Pedro Sánchez eligió un caluroso sábado de julio para acometer una profunda remodelación gubernamental y abrir una "nueva etapa" con un equipo renovado para afrontar los dos años restantes de legislatura. La depuración ministerial, aunque no afectó a la parte morada del Gobierno, tenía como objetivo principal frenar la desafección social y el desgaste político de un gabinete lastrado por innumerables polémicas, conflictos internos, problemas judiciales y la ingente crisis provocada por el coronavirus, que ya precipitó hace meses la salida de Salvador Illa como máximo mandatario sanitario.
El PSOE comenzó a perder altura precisamente cuando el PP emprendió el vuelo. El "cambio de ciclo" del que presumen ahora los populares comenzó a tomar forma a partir del pasado 4 de mayo, la fecha en que el tablero político dio un vuelco definitivo tras la apertura precipitada de urnas en Madrid que encumbró a Isabel Díaz Ayuso e impulsó a Pablo Casado a la cima de los sondeos. El socialismo advirtió entonces que el 'efecto Ayuso' tendría fecha de caducidad y se lanzó a recuperar el terreno perdido en una operación que culminó con la crisis de Gobierno de julio... que no ha tenido resultados. Más de cuatro meses después de las elecciones madrileñas y con buena parte del verano ya consumido, las encuestas permanecen inmóviles: el PP sigue manteniendo el papel hegemónico en las encuestas que recuperó tras el 4-M, y el PSOE no logra rentabilizar su última bala política.
La última vez que se abrieron las urnas en la repetición electoral de noviembre de 2019, Pedro Sánchez se llevó el 28,2% de los votos que le permitieron contar con 120 escaños en el Congreso, una representación lo suficientemente amplia como para formar con Unidas Podemos un Gobierno aupado por los partidos nacionalistas y otras fuerzas minoritarias. Hoy, las siglas socialistas apenas arrastrarían el 25,1% de los votos, tres puntos por debajo de lo obtenido entonces, lo que podría traducirse en una pérdida de hasta 20 escaños. No se trata de un porcentaje puntual, sino consolidado con los resultados que arroja la media de los 15 últimos sondeos publicados desde hace algo más de un mes, concretamente desde el pasado 10 de julio, cuando Sánchez ejecutó su particular remodelación ministerial.
Así las cosas, ni el fin de la polémica de los indultos -apaciguada por la llegada del período estival-, ni el buen ritmo de la vacunación ni el profundo lavado de cara del Gobierno le ha permitido remontar el vuelo en las encuestas. De hecho, si se toma como referencia las 15 encuestas privadas anteriores a la ejecución de la crisis ministerial -desde el 13 de junio hasta el 11 de julio-, la media que registraban los socialistas era del 25,07%, prácticamente el mismo porcentaje que en la actualidad.
El bloque de izquierdas se resiente además por el estancamiento de Podemos: Yolanda Díaz e Ione Belarra no logran ganar terreno, y la formación morada se quedaría en una media del 9,9% del voto si se celebrasen hoy elecciones, tres puntos por debajo de lo que obtuvo Pablo Iglesias en las últimas generales. Con estas cifras, la suma gubernamental de PSOE y Podemos de 2019 sería inviable a día de hoy.
Por si fueran pocas las malas noticias para la coalición de izquierdas, el 'tarifazo' de la luz de este verano, que en la presente semana de agosto ha pulverizado todos los récords históricos y ha coincidido, además, con una extrema ola de calor que sigue afectando a todo el país, amenaza con tensar aún más las costuras de los socios de coalición. PSOE y Podemos han expuesto una vez más las profundas diferencias en el seno del Consejo de Ministros con cruce de acusaciones incluido, mientras que las soluciones en el corto plazo para frenar el desbocado aumento del precio de la luz -y con él del descontento social- sigue siendo un escenario utópico.
Mientras tanto, el PP observa los toros desde la barrera mientras sigue alargando la luna de miel que comenzó tras el triunfo de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y se consolida como primera fuerza política en todos los sondeos, a excepción del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), prácticamente el único sondeo que sigue manteniendo a Sánchez a la cabeza en intención de voto. Así, la media que arrojan para los populares los 15 últimos sondeos desde la crisis de Gobierno de Sánchez del pasado 10 de julio es del 28,5%, casi ocho puntos por encima de su última marca electoral.
La mayoría de sondeos concluyen que, a día de hoy, el pacto gubernamental más factible aritméticamente hablando es el de PP y Vox que, aunque frena la tendencia ascendente que ratificó en las elecciones autonómicas de Cataluña del pasado mes de febrero, se mantiene en un resultado estable y similar al que le aportó 52 escaños el pasado 10-N, según las encuestas publicadas. En el arco de la derecha saldría de la ecuación Ciudadanos, que alarga su travesía por el desierto y se debatiría en estos momentos entre la vida o la muerte en unas hipotéticas generales.
Juan Espadas tampoco despega
Y el nuevo PSOE andaluz, ahora con el liderazgo de Juan Espadas tras la salida de Susana Díaz del organigrama socialista regional, tampoco logra despegar en las encuestas. La pretendida renovación de las siglas socialistas en Andalucía con portazo incluido para el continuismo de Susana Díaz -que protagonizó en 2018 la gran derrota del PSOE en su feudo político- tampoco se ha traducido en una remontada en las encuestas, mientras que el popular Juanma Moreno consolida su liderazgo y podría rozar incluso la mayoría absoluta.
Así, según el sondeo más reciente publicado por NC Report para La Razón, Espadas seguiría perdiendo votos -el instituto privado los cifra en 115.000 en tan sólo dos meses- y obtendría un resultado similar al que obtuvieron los socialistas con Susana Díaz en 2018. Peor perspectiva dibujaba un poco antes el barómetro mensual del Centro de Estudios Andaluces, que en su publicación de julio pronosticaba un porcentaje del 23.3% para el PSOE en intención de voto, 4,6 puntos por debajo de la marca socialista de las últimas autonómicas.
Las elecciones autonómicas en Andalucía serán, salvo sorpresa, la próxima gran cita electoral que se dibuja en el calendario y que servirá de termómetro político para saber cómo respira cada partido de cara a las generales, previstas para el próximo 2023. Si no hay sorpresas, los andaluces irán a votar a finales del próximo año, pero la posibilidad de un adelanto electoral comienza a tomar fuerza en los pasillos de Génova y también en San Telmo, donde Vox presiona a Juanma Moreno para que apriete el 'botón rojo' cuanto antes ante la inestabilidad, dicen, por la que atraviesa el Gobierno andaluz motivado por el hundimiento de Ciudadanos.
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