Con la salida de Pablo Iglesias del Gobierno de coalición no sólo se inauguró una nueva etapa sino también otra forma de funcionamiento interno en la que la cabeza de delegación morada, Yolanda Díaz, centraliza toda la coordinación del sector morado. Los llamados "maitines" -convocatorias de los lunes por la mañana entre delegaciones de los dos sectores- entraron en barrena a finales del año pasado. Fuentes gubernamentales admiten que esas citas "generaban tensiones y enfrentamientos" entre los aliados, aunque nunca las dieron formalmente por finiquitadas.

Ya han firmado el acta de defunción de unas reuniones que no evitaban los choques frontales, es más, los fomentaban, lo que, precisamente, quiere evitar la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, alérgica al "ruido".

Los actuales contactos carecen de periodicidad fija y se limitan a encuentros, hasta ahora dos, entre el jefe del Ejecutivo y Díaz, mano a mano al margen de sus conversaciones telefónicas, que son frecuentes. Ahí no se sientan ni Carmen Calvo, ni Iván Redondo, ni tampoco José Luis Ábalos, María Jesús Montero, Adriana Lastra ni Miguel Ángel Oliver, por parte del PSOE. Tampoco Irene Montero, Pablo Echenique, Juanma del Olmo y el ex Jemad Julio Rodríguez por parte de Unidas Podemos. Todos ellos formaban parte de los maitines que se pactaron con el Gobierno de coalición al objeto de coordinar estrategias, lo que nunca terminó de funcionar.

Sánchez y Díaz se han reunido ya en dos ocasiones más una tercera ampliada al resto de las vicepresidentas

Cuando el asunto exige de una visión más amplia, Sánchez convoca a sus cuatro vicepresidentas, lo que ha pasado una vez desde la marcha de Iglesias. De este modo, Díaz, que no quiso tener a su lado a Juanma del Olmo, ex director de estrategia y comunicación de Pablo Iglesias y al que poco menos muchos le consideran un "comisario político" de Podemos, gana en autonomía con respecto a la formación morada e Izquierda Unida.

Eso no impide que cada responsable ministerial se relacione con el resto de sus compañeros de gabinete, ni tampoco que Sánchez esté en contacto constante con su vicepresidenta primera, pero la coordinación de los socios de Gobierno en lo que concierne al sector morado es monopolio de Díaz.

Así consiguió, por ejemplo, que la última crisis con Marruecos, tras animar Rabat el asalto a la frontera ceutí, no se convirtiera en un nuevo motivo de choque y enfrentamiento interno. Ningún ministro de Unidas Podemos salió en tromba contras las devoluciones en caliente de los inmigrantes que llegaron a nuestro país, -incluidos algunos menores- de las que siempre han abominado. También se mantuvo cierta compostura ante la reivindicación del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui para no ahondar en un conflicto que todavía está lejos de resolverse.

Si maitines ha sido clausurada, mejor suerte no ha corrido la comisión de seguimiento del pacto de coalición, que terminó en bronca el pasado mes de enero según reveló "El País" y que no tiene visos de volver a ser convocada al menos antes de las vacaciones de verano, o no públicamente a la vista de lo que pasó entonces. El PSOE acusó a sus socios de pretender ser al mismo tiempo oposición y gobierno, mientras que los morados consideraron aquella cita una encerrona preparada para ser publicitada.

La comisión de seguimiento del pacto no se reúne desde enero y no hay fecha prevista

En definitiva, el deterioro de la confianza mutua llegó a tal extremo que lejos de pretender resucitar unos mecanismos que, no sólo no funcionaban, sino que empeoraban las cosas, se ha buscado otra vía que facilita mucho las cosas tanto a Sánchez como a Díaz, aunque lo cierto es que el jefe del Ejecutivo y el que fuera su vicepresidente segundo también mantuvieron una línea abierta de comunicación gracias a la que solventaron no pocas cosas.

Pero el nuevo estilo, se impone. Ya lo dijo Díaz en su primera reunión con el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso. "Ni ruido, ni Twitter, ni grandes titulares". Y lo cierto es que ha conseguido rebajar el grado de conflictividad interna.