Los aviones volaron bajo, cerca del campanario de Santa Marina. No eran los primeros que surcaban el cielo de Otxandio. Los niños de aquel pequeño municipio vizcaíno creían que esos también arrojarían octavillas y corrieron tras ellos. Pero los Breguet Br19 cada vez pasaban más bajo, hasta descender a apenas 70 metros del suelo. Fue entonces cuando comenzó todo. La primera bomba demostró que no serían octavillas lo que habían venido a dejar. Las cinco siguientes convirtieron la mañana del 22 de julio en la más trágica de cuantas se recuerdan en el pueblo. Tres días después del ‘alzamiento’ la Guerra Civil española acababa de llegar hasta uno de los municipios más pequeños de Euskadi. Aún quedarían otros 2.000 bombardeos más por padecer hasta el final de la contienda.
Las crónicas de aquel verano de 1936 cifraron en 61 las víctimas producidas en aquel primer ataque de la aviación sublevada. En su mayoría civiles, 16 de ellas niños de menos de diez años. El ataque de las tropas franquistas sobre la Plaza de Andikona de Otxandio fue descrito por el médico de la localidad, José Antonio Maurolagoitia, como la imagen del dolor humano, “gente despedazada, niños mutilados, mujeres decapitadas y gritos de los ‘aldeanitos’ en euskera suplicando que les curara”.
Aún restaban nueve meses para que se produjera el considerado bombardeo más cruel de la guerra y el que la Historia y Pablo Picasso transformaron en símbolo del sinsentido bélico. Una investigación del historiador Xabier Irujo ha revelado que durante la contienda civil sólo en el País Vasco se registraron 2.042 operaciones de bombardeo. Fueron ataques de ambos bandos, si bien el 91% correspondieron a la aviación rebelde.
Gernika es la localidad que simbolizó la crueldad, pero no la que más veces las padeció. La villa vizcaína la padeció en 7 ocasiones, siendo el 26 de abril de 1937 el bombardeo que cambiaría su historia. Pero entre las 132 localidades vascas bombardeadas dos destacan sobremanera por el número de veces que vieron y escucharon el silbar de las bombas al caer: Legutiano (Álava), 65 bombardeos, y Bilbao, 62. Junto a ellas, otros 18 municipios sufrieron más de 20 bombardeos durante la guerra.
'Bombardeos de terror'
El Atlas de bombardeos en Euskadi 1936-1937 editado por el Instituto de la Memoria, Gogora, clasifica los bombardeos como el de Otxandio o Gernika como “bombardeos de terror”. En esta categoría figuran aquellas acciones de las tropas de uno y otro bando que no buscaban objetivos estratégicos o tácticos en la contienda, sino únicamente infundir pánico en la población y desmoralizar a las tropas enemigas. Bombardeos que tenían como propósito causar daños a la población civil y la destrucción. En total, en Euskadi se produjeron alrededor de 300 ‘bombardeos de terror’ como los de Gernika.
Uno de los más crueles se produjo sobre un cementerio, el de Vista Alegre de Derio, a 15 kilómetros de Bilbao. Aquel camposanto es en realidad el cementerio de la capital vizcaína donde están enterrados miles de bilbaínos. Ocurrió el 11 de junio de 1937, cuando la aviación franquista sumaba ya días de acoso al frente de Bilbao. Una decena de bombarderos italianos, acompañados de varios cazas, arrojaron hasta un centenar de artefactos sobre panteones, nichos y criptas.
El diario El liberal describió el resultado de los dos bombardeos como un espectáculo “macabro” con tumbas levantadas por la metralla y restos humanos esparcidos. Aquel bombardeo de terror surtió el efecto que buscaba, minar la moral de la resistencia. El lehendakari José Antonio Agirre escribió a gobiernos europeos y americanos en busca de apoyo. Lo hizo relatándoles lo ocurrido, “ahora quieren convertir en otro cementerio la capital”, aseguraba. A Indalecio Prieto, en su condición de ministro de Defensa de la República, le reclamó apoyo para frenar a la aviación franquista. Lo hizo describiéndole por carta aquel “espectáculo bochornoso, espantoso y macabro”.
También las tropas republicanas recurrieron a los bombardeos masivos de terror. El punto de todo el País Vasco que con mayor intensidad atacaron sus aviones fue Álava, y en particular, el frente de Legutiano. La investigación de Irujo determina que el mes de diciembre de 1936 las bombas no dejaron de caer durante semanas. Las operaciones comenzaron el 1 de ese mes y hasta el día 21 sumaron un total de 44 ataques sobre esta localidad alavesa.
Diez años de investigación
Otro de los asedios más intensos se vivió en Bilbao, en este caso protagonizado por las tropas franquistas en víspera de la toma de la ciudad. En los meses previos a la caída de la capital vizcaína, desde enero a junio del 37, la aviación italiana que apoyaba a Franco y la Legión Cóndor llegaron a ejecutar 59 bombardeos.
El estudio que ha permitido dibujar el Atlas de los bombardeos ha requerido más de una década de investigación y la visita de alrededor de 75 archivos en países como Alemania, Reino Unido, Italia y España en busca de información, partes de guerra, crónicas periodísticas, archivos históricos y otro tipo de registros.
Otro de los descubrimientos de su trabajo de documentación es que muchos ataques se silenciaron. El impacto producido por la masacre en Gernika hizo que en muchos casos no se dejara rastro documental de las acciones aéreas y que incluso los partes de vuelo de los pilotos terminaran siendo destruidos.
En aquella primavera del 37 en la que Gernika y otros muchos municipios vascos fueron arrasados se concentró la mayor parte de las operaciones. Para entones la superioridad de recursos humanos y medios bélicos de las tropas franquistas había diezmado al bando republicano, que apenas llevó a cabo el 3% de los bombardeos. Para verano de ese año la proporción aún se redujo más, sólo 5 de los 70 bombardeos documentados correspondían a las tropas antifranquistas. Poco después, el final de la guerra certifico la victoria de las tropas de Franco y el inicio de 40 años de dictadura.
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