"Esta crisis no debería habernos pillado por sorpresa. Es cierto que es la más grave que hemos vivido en nuestra historia democrática, pero sería absolutamente ingenuo decir que nos ha sorprendido". Mohamed Mustafa, politólogo y asesor del partido local Caballas, cree que las alarmas debieron haber sonado mucho antes de que Ceuta registrara la mayor avalancha de migrantes con la llegada de más de 8.000 personas en un día y medio. La advertencia más cercana había sido la llegada irregular a la ciudad autónoma, durante el último fin de semana de abril, de más de un centenar de marroquíes a nado. "Esto ya debería habernos puesto sobre aviso", destaca.
Si se echa la vista atrás, hay en el camino un reguero de pistas que permitían intuir que Marruecos estaba tensando deliberadamente la cuerda con España. Ahora ha aprovechado la presión migratoria para hacerla bien visible. Las relaciones tenderán a normalizarse por la acción de la diplomacia tras el episodio vivido esta semana en Ceuta, pero la incógnita es si todo volverá a ser como antes.
Desde luego, nadie podrá acusar al reino alauí de no haber avisado sobre las consecuencias que tendría acoger a Brahim Ghali en España para ser atendido de covid-19. Bajo la identidad falsa de "Mohamed Benbatouche", el líder del Frente Polisario llegó al Hospital San Millán-San Pedro de Logroño a las 22.48 horas del pasado 18 de abril en una ambulancia medicalizada procedente de Zaragoza, según ha detallado la Dirección General de la Policía en un oficio. El Gobierno de Pedro Sánchez ha invocado "razones humanitarias" para justificar la decisión, pero no ha aclarado por qué lo hizo a escondidas.
"Eso fue una ingenuidad porque Marruecos, que tiene el apoyo de uno de los servicios de Inteligencia más capaces del mundo, se iba a terminar enterando. Tienen derecho a sentirse mal, pero la reacción que ha tenido en Ceuta ha sido desproporcionada", opina Enrique Ávila, un politólogo y sociólogo madrileño que lleva casi 21 años afincado en la ciudad autónoma tras vivir durante 19 en Melilla.
Por mucho que el Ejecutivo ha tratado de evitar siquiera insinuar una relación causa-efecto entre la acogida a Ghali y la avalancha migratoria sobre Ceuta, la inacción de su policía en la frontera ha sido sin duda la forma a la que ha recurrido el país vecino para hacer visible su malestar y demostrar su capacidad de desestabilización. "Marruecos expresa su decepción hacia este acto contrario al espíritu de partenariado y de buena vecindad y que tiene que ver con una cuestión fundamental para el pueblo marroquí y sus fuerzas vivas", manifestó el Ministerio de Asuntos Exteriores días después de trascender la presencia del líder del Polisario en España.
Fue una ingenuidad esconder a Ghali porque Marruecos se iba a terminar enterando, pero su reacción en Ceuta ha sido desproporcionada"
ENRIQUE ÁVILA, SOCIÓLOGO Y POLITÓLOGO
Los dos politólogos con los que ha conversado este diario tienen claro que el conflicto de esta semana no es un episodio aislado y hay que enmarcarlo en un contexto que arranca mucho antes de que Ghali pusiera un pie en España. "En diciembre, el primer ministro, Saadeddine Othmani, lanzó un mensaje muy claro y extremadamente duro que sonaba un poco amenazante. Pedía la colaboración de España para ejercer la soberanía legal sobre el Sáhara Occidental a la vez que decía que, una vez conseguido, volverían sus ojos sobre Ceuta y Melilla. Está fuera de lugar en todo lenguaje diplomático", señala Ávila.
Rabat fijaba esa posición a raíz de que Estados Unidos, en la recta final del mandato de Donald Trump, anunciara el reconocimiento de la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental por entender que su propuesta de autonomía era "la única base" para una solución "justa y duradera" que garantice "la paz y la prosperidad" en el Norte de África. "Si a nivel externo el apoyo de EEUU es una baza importantísima, internamente es un regalo envenenado. Sería ligar a Marruecos en el reconocimiento del estado de Israel y reconocer a Jerusalén como capital, algo de difícil aceptación para el mundo árabe", añade el sociólogo, suboficial mayor del Ejército de Tierra entre 1972 y 2009.
En su opinión, Marruecos ha mostrado su "peor cara" frente al comportamiento "ejemplar" de España en términos de derechos humanos. "A pesar de lo fuerte que se ve por el apoyo de Estados Unidos, Marruecos ha medido mal esta vez sus fuerzas y va a salir tocado en su relación con la Unión Europea", intuye. Según Ávila, Bruselas tendría que concederle una "salida airosa" porque un estado humillado "acumula rencor y en un momento dado te lo va a intentar devolver".
"Cierre abrupto de la frontera"
Mohamed Mustafa, por su parte, retrocede algo más en el tiempo para situar el comienzo del viraje de Marruecos. "Antes de la pandemia, empieza a prohibir a sus funcionarios venir a visitar Ceuta y Melilla", recuerda. Y de ahí al "cierre abrupto de la frontera" decretado a mediados de marzo de 2020 para tratar de contener la expansión del virus, lo que ha contribuido a "asfixiar" a Ceuta a la vez que ha agravado la situación económica de ciudades marroquíes como Castillejos y Tetuán al frenarse el tránsito de personas a uno y otro lado del paso.
"Desde febrero, Marruecos venía utilizando sus recursos para presionar sobre Ceuta y Melilla. Cierra las fronteras comerciales en Melilla y nuestro país no dice nada, empieza a restringir el paso por las fronteras y nuestro país no dice nada... Su intención es presionar y asfixiar económicamente a las dos ciudades y eso se produce muchísimo antes de la pandemia y de esta crisis. Nuestro gobierno se ha mantenido en silencio, de ahí que la población de Ceuta se sienta en muchísimas ocasiones muy decepcionada y muy abandonada por Madrid. Tanto el PSOE como el PP han tenido siempre la misma actitud interesada con Ceuta y Melilla: sólo se habla cuando hay problemas migratorios y no del paro, del fracaso escolar, de la pobreza o de las desigualdades exacerbadas", critica este asesor de Caballas, una formación local que se define como progresista y de corte regionalista.
Es cierto que esta crisis es la más grave que hemos vivido en nuestra historia democrática, pero sería ingenuo decir que nos ha sorprendido"
MOHAMED MUSTAFA, politólogo
En este punto, el politólogo ceutí critica la "retórica" y advierte del riesgo de que la "extrema derecha" -en alusión velada a Vox, cuyo líder (Santiago Abascal) se desplazó a Ceuta el miércoles- aproveche la situación para "provocar una disrupción social" que favorezca las tesis marroquíes. "Podemos encontrarnos con una situación curiosa, que España y Marruecos lleguen a un acuerdo pero aquí tengamos un polvorín por esa utilización de la extrema derecha", advierte.
En esta línea, Enrique Ávila también defiende que no se ha reaccionado a tiempo a pesar de los "síntomas" que ya se percibían. "Hace tres semanas que dije que íbamos a tener un problema con Marruecos ya porque a Marruecos no le importa ahora mismo tener un problema con Marruecos. Si yo con mis escasos medios y mi capacidad de análisis llegué a esa conclusión, seguro que en el Gobierno también había quien tenía esos datos. La lección que hay que sacar es que, cuando ves síntomas, tienes que empezar a tomar medidas", afirma.
A su juicio, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, debió haberse desplazado a Ceuta el mismo lunes y haber permanecido en la ciudad autónoma durante todo el tiempo. Y la titular de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, hubo de haber llamado a consultas 24 horas antes a la embajadora de Marruecos, Karima Benyaich. Por contra, valora especialmente la visita de Pedro Sánchez como "acto de reafirmación de la soberanía", lo que le lleva a pensar que "España no va a ceder" ante la presión del vecino.
Ceuta y Melilla, ¿comunidades autónomas?
A ojos de Mohamed Mustafa, la reivindicación de Caballas de que se otorgue a Ceuta y Melilla la consideración de comunidades en lugar de ciudades autónomas "cobra más fuerza" a la vista de lo que ha ocurrido esta semana. Ello supondría -sostiene- no sólo reconocerle su integridad territorial, sino que implicaría que Bruselas tuviera que tomar "otro tipo de medidas para España y para Marruecos".
Frente a esa postura, Enrique Ávila defiende que el hecho diferenciador que supone estar lejos de la península debe servir para que el Gobierno y otras instituciones públicas les miren "con cierto cuidado por ser más frágiles y disponer de menos recursos", si bien recuerda que constitucionalmente tienen el mismo respaldo que cualquier comunidad autónoma. "Con la limitación de que no tenemos capacidad legislativa", precisa.
Para Mustafa, la resolución al último desencuentro con el país vecino dependerá de "cómo se gestione el caso Ghali", si bien intuye que habrá un "punto mínimo de no retorno". "Marruecos siempre ha utilizado este tipo de crisis para salir beneficiado y en esta ocasión también lo hará. Si no que sea abiertamente reconocida su posición sobre el Sáhara Occidental, va a pretender que al menos no sea cuestionada. ¿Eso significa que no vaya a haber más tensiones similares a la vivida esta semana? No. No conseguirá que países como España le reconozcan la soberanía sobre ese territorio, pero sí que tengan una posición más laxa respecto al conflicto", apostilla.
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