Con José Manuel García Margallo (Madrid, 1944) se empieza hablando de por qué fueron cayendo los distintos regímenes que ha tenido España desde Fernando VII y se acaba en la ley de Memoria Democrática, Cuba y las opciones de Pablo Casado de llegar a la Moncloa dentro de dos años. A fin de cuentas todo es historia de España. Está cerrando los capítulos de una obra colectiva en la que, partiendo de un triple centenario, el de la Guerra de Annual, el asesinato de Eduardo Dato y la publicación de La España invertebrada de Ortega, se concluye que España “está en una situación crítica”.
El ex ministro de Exteriores cree que ha llegado el momento de abordar dos pactos, el económico, a través de una especie de Pactos de la Moncloa, y el político, con una reforma constitucional para la que sería necesario, dice, "un gobierno de concentración". Pura quimera. De momento, Pedro Sánchez, de quien dice que "ha perdido la credibilidad como en aquellos años en que nadie creía a Suárez", va a vivir una especie de Belle Epoque económica que no se sostendrá en el tiempo, sostiene.
Pregunta. -¿Se puede llamar desde el Gobierno dictadura a Cuba?
Respuesta. -Sí. Hasta un embajador tan socialista como Zaldíbar no tuvo el menor inconveniente en decir que Cuba era una dictadura, si bien dijo, una dictadura apoyada por el pueblo. Pero una dictadura. Las declaraciones del Gobierno han sido extraordinariamente sorprendentes. Como lo de Yolanda Díaz diciendo que esa calificación le correspondía a las Naciones Unidas cuando en su Consejo de Seguridad se han sentado la URSS y China. De 193 países de la ONU hay como mínimo 66 que no son democracias plenas.
Se pasan todo el día, con razón, recordando el carácter dictatorial de Franco y se la cogen con papel de fumar con Cuba"
P. -¿Cómo explica la posición del Gobierno?
R. -Puedo entender que tienes que ser prudente en cualquier tipo de declaraciones. Hay 150.000 cubanos que tienen nacionalidad española y hay miles de españoles allí. En una explosión violenta, esos españoles pueden sufrir. Además, España tiene intereses hoteleros que proteger, pero eso no quita para que puedas decir lo que dijo Zaldíbar, esto es, es una dictadura y dicen que apoyada por el pueblo. Si creen que es así ¿por qué no les pregunta a los cubanos en unas elecciones? Estos que se pasan todo el día, con razón, recordando el carácter dictatorial de Franco, se la cogen con papel de fumar con Cuba.
P. -¿Qué papel debe jugar España en esa crisis?
R. -Todos deseamos que los cubanos recuperen la libertad y la prosperidad económica, que Cuba tenga un futuro. En cuanto se liberalice políticamente, económicamente va a despegar a una enorme velocidad. Tiene unos recursos humanos muy fuertes y una situación impresionante, a 90 millas de Florida. La afluencia de capitales, aunque sólo sea para el sector residencial y turístico, sería inmediata. La única salida es una negociación, entre la oposición, que está muy fragmentada y muy infiltrada por el régimen, y el propio régimen. Hay que presionar desde fuera y esa presión será efectiva si la UE y Estados Unidos actúan de mutuo acuerdo.
P.- ¿Y qué salida tiene la crisis con Marruecos? ¿Cuál fue el error si es que
lo hubo?
R. -Terminamos antes si digo cuál fue el acierto, que no fue ninguno. Avisé hace tiempo a Exteriores que iban a enfadar al mismo tiempo a Argelia, a Marruecos y al Polisario. Hubo muchas señales. Se impide la primera visita a Rabat; el primer ministro marroquí pone sobre la mesa la cuestión de Ceuta y de Melilla, luego reclaman la jurisdicción sobre aguas de Canarias y la inmigración por pateras, que sólo es posible con la connivencia de la gendarmería, aumenta vertiginosamente. Además hay una cuestión subyacente no resuelta que es cuando Trump reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara. Estaban deseando tener una excusa para dar un portazo. Sabiendo todo eso no se les ocurre mejor cosa que traerse a Brahim Ghali. Es un acto que acredita la inteligencia del Estado Mayor.
Al nuevo ministro de Exteriores no le transmitíamos las cuestiones más confidenciales"
P. -¿Qué opina del nuevo ministro de Exteriores?
R. -Le conozco muy poco. Fue director en mí época pero era bastante irrelevante. Primero, porque era joven y, segundo, porque lo que estaba haciendo era trabajar para el PSOE y como es obvio no se le transmitían precisamente las cuestiones más confidenciales ni delicadas. Choca que su única experiencia de altura sea la embajada de París que le dio Sánchez y no recuerdo ninguna publicación suya.
P. - ¿Y sobre la ministra saliente?
R. -Tuvo muchos frentes abiertos. No cubrir determinadas embajadas, intervenir en prácticamente todos los nombramientos, el problema de la vacunación de las personas en servicio exterior... había creado un mal ambiente. Si a eso se unen desencuentros en todos los frentes, desde Delcy Rodríguez, Marruecos, paseíllo de Biden… su situación era muy delicada y no la quería nadie en el PSOE.
P. - Y a ustedes, ¿qué les pasa con Orban?¿Por qué son complacientes con él?
R. -Aquí hay división de opiniones en la delegación. Hubo en un momento reticencias a hacer seguidismo respecto a la izquierda, porque en Europa, como en España, hay dos varas de medir. Además, la delegación húngara es muy importante y su salida del PPE nos debilita. El argumento que se ha usado por el grupo en el último minuto es que entrometerse en decisiones internas de un país podría sentar un precedente. Yo no lo comparto, pero ese fue el argumento que se usó.
No comparto el argumento por el que el PP votó en contra de sancionar a Orban"
P.- ¿Por qué, salvo Esteban González Pons, votaron en contra de sancionar a Hungría por la ley educativa que impide hablar del colectivo LGTBi en las escuelas?
R. –Uno de los valores y principios en que se inspira la UE es la no discriminación por razones de orientación sexual y eso supera lo que es una ley nacional. Una ley nacional puede hacer lo que le parezca bien siempre que no contraríe estos principios y ahí hay que ser muy firme. Espero que haya habido cuestiones de fondo que hayan aconsejado esta postura, pero creo que en esto hay que ser muy serio.
P. –Se cumplen tres años de Casado al frente del PP, ¿qué balance hace?
R. –Francamente bueno. Hereda un partido en caída libre electoral por la conjunción de las tres "ces", la crisis económica, la corrupción y Cataluña. Se enfrenta a unas primarias de las que el partido sale completamente fragmentado y lo primero que ha hecho ha sido recomponerlo. Hay unidad interna y ha procedido a renovar desde abajo. Ha logrado ocupar el espacio de centro-derecha, por la que los votantes de Ciudadanos no han encontrado razón alguna para no votar al PP. Queda el problema de convencer a los votantes de Vox de que la única formula para desalojar a Sánchez es alineándose tras el PP. Y ahora está procediendo a un rearme ideológico en el que las señales que emite están muy claras: somos un partido de centro, liberal reformista y profundamente europeísta.
P. -¿Prefiere el estilo de Feijóo o de Ayuso?
R. –Soy poco partidario de los cesarismos. El PP es un proyecto en que hay distintos liderazgos autonómicos. Los dos han sido modelos de éxito, uno en Galicia y otro en Madrid, con estilos diferentes. Pero, en el fondo, las discrepancias no son perceptibles. Creen en la libertad de educación, de prensa, en equilibrar las cuentas y no subir impuestos… costaría encontrar
diferencias ideológicas y programáticas.
El tiempo corre a favor del PP, otra cosa es que el país necesita que termine esta situación de interinidad"
P. –Los sondeos le son favorables al PP, pero no hay un escenario electoral a la vista ¿Cómo puede aguantar Casado durante dos años esa ventaja?
R. –Estamos en un proceso de reconstrucción, de rearme ideológico. Las elecciones se ganan cuando tienes una idea de España, un programa a medio y largo plazo, y cuando demuestras que tienes soluciones para el futuro de los españoles. Hay que criticar, cuando sea criticable, la posición del Gobierno, pero, al tiempo, ofrecer una alternativa. También hay que demostrar eficacia en la gestión. En aquellas comunidades donde gobernamos, subimos. No creo que el tiempo corra en contra nuestra, corre a favor, otra cosa es que para el país sería bueno acabar con la situación de interinidad en la que estamos. No recuerdo que este gobierno haya resuelto ninguno de los grandes problemas que tiene la nación.
P. -Se acaba de aprobar en el Consejo de Ministros la Ley de Memoria Democrática coincidiendo con unas declaraciones muy polémicas de Ignacio Camuñas.
R. –Hay un hecho muy evidente. La República empieza el 14 de abril de 1931 sin un solo muerto y aceptada por toda la sociedad española, pero empieza a torcerse el 11 de mayo de 1931, cuando después de una reunión en una sociedad monárquica en Alcalá se decide la quema de conventos. Luego viene el alzamiento de Sanjurjo. En el 33, cuando gana la CEDA y los radicales de Lerroux, se produce la revolución de octubre en Asturias y se proclama el estado catalán. En el 36, cuando gana el Frente Popular es la derecha la que se subleva el 18 de julio. Ninguno de los dos bandos está dispuesto a dirimir sus problemas por métodos pacíficos y democráticos, deciden resolverlo siempre por métodos violentos y eso explica la Guerra Civil. El intentar buscar ahora responsabilidades en exclusiva a uno u otro bando me parece disparatado. Solo hace falta leer los discursos de Largo Caballero. Los dos bandos querían la guerra, los dos.
Ninguno de los dos bandos estaba dispuesto a dirimir sus problemas por métodos pacíficos"
P. -¿Qué le parece la ley de Memoria Democrática?
R. –Responde a un propósito muy claro del PSOE de sacar todos los elementos que pueden dividir a la sociedad. Es que esa reconciliación la hicimos el 1977 y hubo dos leyes de amnistía. Me parece una obligación ética y decente ayudar a las familias que quieran encontrar los restos de su gente, pero ¿qué sentido tiene esta revisión histórica que siempre es sectaria y parcial? ¿A qué ayuda a la convivencia?
P.- ¿Cree que no es necesario sacar a Primo de Rivera del Altar mayor del Valle de los Caídos?
R. –Es un detalle absolutamente menor. Es una cuestión que no me preocupa en absoluto. Todo lo que sirva para dividir a los españoles me parece mal.
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