La remodelación gubernamental ejecutada por Sánchez ha provocado un auténtico seísmo en Moncloa que no se ha dejado sentir en la calle Génova. Los populares avanzan con viento de cola en los sondeos y, oficialmente, no hay temor a que un cambio de "perfil" del presidente del Gobierno -que ha sacrificado a sus primeros espadas e, incluso, a su todopoderoso gurú- pueda revertir la tendencia al alza del PP, que recupera su hegemonía como primer partido en intención de voto impulsado, en gran parte, por la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid el 4-M, la fecha que cambió el paso a la política nacional.
El optimismo predomina entre las filas populares. La percepción, según fuentes del partido con despacho en la sede nacional, es que "aún no se ha tocado techo" en las encuestas y que el verdadero desafío es mantener ese buen pulso social de aquí a 2023, habida cuenta de que entre los planes del jefe del Ejecutivo no está, precisamente, el de un adelanto electoral. Pablo Casado quiere llevar a la arena nacional el éxito del 'ciclón Ayuso', que logró aniquilar a Ciudadanos y robar en el caladero de votos de PSOE y de Vox. Y, según sus cálculos internos, no van por mal camino: las fuentes consultadas aseguran que, actualmente, entre un 10% y un 12% de los votantes del PSOE estarían dispuestos a apostar por el PP en las próximas elecciones, un porcentaje que se eleva al 60% en el caso de Ciudadanos.
Casado ha hurgado en el desgaste de Sánchez... pero también en el de Vox. Tanto es así que, según sus encuestas internas, los populares estarían 'robando' a Vox el 20% de sus votantes, es decir, antiguos electores del PP que se pasaron al partido de Santiago Abascal cuando éste irrumpió en el Congreso de los Diputados en abril de 2019 y que se duplicaron meses después, cuando volvieron a abrirse las urnas en noviembre. En las filas del principal partido de la oposición reina la sensación de que, a diferencia de ellos, Vox sí ha alcanzado su techo electoral y, aunque una parte de su electorado permanece "blindado", observan cómo comienzan a producirse fugas por dos motivos principales: el "efecto arrastre" de votantes de derechas hacia la fuerza hegemónica -el PP trabaja para que la suya sea la única "alternativa" sólida a Sánchez- y el desgaste de Vox en las costuras autonómicas.
Madrid fue el punto de inflexión. Ayuso rozó la mayoría absoluta, arrinconó a la izquierda y desactivó la tendencia ascendente de Vox. Los de Abascal mejoraron en un escaño su anterior marca en la Asamblea de Madrid, pero pocos meses atrás Vox había conseguido dar el sorpasso al PP en Cataluña, donde incluso arrebató el bastón de mando de la oposición a Ciudadanos en su cuna política. Y la estrategia de confrontación con el gobierno de Juanma Moreno en Andalucía, acentuada por la polémica de la acogida de los menores no acompañados para aliviar la situación migratoria de Ceuta, tampoco parece dar sus frutos.
Este lunes, el Centro de Estudios Andaluces (Centra) publicaba un barómetro en que el principal damnificado dentro de su espacio ideológico era Vox, que se quedaba con entre 12 y 13 escaños. Se trata de un resultado similar al que obtuvieron los de Santiago Abascal en Andalucía en 2018, pero estas cifras cobran relevancia si se tiene en cuenta que en el último sondeo publicado por el denominado como 'CIS andaluz' el pasado mes de abril, Vox crecía hasta los 20 y 21 escaños, aupado por los buenos resultados en Cataluña en detrimento de un PP entonces hastiado por los fantasmas del pasado. Los comicios andaluces son los siguientes en el calendario electoral nacional, y el escenario de un adelanto electoral, como exigen también desde Vox, gana fuerza en algunos sectores de PP y de Ciudadanos, aunque Juanma Moreno mantiene esa puerta cerrada.
La barrera del 14%, territorio hostil para Vox
Salvo sorpresa, aún quedan dos años para que se celebren otras elecciones generales. Los expertos en demoscopia consultados por El Independiente coinciden en que aventurar ahora qué pasará entonces, más con la cambiante coyuntura que ha acompañado a la política nacional en los últimos meses, es imposible. Pero Vox "está perdiendo fuerza en todo el país", analiza César Calderón, director general de la consultora Redlines, que actualmente sitúa a los de Santiago Abascal en torno al 13,5% del voto, un punto y medio por debajo de su marca en las últimas generales. Subraya, no obstante, que no se puede hablar de "caída libre" porque buena parte del votante de Vox "es tremendamente rocoso", pero advierte que el verdadero riesgo para esta formación sería caer por debajo del 14% a nivel nacional porque "dejarían de ser competitivos en muchas provincias de tamaño intermedio, perdiendo buena parte de su peso en el Congreso".
El presidente de GAD3, Narciso Michavila, coincide en que la tendencia demoscópica apunta a un freno en el auge de Vox, y traslada que el apoyo del partido se sitúa en estos momentos, según los cálculos del instituto demoscópico, "a medio camino" entre los 24 diputados que obtuvo el 28-A y los 52 del 10-N. "El hecho de aparecer en primera posición en los sondeos puede propiciar que un porcentaje de votantes de Vox vuelvan a la casa matriz [el PP] pensando que es el partido capaz de derrotar al PSOE", afirma en este caso el investigador principal de Metroscopia y fundador de la consultoría Elemental Research, José Pablo Ferrándiz.
Éste último experto pone el acento, sin embargo, en el principal riesgo que conlleva una excesiva confianza del PP en esta cuestión: el futuro apoyo de Vox resultará vital para desbancar a Pedro Sánchez, por lo que es imprescindible que "no se hunda". Y recela, además, del hecho de que una caída de Vox a nivel autonómico pueda tener necesariamente un impacto en las estimaciones demoscópicas nacionales por un hecho diferencial básico, pero "muy importante": "Ayuso y Moreno presiden gobiernos autonómicos. Y Casado está en la oposición", sentencia.
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