Con la toma de posesión de Pere Aragonès, la comunidad catalana inicia una nueva legislatura de recorrido incierto con los mismos socios con los que el anterior gobierno autonómico hizo agua por todos lados. Sin embargo, hay dos detalles que modifican la ecuación, por un lado, que es ERC la que ostenta la presidencia de la Generalitat y, por otro, que los republicanos no tienen enfrente, o no del todo, a Carles Puigdemont, sino a Jordi Sánchez. Y es precisamente el secretario general de Junts el que centra ahora las invectivas del sector que se nuclea en torno al fugado de Waterloo.
En ese marco cabe entender, según fuentes independentistas y socialistas, la sorpresiva autoexclusión de Elsa Artadi para la vicepresidencia de la Generalitat. También el descarte de Josep Rius, ex jefe de gabinete de Puigdemont, llamado a ser el puente entre el Govern y Waterloo desde la consejería de Exteriores. Aunque en un principio se habló de su falta de sintonía personal y política con Aragonès y, por tanto, las dificultades para ponerse bajo sus órdenes, tiene mucho más que ver con un órdago interno de Puigdemont no tanto al próximo president, como a Jordi Sánchez.
Los dirigentes más próximos al fugado se han retirado a sus cuarteles de invierno
Los dirigentes más próximos al fugado se han retirado a sus cuarteles de invierno. No estarán en el Gobierno ni Artadi ni Rius -que podría haber aspirado a la vicepresidencia ante la renuncia de su compañera de filas-. Fueron los dos negociadores que propuso el ex presidente autonómico para pactar un Ejecutivo donde habrá tres independientes entre los cuatro consejeros de JxCat. Se trata de Jaume Giró (Economía), Josep María Argimón (Sanidad) y Victoria Alsina (Exteriores).
El secretario general de Junts y ex presidente de la Asamblea Nacional Catalana, ha cogido las riendas de la organización y cerrado, de manera muy personalísima el acuerdo con el candidato de ERC, formación a la que le unen muchas más coincidencias ideológicas que con la antigua Convergencia. Fue durante el fin de semana previo al anuncio del acuerdo, cuando Sánchez y Aragonés se reunieron durante dos días al margen de las cúpulas de su partidos. Al margen, por tanto, de Artadi, vicepresidenta de JxCat.
"Este negocio lo ha hecho Jordi Sánchez por su cuenta y presentado hechos consumados. El otro (Puigdemont) ha cogido un rebote porque le ha pillado fuera de juego", dicen en este caso fuentes socialistas. Eso ha provocado que Artadi "se quite de en medio para no quedar mal con Puigdemont". Desde ERC admiten que "si no hubiera sido por Sánchez, se habría abierto la puerta a una repetición electoral" en Cataluña allá por el mes de julio.
Críticas a la estrategia de Sánchez
Los sectores más duros de Junts ya habían cuestionado la estrategia negociadora de Sánchez, especialmente su órdago a Esquerra, asegurando que si no había acuerdo, cederían los votos necesarios para la investidura de Pere Aragonés. Un órdago que ERC hizo suyo, lo que llevó a Artadi a desmentir la promesa de Sánchez. Los más próximos a Waterloo se sumaron entonces a los "institucionales", herederos de Convergencia y liderados por los condenados Josep Rull y Jordi Turull, que responsabilizan a Sánchez de la ruptura con el PDeCat. Y señalan esa ruptura como la clave en su derrota electoral frente a ERC.
A Jordi Sánchez le unen ideológicamente más cosas con ERC que con la antigua Convergencia
Sánchez, apuntan distintos medios consultados, "viene de la cultura comunista, de los viejos sectores de Iniciativa", lo que explicaría en muy buena medida su estrategia negociadora, llevando negociación al límite, además de la coincidencia ideológica con ERC frente al sector más liberal, del que es quintaesencia la propia Artadi. Quizá en este contexto cabe insertar el curioso giro del portavoz republicano en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián, que pasó de definir a Junts de "independentismo de derechas" a afirmar, tras el pacto, que lo mismo "no es tan derechas" y hasta ponerlo de ejemplo.
Llamativo ha sido el silencio de Puigdemont en todo el proceso negociador hasta que el pasado viernes arremetió, no contra Sánchez, sino contra ERC a la que tachó de "falsedad e inmoralidad". Les acusaba de haber mentido respecto a un supuesto deseo suyo de "tutelar" a Aragonés a través del Consejo para la República. Es por cosas como estas por las que Jordi Sánchez "se dio cuenta de que negociaba mejor solo, sin que le pusieran pegas", afirman en sectores independentistas. Y ya de paso, "contraprogramaron" las críticas de Puigdemont filtrando el nombre de Giró.
En el PSC se felicitan de que el secretario general de Junts "renuncie a todo lo que representa Puigdemont: al 1-O, a la independencia unilateral, al 'presidente legítimo'... Ahora, a gestionar una autonomía".
Sobre Jordi Puigneró, vicepresidente y consejero de Políticas Digitales, recaerá ahora el peso de representar a los legitimistas de Waterloo. Hombre próximo a Puigdemont, será la voz principal de Junts en el Govern, pero está por ver su ascendencia y poder sobre hombres como Giró o el nuevo consejero de Salud, Josep Maria Argimon.
Los herederos de Convergencia han vuelto a poner de manifiesto sus precarias costuras internas. De un lado Sánchez con el poder orgánico del partido y los intentos por atraer para su causa a la vieja guardia -el fichaje de Giró, auspiciado por David Madí, sería el mejor ejemplo; por otro, Puigdemont con sus fieles como Artadi o Ruis; de otro lado "los irreductibles", representados por Quim Torra y la presidenta del Parlament; Laura Borras.
En fin, una lucha civil de final incierto, que añade inestabilidad, otra vez, al futuro gobierno catalán.
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