeros días de mayo de 2018, el punto exacto al que hay que remontarse para encontrar la última encuesta en que los populares seguían a la cabeza. En concreto, fue el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado entonces -cuyo trabajo de campo se realizó entre el 1 y el 10 de abril- el último que situó a los populares como primera fuerza política. Pero, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, el PP no pasaba entonces precisamente por una luna de miel.
La fotografía política era prácticamente el de un triple empate entre PP, Ciudadanos y PSOE, seguidos muy de cerca por Podemos. En concreto, el CIS atribuía al PP el 24% del voto; a Ciudadanos la segunda posición con el 22,4%; y a socialistas y morados tercera y cuarta posición, con el 22% y el 19,6% de las papeletas, respectivamente. El Partido Popular caía de esta manera más de dos puntos en intención de voto respecto al CIS de enero de 2018 que iban a parar eminentemente a Ciudadanos.
La España feminista
Uno de los eventos sociales que caracterizaron esos últimos meses en que el PP aguantaba como primera fuerza política según el CIS fue, sin duda, la multitudinaria e histórica movilización feminista del 8 de marzo de 2018, que sólo en Madrid congregó a cerca de un millón de personas que se unieron para reclamar la igualdad de las mujeres en todos los ámbitos. El de 'La Manada' fue el caso que prendió la mecha del despertar feminista en España, cuya sentencia definió en primera instancia los hechos probados como abuso y no como violación.
El impacto de la huelga tanto a nivel nacional como internacional fue tal que Mariano Rajoy desautorizó el argumentario que habían expresado algunos dirigentes del PP sobre el 8-M. "No me reconozco en la afirmación de hacer una huelga a la japonesa -haciendo más horas- de algún miembro de mi partido", llegó a manifestar en los días previos al 8-M. El mismo día de la convocatoria, el entonces presidente del Gobierno lució un lazo morado para apoyar sobriamente al movimiento feminista y expresó su "compromiso para seguir trabajando en defensa de la igualdad real entre hombres y mujeres".
En aquellos meses, otro caso llegó a conmocionar al país: el de la desaparición del niño Gabriel Cruz, cuyo cadáver fue encontrado doce días después de que se le perdiera la pista en el maletero del coche de la pareja del padre del pequeño, Ana Julia Quezada, condenada posteriormente a prisión permanente revisable por el Tribunal Supremo.
Marejada catalana y disolución de ETA
La celebración del referéndum ilegal de independencia del 1-O marcó en buena medida el devenir político de los primeros compases de 2018. Hasta la moción de censura, el Gobierno de Mariano Rajoy mantuvo la aplicación del artículo 155 de la Constitución con el fin de suspender la autonomía de Cataluña hasta la plena recuperación del orden legal y democrático de las instituciones políticas regionales. El Tribunal Supremo ratificó la prisión para Jordi Turull, Carme Forcadell y los ex consejeros Raül Romeva, Josep Rull y Dolors Bassa, procesados por rebelión, que se unieron al ex vicepresidente Oriol Junqueras; el ex conseller Joaquim Forn; el ex presidente de la ANC, Jordi Sànchez; y el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart. Mientras tanto, el responsable último del 'golpe', Carles Puigdemont, permanecía huido de la Justicia española, aunque fue detenido por la Policía alemana en la frontera con Dinamarca y puesto en libertad pocas semanas después.
Entre enero y mayo de 2018, la tensión entre el nacionalismo catalán y el Gobierno alcanzó su punto álgido. Incluso Pedro Sánchez defendió en mayo de 2018 que él sí veía "clarísimamente" delito por rebelión de los procesados, aunque cambió de opinión meses después, cuando ya ostentaba el Ejecutivo y necesitaba el apoyo de ERC para los Presupuestos. También a mediados de mayo, Quim Torra fue investido nuevo presidente de la Generalitat.
El 3 de mayo de 2018, ETA anunció su disolución definitiva y su desaparición como organización seis años y medio después de declarar el cese definitivo del terrorismo en un comunicado leído por Josu Ternera y 'Anboto', dos de los dirigentes históricos de la banda terrorista. Rajoy celebró entonces el fin definitivo de la organización que "jamás debería haber existido".
El bipartidismo, arrasado por los nuevos partidos
A principios de 2018, los roles políticos también eran muy distintos a los que encontramos hoy en día, con Pablo Iglesias fuera de juego y Ciudadanos en franca decadencia. Entonces era Pedro Sánchez el que se disputaba con Albert Rivera ser la alternativa política a Mariano Rajoy. Y el ex líder naranja tenía las de ganar. El actual presidente del Gobierno no lograba despegar en las encuestas, y el 'efecto Sánchez' que pareció impregnar los sondeos en mayo de 2017, cuando recuperó la secretaría general del PSOE, se disipó con el paso de los meses. El PP atravesaba por una tendencia parecida, pero si la caída de los socialistas en las encuestas era lenta y sostenida, la de los populares era rápida y acentuada.
El bipartidismo quedó arrasado por el auge que entonces registraron los nuevos partidos, esto es, Ciudadanos y Podemos. La formación naranja en particular alcanzó el cenit de su trayectoria política, y muchos sondeos al margen del CIS situaban al partido de Albert Rivera como primera fuerza, al borde del 30% del voto y muy por delante de PP y PSOE. La encuesta de 'Metroscopia' para El País de mayo de 2018 fue una de las más representativas de esta tendencia: El 'efecto Ciudadanos' llevó al partido naranja al 29,1% del voto, y Podemos se situó en segunda posición, con el 19,8% de los votos. Populares y socialistas se conformaban con ser muleta de los dos partidos de 'nueva' creación, y el citado instituto demoscópico les daba un 19,5% y un 19%, respectivamente.
Si a los dirigentes que llevaban las riendas de Ciudadanos en 2018 les llegan a decir que en 2021 estarían rozando la desaparición, probablemente no lo hubieran creído. Ciudadanos se consolidaba día a día como el partido con más apoyo de España. Su fuerza procedía del papel que había jugado en la ingente crisis política catalana derivada del golpe del 1-O. Inés Arrimadas había ganado las elecciones hacía tan sólo unos meses, en diciembre de 2017, y el partido se había erigido también a nivel nacional como el auténtico contrapeso político al nacionalismo catalán. Esa fuerza no hacía sino agrandar el nerviosismo por el 'terremoto naranja' en las filas del PP. Pero Mariano Rajoy pronto se daría cuenta de que Albert Rivera era sólo uno más de los problemas que se le venían encima.
Rajoy y el castillo de naipes del PP
Hacía ya tiempo que la corrupción formaba ya parte del ADN del PP de Mariano Rajoy. Pero el castillo de naipes en que se había convertido la formación conservadora se derrumbó el 25 de mayo de 2018, momento en que la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ratificó que el Partido Popular se benefició de la trama Gürtel y confirmó una condena de 33 años de prisión para el ex tesorero del partido, Luis Bárcenas. Las polémicas apenas dieron respiro a los populares prácticamente desde que había comenzado un año marcado por el 'caso máster' de Cristina Cifuentes, que terminó con su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid. Incluso días antes de la sentencia de la Audiencia Nacional, el ex ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, fue detenido en Valencia acusado de blanqueo de capitales y cohecho.
Pero el estallido judicial de la Gürtel llevó definitivamente al PSOE a mover ficha y presentó una moción de censura en el Congreso contra Mariano Rajoy, cuyo Gobierno quedó en minoría tras retirar Albert Rivera su apoyo por el mismo motivo. Ciudadanos no secundó la moción de Sánchez, pero sí instó al entonces jefe del Ejecutivo a disolver las Cortes de inmediato y convocar elecciones. Pero Rajoy no lo hizo. Confiaba el ex líder popular en que el PNV, que había apoyado los Presupuestos sólo unos días atrás, no le dejaría caer. Pero la 'infidelidad' de los nacionalistas vascos se consumó. No sólo cayó Rajoy, sino también el PP al completo. La travesía por el desierto de los populares comenzó entonces y ahora, tres años después, Pablo Casado parece haber encontrado un oasis. A dos años de las generales, lo único que esperan en Génova, 13 es que no se trate de un espejismo.
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