Ha estado en un cajón durante año y medio. El final de la legislatura lo frenó, la pandemia obligó a relegarlo y sólo el proceso de indultos a los líderes del procés parece haberlo resucitado. El ‘procés’ vasco que comenzó a plantearse allá por 2012, cuando Urkullu se presentó por primera vez como candidato a lehendakari, ha vuelto a la vida tras el deshielo en Cataluña. El nacionalismo vasco no quiere quedarse atrás en la nueva fase abierta en la relación entre el soberanismo catalán y el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
El PNV y el lehendakari Urkullu han visto la oportunidad de subirse al tren puesto en marcha en Cataluña y ultiman ya el regreso de su proyecto soberanista estrella, el nuevo estatus vasco. La fecha, el próximo otoño, cuando tras el verano en el que se confía en dejar atrás la crisis sanitaria, situar en el debate político el encaje territorial tenga acogida en la sociedad postpandémica. Una reactivación que se produce mientras ambos Gobiernos siguen dando pasos en el cumplimiento del Estatuto vasco de 1979.
El mandato anterior terminó con tres propuestas de articulado para un nuevo estatuto. Uno en clave de relación confederal con España, apoyado por el PNV y en menor medida por Podemos y el PSE, que emitieron votos particulares al texto. Otro, el redactado por EH Bildu, con la independencia como última aspiración y un tercero, el del PP, como una mera actualización y puesta al día del actual Estatuto de Gernika como objetivo.
El presidente de PNV, Andoni Ortuzar ha llegado incluso a fijar un plazo a Sánchez para dar pasos también en Euskadi. La promesa de diálogo con Cataluña ha llevado a los dirigentes nacionalistas vascos a reivindicar su cuota y contactos para dibujar la nueva España plurinacional. El hasta ahora desaparecido proyecto de nuevo estatuto vasco ha reaparecido a la misma velocidad que los acontecimientos en torno a los indultos de los dirigentes catalanes se precipitaban.
Reconocer la 'nación vasca'
Sánchez tiene “dos años para reconocer la nación vasca y catalana”, proclamó recientemente Ortuzar. Es el tiempo que resta de legislatura. En el PNV saben que si cabe alguna opción de dar pasos en clave soberanista la habrá únicamente con el actual Gobierno PSOE-Unidas Podemos. Y a este Ejecutivo le resta apenas la mitad de la legislatura. Un hipotético relevo en La Moncloa, con un gobierno liderado por el PP, echaría al lastre el horizonte ahora abierto en el eje catalán y con en él, en el vasco.
El nacionalismo institucional quiere seguir la rueda que marque el proceso de diálogo prometido por Sánchez al independentismo catalán. Urkullu aseguró el pasado viernes que es hora de “reactivar” el debate “aquí y ahora” sobre el encaje del País Vasco en el Estado. En un clima en el que la apelación al diálogo parece ser la nueva receta para resolver los conflictos territoriales en España, el lehendakari insiste en que “demonizar” el diálogo supone meter el debate sobre el autogobierno en un “callejón sin salida”: “Debatir no amenaza la estabilidad ni la convivencia, mientras que la imposición o la negación del diáĺogo puede provocar problemas”.
En septiembre el PNV ya ha previsto reactivar un proceso de diálogo con todos los partidos para volver a insuflar ritmo parlamentario al proyecto de nuevo estatuto vasco. Lo hará a partir de la propuesta que pactó con PSE y Elkarrekin Podemos en el que a lo largo de 146 artículos se plantea el reconocimiento nacional de Euskadi, se apela al derecho a decidir e incluso se deja la puerta abierta a la incorporación de Navarra al nuevo “sujeto político” en el que se convertiría la futura Euskadi. Un sujeto para el que el nacionalismo no sólo plantea una diferenciación entre “ciudadanos” sin derechos políticos y “nacionales”, con derechos políticos.
Una comunidad que los nacionalistas quieren que tenga una relación de igual a igual con España basada en un ‘concierto político’ que al igual que el concierto económico incluya garantías de cumplimiento.
Respetar el marco constitucional
El camino que ahora se reactiva nada tiene que ver con el llevado a cabo por el independentismo catalán en 2017. No al menos el del PNV. La formación insiste en que buscará el mayor consenso posible -cuenta con el del PSE, con el que gobierno con mayoría absoluta y con el apoyo parcial de Elkarrekin Podemos- y que lo hará planteando un encaje territorial del País Vasco respetuoso con la Constitución.
La clave pasaría por exprimir el margen que cabría en la Carta Magna y en la que Sabin Etxea ve una oportunidad en la disposición adicional primera en la que se ampara y respeta “los derechos históricos de los territorios forales” y proclama que su actualización se llevará a cabo “en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía”.
En EH Bildu también quieren resucitar el proceso al calor de los avances en la crisis territorial catalana. Otegi anuncia una ronda con los agentes sociales, económicos y políticos para poner en marcha la carrera por un nuevo estatus al margen del modelo defendido por el PNV, “nosotros estamos donde estábamos”, recuerda. Junto a ello, Otegi quiere que se alcance primero un gran acuerdo en el País Vasco y que se convoque una consulta popular previa a la tramitación parlamentaria y negociación con el Ejecutivo e instituciones de España.
División entre PNV y Bildu
Las bases que la izquierda abertzale y el PNV firmaron y que se convirtieron en el único punto de encuentro de la ponencia de autogobierno se fueron al traste. Los juristas propuestas por los partidos no encontraron el consenso y de su largo proceso de debate salieron tres propuestas de estatutos articulados, tres modelos de encaje territorial para la Euskadi del futuro.
Ahora los dos modelos nacionalistas optan por vías distintas. Ambas en clave confederal pero una dentro del marco legal y la otra, la liderada por Otegi, insistiendo en que lo que se debe priorizar son las necesidades de la Euskal Herria del futuro – que incluiría a a Navarra y el País Vasco francés, con procesos paralelos- y obviando el marco legal vigente.
El pulso entre el nacionalismo institucional que lidera el PNV, que se ha fijado ponerse al frente del proceso y el más radical, el de EH Bildu, puede convertirse en el nudo gordiano de la nueva fase. El PNV apela a la necesidad de mayorías pero recuerda que ya cuenta con apoyos, al menos parciales, de PSE y Elkarrekin Podemos, lo que representaría una mayoría significativa de la Cámara vasca. Sin embargo, cerrar un acuerdo de nuevo estatuto dejando al margen a la formación que lidera la oposicion puede convertirse en la fractura definitiva entre ambas formaciones, cuya relación atraviesa un distanciamiento que se acrecenta de mes en mes.
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